Costa Rica
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Editorial: Nuestra dependencia del petróleo

La constante celebración del éxito en materia ambiental y los significativos avances en la generación de energía limpia nos ponen en riesgo de olvidar nuestra creciente dependencia de los hidrocarburos. Es cierto, Costa Rica produce más del 98% de su electricidad con tecnologías limpias y renovables, pero con ella apenas abastece el 21% del consumo total de energía.

En el 2019, los hidrocarburos representaron el 65% del consumo energético. El resto provino de biomasa y otras fuentes, según el Sistema Nacional de Métrica de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae). Hace 20 años, los hidrocarburos aportaban el 62% de la energía, la electricidad el 19% y la biomasa otro 19%. En dos décadas, el aporte de los hidrocarburos al consumo total más bien aumentó. La electricidad, aunque limpia, ganó menos terreno y lo hizo a costa de la biomasa y otras fuentes renovables.

El Informe Estado de la Nación lo explicó con claridad en el 2020: “Pese a las metas y compromisos que el país ha asumido en materia de emisiones, la matriz energética no ha tenido grandes cambios en las últimas tres décadas, en especial, en cuanto a la alta y creciente dependencia de los hidrocarburos”. El mismo informe señaló, en otra oportunidad, al sistema de transporte nacional como el más contaminante de Centroamérica. Este sistema se mueve, casi por completo, merced a los hidrocarburos.

En términos absolutos, el país pasó de consumir 12 millones de barriles en el 2003 a 22 millones en el 2019. Luego de una disminución durante las restricciones de la pandemia, la importación del 2021 repuntó a casi 21 millones de barriles. La descarbonización ofrecida una y otra vez al mundo no pasa de las buenas intenciones y la dependencia de los hidrocarburos más bien aumenta.

Al mismo tiempo, un país rico en fuentes limpias de energía profundiza su dependencia de fuentes externas, expuestas a las fluctuaciones constatadas en los últimos meses, producto, primero, de la reactivación económica después de los peores momentos de la pandemia y, posteriormente, de la invasión rusa a Ucrania. La disminución de la dependencia de los hidrocarburos es, también, necesaria para incrementar la seguridad energética del país.

No cabe duda de la urgencia de sustituir los hidrocarburos importados por electricidad local, pero esa transición depende del abaratamiento de la producción nacional de energía y una mayor apertura del sector. Mientras crece la adicción a los combustibles fósiles, el país aprueba a duras penas y con grandes limitaciones una ley de generación distribuida para estimular el consumo de energía por quien la produjo. El modelo puede dar impulso a la sustitución de hidrocarburos en instalaciones industriales mediante fuentes limpias, como el sol tropical, totalmente desperdiciado aunque se ofrece, en la actualidad, como la fuente más barata de cuantas existen.

Según Carlos Montenegro Godínez, director ejecutivo de la Cámara de Industrias de Costa Rica, la sustitución de los hidrocarburos con electricidad local será posible solo a precios competitivos. “Por eso, deberíamos abrir el mercado de la generación eléctrica para que ese futuro crecimiento de la oferta energética sea renovable y se haga en Costa Rica a precios competitivos”.

En eso y en el replanteamiento del sistema de transporte para emplear medios electrificados y públicos está la salida de la dependencia del petróleo en un país que debe cobrar conciencia de la necesidad de lograrlo. La meta debe ser conseguida, además, con la diversificación exigida por los retos del cambio climático que se ensaña contra el Istmo.

Potencial para generar electricidad a partir del sol

Costa Rica desperdicia la oportunidad de aprovechar el sol tropical para producir energía. (Shutterstock)