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Arabia Saudita: cuando el deporte se financia con una billetera infinita

La reciente incorporación del astro portugués Cristiano Ronaldo –ya en el crepúsculo de su carrera- para el As-Nassr de la liga local con un contrato de 200 millones de dólares (fuera de toda escala), el duelo ante el PSG de Leo Messi y Kilian Mbappé y la realización de las Supercopas futbolísticas de España e Italia fueron sólo algunos de los movimientos de Arabia Saudita para posicionarse como una potencia futbolistica. No tanto en cuanto a resultados técnicos –que escapan a la lógica de la economía- sino en relación a su peso en la organización deportiva internacional, con una meta que también incluye la candidatura a los Juegos Olímpicos del 2036.

Si su vecino Qatar todavía disfruta los ecos del Mundial y también Emiratos tiene presencia significativa en propiedades deportivas y organización de eventos, la monarquía saudita ya despliega el poder de su billetera dentro de las industrias de mayor visibilidad en la actualidad.

El motor de esos movimientos de su Fondo de Inversión Pública (FIP), creado hace más de medio siglo y que, según The New York Times, cuenta con activos por 620 mil millones de dólares. Esto le permite participar en empresas que van desde Facebook, Uber o Boing hasta Disney, el Citigroup y la organizadora de conciertos Live Nation. Pero en el campo específicamente deportivo lanzaron un plan llamado “Vision 2030” y, dentro del mismo, se inscriben sus últimas movidas futbolísticas, que también abarcan la compra de uno de los equipos de la primera división británica (hoy la liga más poderosa del mundo), el Newcastle. “Vision 2030” se difundió a través de un documento de 236 páginas, donde anuncian la organización de 45 eventos de máximo nivel, la construcción de cinco mil instalaciones deportivas y un avance de sus atletas para los próximos Juegos Olímpicos de París.

Tal como lo hacen regímenes de distintos tipos, no le escapa al entramado saudita la consideración de que el deporte puede lavar la imagen del país, frente a los cuestionamientos por la censura, la inflexibilidad religiosa, la discriminación sobre las mujeres y las minorías y el crimen del periodista Jamal Khashoggi –crítico del régimen- en Estambul, cinco años atrás.

El campeonato saudita de fútbol ahora es el más fuerte entre las ligas asiáticas y si el As-Nassr dio el campanazo con la contratación de Ronaldo, otros equipos también se muestran sólidos como el campeón AL-Hilal, el As-Sabab (donde luce el argentino Ever Banega) y el Al-Ittihad, el más popular del país. Y así, de paso, formaron una selección de respetable rendimiento, que retornó del último Mundial con un significativo pergamino: la única que puedo vencer a la Argentina, la campeona (lo hizo en un sorpresivo debut). También Arabia Saudita consiguió ser la sede de la Supercopa de España –la reciente fue ganada por el Barcelona sobre Real Madrid- tras una movida en la que se asociaron la propia Federación ibérica con su presidente Luis Rubiales y ese todoterreno de los medios, las polémicas y los negocios llamado Gerard Piqué. Trasladar su tradicional competencia a territorio saudita, le brinda a la Federación española un beneficio de 40 millones de dólares anuales y una cifra similar sería para los italianos.

“La incorporación de Ronaldo y la supercopa española son parte de la Visión 2030 del príncipe heredero. Se trata de transformar el país a todos los niveles y ahí también entra el deporte. Invierte mucho en instalaciones, en fichajes, en la contratación de expertos en el deporte”, explicó Mohamed Essa, delegado de la Liga española en Arabia Saudita en una producción especial en el diario El Mundo. “La llegada de Cristiano Ronaldo es un logro para el país y le hace competir con sus vecinos de Emiratos y Qatar. Aquí aseguran que los van a superar pronto y vendrán más fichajes”, agregó.

Pero la movida saudita en el campo deportivo es mucho más amplia. Desde el 2021 cuenta con una fecha en la Fórmula 1, en el circuito de Jeddah, que le garantiza a la máxima categoría del automovilismo un ingreso de 650 millones de dólares durante una década. Fue en ese circuito donde Max Versappen y Lewis Hamilton protagonizaron una enloquecida carrera en 2021 y donde la lista de sponsors incluye a Aramco, Rolex, Pirelli, Heineken, DHL y FLy Emirates. A la vez, Arabia Saudita invirtió una cifra todavía mayor para Mutmahl Holding, la dueña de la escudería McLaren. También los sauditas se quedaron con el Rally Dakar, que en el período anterior se disputaba en territorios sudamericanos, y le ofrecen unos 15 millones de dólares anuales. Los sauditas participan además en la escudería Aston Martin y en la Fórmula 3 del automovilismo.

El boxeo, cuya atracción se mantiene en ciertas regiones por el negocio televisivo, no escapó a la aventura saudita. En 2019 en Diriyah organizaron el “choque de las dunas”, promocionada revancha entre Andy Ruiz Jr. y Anthony Joshua por la corona unificada de los pesados. Según el sitio The Athletic invirtieron una bolsa de 60 millones de dólares. Joshua retornó a Arabia Saudita en agosto pasado donde la bolsa por su pelea ante Oleksandr Usyk se disparó hasta los 80 millones.

Arabia Saudita también tiene la ambición de lanzar una liga de golf que rivalice con las tradicionales –principalmente la PGA estadounidense- y el año pasado realizó su llamada “Liv Golf” con 25 millones de dólares en premios, donde cambiaron la modalidad tradicional de disputa de los torneos: aquí eran 54 hoyos en lugar de 72, garantizando premios a todos los jugadores, tanto en forma individual como por equipos. Lo que está en proyecto inmediato ahora, y discutiéndose en los más altos niveles del golf, es si aceptan la Superliga con 10 mil millones de dólares que el FIP saudita promete para una década con su nueva gira, que tiene como armador técnico a la ex estrella australiana Greg Norman, pero que puede alterar toda la rutina conocida de su deporte.

El tenis, las pruebas hípicas y la lucha libre (aquí le garantizan 400 millones de dólares por diez años a la organización WWE) son otras de las movidas. El país también ya se aseguró la organización de los Juegos Asiáticos del 2034, que consideran el trampolín hacia los Olímpicos 2036, si el COI finalmente se los concede.

Detrás de la mayoría de estos movimientos y como titular del Fondo está nada menos que Mohamed bin Salman, el heredero de la corona saudita y que se involucró personalmente en la compra del Newcastle, en la contratación de Cristiano Ronaldo o en la gira de golf.

A sus 38 años, Salman es uno de los hombres más ricos del mundo y dueño de la mansión más cara del planeta: su Chateau Louis XIV, vecino a Versalles, le costó 275 millones de euros. Tiene sus puertas bañadas por completo en oro, piscinas, bodega y el único acuario subterráneo privado de Europa. Según algunas fuentes del hermético mundo del arte como la revista especializada Artnet, Salman sería el comprador del cuadro más caro de la historia (el “Salvatore Mundi” de Leonardo da Vinci por 400 millones de dólares) y también posee un yate que vale…casi 500 millones. Pero el príncipe también quedó en el foco de la tormenta después del asesinado de Khashoggi.

“El ingreso de Arabia Saudita al deporte es parte de un acercamiento por etapas del reino. Y no solo en la esfera del deporte, sino también en la de los negocios, el entretenimiento y las artes, para alterar la percepción que hay de él, tanto en el exterior como en el propio país, de que solo se trata de una rica monarquía conservadora musulmana”, definió The New York Times.