Costa Rica
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Carta a mi hijo, Gérald Vásquez, asesinado por la dictadura en Nicaragua

Susana López, la mamá de Gerald Vásquez, tuvo que emigrar de emergencia de Nicaragua, ante la incesante persecución que emprendió el régimen sandinista en su contra luego del asesinato del muchacho. Ella vive ahora en Costa Rica junto a su hijo menor, Leo.

Gerald, estoy bien. Me corté el pelo, creo que te gustaría como se ve. Me habían dicho: “doña Susana, córtese el pelo, para que no la reconozcan en la frontera”. Sin embargo, no quise darles el gusto. Lo decidí hasta que estuve de este lado; la psicóloga a la que voy ahora me dijo que tengo que empezar de nuevo, y es lo que estoy intentando hacer.

Gerald, Leo está contento. Saca puras notas de 90 en la escuela; la niña dice que es muy inteligente. El chavalo me pide que le compre regalos para la novia, según él; una chiquita machita, muy linda. Vieras qué grande que está, ya tiene ocho años. Cada día se parece más a vos.

Creo que por eso es que antes le compraba trajecitos y sandalias como las que usaste vos desde chiquito para bailar folclor. Pero ya estoy aprendiendo que son muy diferentes, y eso está bien. Ahora, veo cómo va desarrollando su propia personalidad, le gusta la Liga y dice que las cosas son “chivas”. El papá se enoja y le dice que si ahora se cree tico, pero a mí me gusta ver cómo se acopla. Me da tranquilidad.

Gerald, te fuiste hace ya más de cuatro años. No te imaginás todo lo que ha pasado.

***

La última vez que hablamos estabas ya en la barricada de la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN), en Managua. Todavía vivíamos en Masaya, pero ya había pasado la Operación Limpieza, con la que Daniel Ortega intentó desmantelar los tranques y barricadas que resistían en todo el país.

Te fuiste de la casa el lunes 7 de mayo del 2018, me prometiste que ibas a volver. Los días pasaban y la cosa se ponía cada vez peor. Yo fui a pedirte que regresaras, te conté que tus hermanas querían verte y que Leo te extrañaba. Me dijiste que no podías dejar a tus amigos, que, además, te sentías más seguro ahí que en la casa.

Muchacho, todavía no sé de dónde sacaste ese espíritu revolucionario. Yo no iba ni a votar, ¿para qué, si hasta las elecciones se las roban? Pero vos saliste diferente, desde que entraste a la Universidad a estudiar Construcción me decías que no era justo que humillaran a los estudiantes por un bono alimenticio.

Gerald es recordado en Nicaragua como "el bailarín de las trincheras", debido a que fue un apasionado por el baile folclórico desde niño. En el 2014, terminó sus estudios universitarios; posteriormente, ingresó a la UNAN, donde cursaba la carrera técnica de Construcción. (Asociación Madres de Abril)

Días antes, el 13 de abril, cuando se incendió la Reserva Biológica Indio Maíz, los estudiantes salieron a exigirle al Gobierno que atendiera la emergencia. Vos llegaste en la noche bien quemadito por el sol, no me lo habías dicho, pero yo supe que andabas ahí. Tu papá te pegó, te dijo que eras un vago. Vos no le respondiste nada.

Las protestas grandes empezaron cinco días después. Vos no te habías unido porque me estabas ayudando con la venta de frescos para mantener la casa. Cuando el régimen anunció la disminución de las pensiones de los ancianos, pensaste en tu abuela. Y cuando mataron a Richard Pavón, lloraste de rabia. Él tenía solo 17 años, pudo haber sido tu hermano menor. Ese 7 de mayo ya no aguantaste más, y te fuiste.

Cumpliste 20 años en la trinchera, el 26 de mayo. No te pude celebrar en la casa, pero tus compañeros de lucha te festejaron, con lo que tenían a mano. Me mandaste fotos; te veías muy contento.

Todo lo que pasó después, esos últimos tres días, lo tengo como bloqueado. Fue el 13 de julio. Estabas en la barricada de la UNAN cuando los policías y los paramilitares empezaron un ataque armado; ustedes corrieron a refugiarse en la iglesia de la Divina Misericordia. Durante 12 horas les dispararon. “Moriré como un guerrero, no como un simple prisionero”, escribiste en Facebook. Ay, Gerald, ¿ya lo sabías?

Llevabas una bandera de Nicaragua en los hombros cuando una de las balas te alcanzó, justo en la cabecita. Tus compañeros te cuidaron, te cobijaron y te cantaron el Himno Nacional. Todo quedó grabado en las redes sociales, para que nadie se atreviera a cambiar la historia. Llegó la madrugada y tu profecía se hizo realidad.

Decenas de personas acompañaron el funeral de Gerald Vásquez, en julio del 2018. Al frente estuvo siempre su mamá, Susana López, quien caminó con los puños en alto y una blusa con la leyenda "que se rinda tu madre". (Carlos Herrera - Confidencial)

Al día siguiente tuve que ir al Hospital Vivian Pellas a reconocer el cuerpo de mi hijo mayor, el tuyo: Gerald José Vásquez López, de 20 años, estudiante de tercer año de Construcción, el mismo que de pequeño me dijo que cuando fuera grande, cuidaría de la familia para que nada nos faltara.

El régimen no tuvo respeto ni siquiera por nuestro duelo. Ese mismo día empezó la persecución. Fuimos a sacar el acta de defunción cuando nos cayeron los paramilitares.

Día y noche, una, dos o tres camionetas nos seguían adonde fuéramos; no había un solo lugar donde no nos estuvieran hostigando: ni en la misa, ni cuando tus hermanas salían a la escuela, ni cuando iba a las seis de la mañana a comprar tortillas. Gerald, hasta nos subieron el recibo del agua y de la luz, para que no se nos olvidara que nos tenían vigilados. Había un hombre que si me subía al bus, me tomaba fotos; si me subía al taxi, me tomaba fotos. Un día me cansé y le dije: “Ya estoy harta de que me tomés fotos de espaldas, ¿qué posición querés?”.

Así pasamos casi tres años. Me quedé sin trabajo. Tampoco dormía, ni la Clonazepam me ayudaba.

Una vez, Leo se puso muy mal y tuvimos que llevarlo al hospital. Estuvo varios días y hasta ahí me anduvieron buscando. Entonces, decidí que ya no podía más, no iba a permitir que a él le pasara nada. Hablé con un señor que siempre nos apoyaba, le dije “Me tengo que ir mañana”. Él nos ayudó con $300, con eso planeamos el viaje.

Esa noche nadie durmió. Las camionetas dieron vueltas toda la noche, no teníamos por dónde salir si llegaban a la casa. Pero a las cuatro de la mañana del 11 de junio, Leo y yo salimos en el bus con la maletita pequeña. Al rato me llamó tu hermana, me dijo que me andaba buscando el hijo de la vecina, el que trabaja en la alcaldía de Managua. Yo le respondí que no se preocupara, que ya nosotros íbamos lejos, que estábamos llegando a Granada.

Gerald, cuando me acuerdo de la caminada de ese día me duele la espalda. Sentía que bajaba, subía y bajaba en el lodazal. Tuvimos que cruzar por un punto ciego; estoy segura de que estaba en la lista, en esa de todos los que han ido a parar a la cárcel, y si me iba por la frontera de seguro me agarraban. Por eso conseguí un baquiano que nos ayudó a pasar.

Llegamos con el barro hasta las rodillas, pero en la finca nos cobraron ¢2.000 y nos dejaron cambiarnos, desayunar y, ahora sí, ir a la frontera, ya del lado tico, a pedir los papeles de refugio. A las 8.30, oficialmente, ya estábamos en Costa Rica.

En julio del 2019, cuando aún vivía en Nicaragua, Susana López conmemoró el primer aniversario del asesinato de su hijo, Gerald Vásquez. (Asociación Madres de Abril)

Gerald, Leo y yo ya cumplimos más de un año de estar acá. Tus tres hermanas no han venido todavía. La menor no quiso hacer el viaje con nosotros, le dio miedo cruzar. Ella ya casi termina la escuela, a veces me pregunta si voy a ir a la graduación, o me reclama que por qué la dejé allá. Pero yo no la dejé, vos sabés que no, fueron las circunstancias.

Siempre intento juntar plata y mandarles, pero en estas semanas no he podido. Estoy buscando trabajo, ya pedí en el parque industrial y en una tienda por la casa, ojalá me llamen.

Vivimos unos meses en San José, pero nos tuvimos que cambiar. Ahora prefiero que casi nadie sepa dónde estamos porque no me siento tranquila. Es mucho el trauma, y aún aquí estoy casi segura de que nos siguen vigilando.

Gerald, fijate cómo son las vueltas de la vida, aquí me tocó seguir tu lucha. Daniel Ortega y Rosario Murillo se equivocaron totalmente, ellos creían que al tener fuera a todas estas personas se iba a bajar todo el movimiento, y no, donde está más fuerte es aquí.

Si me vieras estarías orgulloso. Ahora yo, Susana López, soy una de las dirigentes de la Asociación Madres de Abril. Me capacité en Derechos Humanos y montamos un Museo de la Memoria, para que el mundo conozca los crímenes que se han cometido en Nicaragua. Ya hemos estado hasta en la OEA y en Europa.

No es que quiera protagonismo, vos sabés que eso no me gusta. Yo ya no tengo una vida propia, no duermo y no como bien. Más bien, quiero irme desligando, para darle espacio a otras.

Gerald, es que estoy agotada, física y emocionalmente. ¿Y sabés qué es lo que me arrecha? Que vengan a decirme que yo estoy bien, que estoy muy cómoda. Porque me critican; ahora me dicen que a dónde dejé mi dolor, porque estoy aquí y tal vez en algún momento me ven y estoy sonriendo.

¿Cuál comodidad? Perdí a mi hijo, perdí mi casa, dejé a mis hijas, estoy en un país sobreviviendo, no viviendo. No estoy en un lugar con lujos, nada. Y es que yo mi dolor lo llevo por dentro. Mi tristeza, mi rabia, mi furia. Todo el mundo me puede ver reír, pero es que yo me prometí, desde lo que pasó, que no iba a agachar mi cabeza.

Sigo en esto porque cuando te perdimos yo me propuse encontrar a las familias de los asesinados, para acuerparnos. Es que como vos, solo en el 2018, mataron a más de 300. Quinceañeros, estudiantes, comerciantes, médicos. Hasta al pequeñito Tyler Leonardo, que acababa de cumplir su primer año, lo mató una bala en junio, cuando sus papás intentaban escapar del tiroteo.

Por eso me mantengo en la lucha, Gerald, pero también intento seguir adelante. Yo caí en una depresión horrible y me ha costado mucho salir. Por eso ahora, si me invitan a un cumpleaños, yo voy, me tomo una cerveza e intento pasarla bien. Porque en Managua no podía hacer nada; eso no era vida.

Me esfuerzo, también, por Leo. A veces me pide que lo lleve de vacaciones a Nicaragua, y no sé cómo explicarle que no podemos. Pero él también tenía muchas ganas de ir al mar, y ya logré ahorrar para llevarlo. También me conseguí una licuadorcita. Vos sabés lo que me gusta cocinar, tal vez pueda hacer comidas para vender, o abrirme una venta de frescos, como la que tenía con vos en Masaya. Así vamos, poco a poco.

De vos aprendí que nos toca quedarnos en la trinchera, vos tuviste la tuya y esta es la mía. Por mí no te preocupés, Gerald. Voy a estar bien.

Nota del editor: Texto elaborado por la periodista Sofía Chinchilla a partir de su conversación con Susana López.

En noviembre del 2019, Susana López se presentó ante el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde exigió que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo se responsabilice por las más de 300 muertes de manifestantes que se registraban hasta ese momento. (Juan Manuel Herrera/OEA)