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Sergio Massa pide que no le hagan trampa con la inflación, pero el que necesita 'trampa' es él

Para cumplir con el FMI y licuar el gasto público sería conveniente que la inflación mensual no baje del 5,5% según demuestra un estudio privado.

El viernes en el acto en el CCK por el relanzamiento del programa Precios Justos, una versión de los controles de precios que aplica el Gobierno, Sergio Massa, ministro de Economía, señaló lo siguiente.

Nadie en este acuerdo se tiene que hacer trampa. Algunas empresas limitaron la oferta de los productos en las góndolas planteando que no tenían abastecimiento en la cadena de valor. Así como alguna vez dijimos que no podíamos permitir que haya empresas que subfacturan o sobrefacturan importaciones o exportaciones, tampoco podemos permitir que el acceso a beneficios públicos no termine redundando en el beneficio del consumidor o del ciudadano. El esfuerzo lo tenemos que hacer entre todos evitando picardías. Así como ponemos incentivos, también tenemos que dejar al desnudo a aquellos que le hacen trampa al Estado”, advirtió Massa en el CCK.

En Economía hay algo que se llama precio (p) por cantidad (q) -p x q es su expresión algebraica-, y una de sus máximas reza que no se pueden controlar ambas variables y debe optarse entre dejar que los precios suban (más inflación) o que se produzcan faltantes (ofertas acotadas en las góndolas). Massa apunta a sostener p y que la q no decaiga, monitoreando que los empresarios no hagan “trampa”.

El Ministerio de Economía sabe la estabilización de la inflación es la carta con la que el ministro juega su imagen como dirigente político para este año electoral y su proyección más adelante.

Pero lo que Massa no cuenta es que una caída fuerte de la inflación sería costosa porque el Tesoro perdería recaudación y una fracción del gasto aumentaría en términos reales como es el caso de las jubilaciones, según advierte un reciente trabajo de la consultora Analytica, que conduce el economista Ricardo Delgado.

“El 56% del gasto primario son prestaciones sociales, jubilaciones y programas sociales. Estas partidas, sea en forma automática o discrecional, ajustan en base a la inflación pasada. Si ésta se redujera en los próximos meses, más de la mitad del gasto público aumentaría en términos reales, porque los ajustes vienen con rezago. En tanto, los ingresos fiscales también crecerían, pero en menor medida: en términos reales resultan más insensibles a cambios en la tasa de inflación. Como resultado, el déficit primario, en un contexto de inflación a la baja, crecería”.

El objetivo fiscal comprometido con el FMI de un déficit de 1,9% es compatible con una inflación promedio mensual de 5,5%, una variación anual del 90% entre puntas, dice Analytica.

En la Argentina siempre se habla de los beneficios de bajar la inflación. Son innegables. Pero también implica desafíos para el Tesoro. Cuanto menos suben los precios más difícil es disimular para la política el ajuste que se comprometió a hacer con los mercados. O al revés: la inflación ensucia las cifras y disimula los ajustes de no actualizar los haberes y beneficios. Es la trampa de la inflación.