Argentina
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El fiasco sanitario

Alberto Fernández arrancó su mandato encerrando a todos (y todas) en pleno verano, contradiciendo el principio básico de la salud: "no hay que encerrarse ni hacer vida sedentaria, hay que salir, oxigenarse y ejercitarse."

Al encierro el gobierno le agregó miedo, para lo cual se valió de frases gancheras pero perjudiciales como "quédate en casa" y advertencias casi dictatoriales como "no pongas en peligro la vida de tus seres queridos", y otras tantas que provocaron más muertes de las que salvaron y dispararon los graves problemas psicológicos y psiquiátricos que hoy sufre gran parte de la población: miedos, fobias, ansiedades, alergias y adicciones por las que unos diez millones de argentinos está sobremedicado y una industria farmacéutica superenriquecida.

Por cuestiones ideológicas atendió la pandemia solo con efectores públicos, demorando el resultado de los testeos en el Malbrán y acotando el diagnóstico del problema y las posibles soluciones a la red pública, desconociendo que la salud argentina se compone de un subsector público y de otro privado.

Empleó cifras amaneadas para respaldar sus decisiones autoritarias y anticientíficas, que luego quedaron en ridículo cuando se las contrastó con datos globales. Pasamos de tener "mejores índices que Suecia y Holanda" a tener más muertos que Brasil y Estados Unidos proporcionalmente.

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Mientras impidió que las familias despidieran a sus fallecidos y quiso encarcelar por "esparcir el virus" a los "irresponsables" que pedían libertad para circular y trabajar, abrir las escuelas, o se oponían al pase sanitario, el Presidente festejó el cumpleaños de la primera dama rodeado de amigos y justificó las manifestaciones en fechas peronistas y en memoria a Diego Maradona.

Integró una lista con profesionales amnésicos del juramento hipocrático de defender al paciente, que por un minuto de fama en televisión fueron capaces de decir los siguientes absurdos: "el surfer trae el virus de la playa", "los runners contagian", "la señora que toma sol en el parque es un peligro", "el virus viaja de CABA a Provincia", "si no tenés síntomas sos enfermo asintomático", "si el test te da negativo igual podes tener el virus", "la pelota de tenis infecta", y otros disparates por los cuales deberían ser condenados éticamente y citados a dar explicaciones ante un juez.

Permitió que se experimentaran vacunas con argentinos, pero por razones ideológicas inicialmente se negó a comprarlas, y empezó diciendo que sería una dosis pero hay pacientes que ya recibieron siete inyecciones sin garantía de protección.

Rompiendo los más elementales principios farmacéuticos, autorizó la aplicación de vacunas que aún estaban en fase experimental, justificó la inyección de vacunas vencidas y defendió el cambio de marcas y laboratorios para las sucesivas dosis, a pesar de que están hechas con fórmulas y procedimientos diferentes.

Demoró los tests rápidos y otros productos y servicios en farmacias y laboratorios privados, que facilitan el acceso a controles y trámites y descomprimen al sector público. Optó por centralizar el testeo en el Estado, erigiéndose como único comprador y proveedor, sin garantizar eficiencia ni transparencia en el servicio, dando lugar al negocio y la coima, ya que se comprobó que desde los propios centros públicos se vendían insumos y adulteraban datos y resultados.

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González García, Vizzotti, Gollán y Kreplak, con apoyo de medios oficialistas, se dedicaron a perseguir, tratar de negacionistas y prohibir en radio y televisión a los doctores y científicos imparciales, que señalábamos las inconsistencias de la política oficial y nos manifestábamos a favor de fortalecer la salud de los ciudadanos con mejores hábitos, en vez de asustarlos, sobretestaearlos, y obligarlos a productos de dudosa efectividad y a pases que no eran sanitarios sino doctrinarios.

Este gobierno quemó los libros de medicina y farmacia, separó a la familia, y se entregó a los negocios con la industria farmacéutica, que antes debía justificar la necesidad de usar un determinado producto y ahora tiene en el Estado a su cliente bobo, que, con el dinero del pueblo, compra por todos y para todos, insumos sanitarios muchas veces innecesarios y otras veces inefectivos.

El "quedate en casa" y las contradicciones oficiales mataron más personas de la que salvaron.

Cuando se aproximaba el fin de la pandemia, en vez de ocuparse de la calidad de vida de la gente, el gobierno encaró con firmeza lo que más sabe: hacer negocios con la salud.

Para poder seguir con el curro de la receta de papel, que favorece falsificaciones, duplicación de prescripciones, y el cobro de reintegros por prestaciones no brindadas, el gobierno se negó a reglamentar la ley de receta electrónica 27553/20 y le quitó la comodidad a la gente de poder mostrar la foto de la receta en WhatsApp.

Axel Kicillof despilfarró quinientos millones de pesos en geles sexuales para "evitar que se rompa el preservativo durante la relación sexual", cuando se sabe que es mejor y más económico comprar preservativos ya lubricados. La maniobra consistió en comprárselos a "Farmacoop", una cooperativa farmacéutica que no se dedica geles sexuales, para mostrarla como "empresa recuperada".

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Se mintió sobre el "congelamiento de precios de medicamentos", porque los acuerdos jamás se cumplieron y el precio de los fármacos subió inclusive más que la inflación. Es obvio que el gobierno prefiere remedios caros y favorecer a la industria farmacéutica instalada: porque se negó a autorizar nuevos laboratorios que sirven para incrementar la oferta de productos y bajar los precios; porque se opuso a fijar precios de referencia que impiden que la gente pague más por lo mismo; y porque omitió recordar la vigencia de la ley de medicamentos genéricos que permite sustituir entre equivalentes terapéuticos para que el paciente no quede obligado a marcas caras sostenidas con corrupción médica.

Luana Volnovich gastó catorce millones de pesos del dinero de Pami en cotillón para festejar el mundial, a pesar de que la Superintendencia de Salud solo permite gastar el dinero de las obras sociales en prestaciones de salud.

La Auditoria General de la Nación (AGN) reveló que el Ministerio de Salud realizó compras directas de insumos que no tenían autorización para uso sanitario, que en sus compras faltó documentación sobre precios y declaración jurada de proveedores, y que hubo cobros injustificados por diferencias entre presupuestos y órdenes de pago.

Para poder seguir "currando" en este año electoral con el uso discrecional de los fondos públicos, el gobierno extendió la emergencia sanitaria hasta fin de año. La prórroga perjudica aún más la salud a los ciudadanos, porque las matrículas de los profesionales están vencidas y su validez se extiende por decreto, sin ver la cara ni en qué condiciones está el matriculado, dejando espacio para el fraude.

La extensión de la emergencia sanitaria, que autoriza a los empleados públicos a seguir trabajando a media máquina, y la delegación del control de precios en entidades privadas como sindicatos y organizaciones sociales, prueban que este Estado no sirve y que hay que cambiarlo para que cumpla su verdadera función.

Este gobierno no está arrepentido de nada y te sigue mintiendo, pero vos ahora sabes que cuando te dicen "el Estado te cuida" en realidad significa "el Estado te perjudica".

Marcelo Peretta es Precandidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (JxC); Doctor en Farmacia y Bioquímica, UBA.