Argentina
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El lado oscuro de la papa: la AFIP se metió en campos bonaerenses y descubrió una penosa situación

La papa es, por lejos, la hortaliza más consumida en el país y según diversos estudios, su consumo presenta una tendencia positiva en los últimos años. Según datos oficiales, la Argentina produce aproximadamente 2,8 millones de toneladas y ocupa el puesto número 30 a nivel mundial, donde el principal productor es China con 91,8 millones de toneladas.

La provincia de Buenos Aires concentra el 55% del cultivo, donde el 90 % se distribuye, a su vez, en los partidos de Balcarce, Gral. Alvarado, Lobería y Tandil.

Hacia allí se dirigió la AFIP la semana pasada y se encontró, en algunos casos, con una realidad desoladora con trabajadores que vivían y trabajaban en condiciones sumamente precarias. Los procedimientos realizados por los inspectores permitieron verificar que 17 personas se desempañaban en tareas de riego y de siembra de ese cultivo sin los más mínimos elementos de seguridad e higiene.

Las acciones de control fueron llevadas adelante por personal de la Dirección General de Recursos de la Seguridad Social (DGRSS) y de la Dirección General Impositiva (DGI), en conjunto con los Ministerios de Trabajo de la Nación y de la provincia de Buenos Aires. Los operativos en estas áreas rurales surgieron a raíz de denuncias y de tareas de investigación previa de las áreas especializadas del organismo.

"El personal de la DGRSS y de la DGI se presentó para relevar de manera presencial las condiciones laborales de los trabajadores que se desempeñaban en el riego y producción de semillas de papa. Los ocho establecimientos donde se hicieron los procedimientos declaraban estar dedicados a la producción del tubérculo. En total se encontraron a 29 personas con distintos tipos de irregularidades, como salarios no percibidos o inconsistencias entre las Declaraciones Juradas presentadas por los empleadores en relación a los salarios efectivamente pagados", informó el organismo.

En ese sentido, los casos más graves se verificaron en 17 trabajadores que vivían en los campos en condiciones sumamente precarias, con pisos de tierra o hechos con maderas superpuestas. Las casillas carecían de las condiciones mínimas de seguridad y de higiene, con estructuras de baños químicos pero que por dentro no tenían las correspondientes instalaciones. Tampoco contaban con electricidad ni sistema de refrigeración para evitar que los alimentos quedaran expuestos y evitar su descomposición o que sean comidos y contaminados por roedores.

Asimismo, el personal del organismo comprobó a partir de sus propias declaraciones, que los trabajadores sufrían descuentos por el costo de los alimentos y de las garrafas que utilizaban para cocinar, por los pasajes y del seguro por accidente.