Argentina
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Los pobladores que rechazan el asistencialismo y apuestan a su esfuerzo

El miércoles pasado viajé a Lima, provincia de Buenos Aires, a visitar a Gastón Vigo Gasparotti, quien dirige Akamasoa de Argentina, una asociación humanitaria inspirada en la obra que realiza el padre Pedro Opeka en la isla africana de Madagascar.

Lo conozco a Pedro y lo voy conociendo a Gastón. Este joven argentino, de apenas 34 años, nació en la ciudad de Santa Fe en 1988. Se educó en el colegio de la Inmaculada Concepción, de los jesuitas, donde se recibió de bachiller. Desde joven sintió el deseo de ayudar al prójimo y a la educación en el esfuerzo que recibió de sus padres le sumó ese salir en busca de los más necesitados.

Devoto de la Virgen de los Milagros, Gastón se recibió de Licenciado en Administración de Empresas en la UCA de Rosario e hizo una maestría y un doctorado en Economía, estudiando a la distancia en una Universidad de Suiza. Hasta los 25 años trabajó en la empresa constructora de su padre, pero en ese momento sintió que debía tomar otro rumbo. Así fue como continuó con ese misionar de la juventud, dedicándose de lleno a combatir la desnutrición infantil, pero comprendiendo que no era suficiente para erradicar la extrema pobreza.

Gastón tiene una hija llamada Libertad. Me recibió trepado al techo de una de las casas que están terminando de construir. Perforaba con una máquina una plancha de telgopor. A su lado, varias madres de familias, que viven o quieren vivir en Akamasoa de Argentina, lo estaban ayudando en la tarea. Porque al igual que en Madagascar, acá en Lima, todos los miembros realizan una contraprestación a cambio de lo que reciben.

Entre los emprendimientos se cuenta un invernadero con productos alimenticios para ser comercializados.

Entre los emprendimientos se cuenta un invernadero con productos alimenticios para ser comercializados.

Los tres pilares son los mismos que aplica el padre Opeka: educación, trabajo y disciplina. Por eso ya cuentan con un jardín de infantes y una escuela en formación para los adultos. Y por eso también ya están funcionando dos invernaderos donde se producen frutillas y lechugas, estas últimas bajo el sistema de la hidroponía. “Tenemos toda la producción vendida a dos empresas y estamos por construir el tercer invernadero”, me dijo Gastón.

¿Pero cómo fue que empezó todo?, le pregunté. Tal vez para congraciarse conmigo, me dijo que buena parte comenzó con la lectura de mi libro: “Un viaje a la esperanza”, donde relaté mi visita a Madagascar para conocer la obra del padre Pedro. Y después fue a escucharlo, cuando Opeka vino a la Argentina, en 2018, más tarde se relacionó con su hermana Lucía y le propuso a Pedro ir a visitar Akamasoa y estando allí sintió que la obra era una respuesta integral al problema de la pobreza. Salir de ella, dignificando a la persona.

Entonces, luego de madurarlo, al llegar a Argentina, le propuso a Pedro tratar de replicar el modelo en nuestro país. A partir de allí, la Providencia entró a obrar. Cuando le pregunté si creía mucho en ella, me dijo: “Ayer mismo vino a visitarnos un hombre de la colectividad eslovena. Era la primera vez que lo veía, pero nos donó plata para terminar las dos últimas casas que ves allá”.

Manos a la obra de los vecinos que colaboran en la construcción de sus casas.

Manos a la obra de los vecinos que colaboran en la construcción de sus casas.

Gastón vive en Capital y viaja todos los días, bien temprano, a Lima. “Algún día nos vamos a venir a vivir acá”. Le creo, porque se le nota en los ojos las ganas de estar con la gente que se ha ido sumando al proyecto. “Al principio no nos creían mucho, pero ahora que ven casas terminadas muchos quieren venir”.

Y Gastón comienza a contarme los planes para el futuro. Por una donación consiguieron comprar cuatro hectáreas de campo y ya han levantado las primeras seis casas y otras dos que se están terminando. “Construimos una cocina industrial y pensamos comenzar a producir viandas para empresas, además de las huertas de los invernaderos. Y tenemos que levantar un dispensario y una escuela”. Y agrega que una capilla, aunque al igual que en Madagascar, en Akamasoa de Argentina no se hace acepción de personas, ni por ideología, condición, ni religión.

Todos están invitados mientras quieran educar a sus hijos, respeten las normas de convivencia y trabajen, sea en Akamasoa o afuera de ella. Eso no importa. “La persona se dignifica con el trabajo, se convierte en protagonista de su propia historia”, dice Gastón. “Tenemos la gracia -cuenta- de que cientos de voluntarios siempre están apareciendo para ayudarnos, sea en la búsqueda de donaciones, como en venir a trabajar unos días acá. Por eso tenemos unos sitios especiales para los voluntarios”.

El incipiente barrio cuenta con una maestra y se proyecta edificar una escuela.

El incipiente barrio cuenta con una maestra y se proyecta edificar una escuela.

Y cuando hablamos de Argentina, Gastón habla con mucho conocimiento pese a su edad. Es que ha viajado por todo el país y conoce de cerca la miseria. Además, sus conocimientos de Economía y Administración lo complementan para ser realista, pese a estar movilizado por una utopía que le permite soñar. “Pienso que esto es como un oasis de esperanza. Quisiera que se multiplique en distintas partes del país”.

El padre Pedro Opeka, mentor de una obra en la que se inspiró el joven que la replica en Lima.

El padre Pedro Opeka, mentor de una obra en la que se inspiró el joven que la replica en Lima.

“Está demostrado que los llamados planes sociales han fracasado, que no dan respuesta, que no han revertido la pobreza, sino que la han profundizado. Pienso que la sociedad está empezando a cambiar y se da cuenta de ello. Los mismos sujetos del asistencialismo toman conciencia de la trampa en que están encerrados”.

Me lo dice entrando en uno de los invernaderos, lleno de plantines de frutilla a los que un grupo de mujeres le están conectando el sistema de riego por goteo. En un cartel se lee una frase del padre Opeka que dice: “El asistencialismo nunca ayudó a poner de pie a un pueblo, por el contrario, lo puso de rodillas”: Más adelante hay otro cartelito con una frase de Walt Disney: “Si sueñas y crees en los sueños, corres el riesgo de poder lograrlo”. Le digo que estoy de acuerdo con ambos y que lo que hace falta en nuestro país es volver a soñar en el progreso, en el trabajo, en el mérito y el esfuerzo.

El padre Opeka recibió en 2019 la visita del Papa Francisco.

El padre Opeka recibió en 2019 la visita del Papa Francisco.

Nos despedimos. Le pido una frase que resuma su lema para Akamasoa de Argentina. “Siempre trabaja absolutamente dedicado, hasta el fondo, nunca saciado, jamás desesperado. La única solución radica en el trabajo concreto e intenso”, contesta. Subo al auto y voy desgranando esa frase, mientras pienso en la pobreza de Argentina y cómo se necesita gente como Gastón para seguir soñando en la posibilidad de cambiar las circunstancias.

El autor de la nota escribió el libro“Un viaje a la esperanza”, sobre la obra del padre Opeka en Madagascar.

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