La primera víctima de una guerra es la verdad según instruye un aforismo muy conocido que, en la práctica, al menos hasta entrada la vigesimoprimera centuria, resultó arduo probar. La historia la escribieron a menudo los ganadores, que si lo fueron en el campo de batalla no lo resultaron del todo en el campo de la ética una vez tuvieron que echar el cuento. Por maniquea que resulte, la tentación de ajustar la narrativa al enaltecimiento de la propia victoria parece un rasgo inherente a la condición humana.
El hábito impuso la especie de que en la guerra se baten siempre los buenos contra los malos. A pocos hizo sospechar el hecho de que solían ganarla por defecto los primeros. El fundamento moderno vino a ofrecerlo el cine, particularmente el confeccionado en Hollywood, en el que las grandes conflagraciones supusieron el pretexto para la exposición de heroísmos más utilitarios. En los últimos años, sin embargo, resulta cada vez más difícil imponer un relato épico del asunto. La versión del bando derrotado, más franca cuanto menos aprovechable, consigue filtrarse a través de la voz de observadores más perspicaces.
Por su parte, a Pascual Serrano no ha tenido que acreditarlo su labor como acucioso investigador de las corporaciones mediáticas para acometer la tarea de escribir ‘Prohibido dudar…’. A él le ha bastado con oponer su elemental derecho a desconfiar de la intención de vendernos una guerra que se traba nuevamente entre ángeles y demonios. Con esta premisa como máxima ha elaborado su argumento, basándose en el acopio de información de los medios de comunicación para contrastarla con la realidad. En el ínterin realiza hallazgos que evidencian la maniobra, como la verificación artera de ‘fake news’, el enfoque sesgado o la censura.
Más allá de que consiga o no surtir efecto en los receptores del mensaje, el ejercicio evidencia la falsedad de los sacrosantos mitos capitalistas: la libertad de expresión, el libre mercado o la conciencia medioambiental. Todo es válido en este enfrentamiento con el gran enemigo, una Rusia feroz que, en esta machacada recreación de la fábula de “Pedro y el Lobo”, insiste en devorar al mundo occidental.
Es importante subrayar el hecho de que el texto no intercede por ninguna verdad. “En unos tiempos en los que no está permitido poner en entredicho el discurso oficial, la narrativa oficial, la verdad oficial, este libro parecerá irreverente solo por dudar”.
Esta investigación reúne datos oficiales que, sometidos al análisis comparativo, hacen saltar las proporciones del doble rasero. El expediente de sutilezas informativas ha conseguido borrar los antecedentes de un conflicto bélico con 14.000 muertos, 30.000 heridos y 1,4 millones de desplazados, han convertido a Volodímir Zelenski en un nuevo héroe occidental y a la crisis energética consiguiente en una alevosa intención del diabólico Vladímir Putin.
La mayoría de las referencias incluidas en ‘Prohibido dudar…’ citan declaraciones de voceros políticos, analistas o “tertulianos” (nueva figura esta del periodismo audiovisual que convierte al observador en testigo de excepción). Asimismo, dan visibilidad a un conjunto de comunicadores silenciados, como Pablo González –detenido en Polonia y acusado de espionaje–, Liu Sivaya, Robert Dulmers, Patrick Lancaster o Peter Cronau y en general a los de la cadena RT y la agencia Sputnik, censuradas sus informaciones y eliminados sus contenidos de la ‘web’. Serrano ha apelado a “Internet Archive”, una biblioteca digital independiente dedicada a la preservación de archivos, para recuperar parte de los documentos que incluye en su investigación.
La cruzada propagandística intenta ir más allá en el tiempo, modificando no solo el presente sino también el pasado. Algunos países, como Letonia por ejemplo, ya no conmemorarán la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi en 1945; para la industria geoespacial, Yuri Gagarin ya no será más el primer astronauta en viajar fuera de la atmósfera celeste; las obras del compositor Piotr Ilich Chaikovski ya no serán interpretadas por la Orquesta Filarmónica de Zagreb…
Estas y otras manipulaciones risibles, como la expulsión de Rusia del festival de Eurovisión, una competencia musical destinada a las audiencias televisivas del continente europeo, desembocan invariablemente en una exaltación de la rusofobia, abono para una posteridad desde la que será difícil regresar: “En apenas dos meses, en diez semanas, el mundo es totalmente diferente. No solo por la tragedia y la muerte que asolan a Ucrania, sino por esas garantías, derechos y libertades que creíamos seguros y se han volatilizado en un breve lapso sin mediación de ningún parlamento, ningún juez, ningún cambio de legislación, ni ninguna consulta ciudadana”.
Cierra Pascual Serrano con una frase de trágico lirismo: “Quizá ahora podremos entender cómo en muchos momentos de la historia de la humanidad se pudo pasar del paraíso al infierno en muy poco tiempo”.