Costa Rica
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Escrito por Wílmer López: Al mejor futbolista tico en la historia

Hablar del 10, hablar del Capi, hablar de la Comadreja, hablar del Flaco, hablar de ese muchachito delgado, callado, muy silencioso, con el cual tuve la dicha de compartir camerino, de ser compañero y amigo, hablar de esa persona como ser humano, una persona increíble, de ese jugador, que para mí es el mejor que ha tenido Costa Rica en su historia, porque así lo avalan los resultados, además de las capacidades que tiene...

Hablar de ese muchacho que con 16 o 17 años llegaba al camerino, sin muchas palabras, con una actitud para entrenarse que siempre ha sido un ejemplo... Hablar de él hace inneceario que diga su nombre.

Me acuerdo bien de las pruebas físicas que en aquel momento se hacían: el famoso “yoyo test”, en las canchas de fútbol cinco del Alejandro Morera Soto. Él rompía todos los esquemas habidos y por haber entre los futbolistas del campeonato nacional. Reventaba la máquina, como decimos popularmente. Terminaba la prueba y él estaba entero.

Desde esos días, en sus primeros pasos, marcaba lo que sería su carrera, daba pinceladas de lo que él era, su personalidad, su carácter, su actuar. A quienes lo tuvimos a la par en sus inicios no nos sorprendió lo que con el paso de los años llegó a hacer.

En las idas a entrenar a la famosa Chaparra... la Chaparra es un cafetal en San Isidro de Alajuela, con callejones de tierra, partes de zacate, peñones, con fuertes subidas y bajadotas, un terreno feo para correr y en algunos tramos hasta peligroso. Ahí hacíamos un circuito de un kilómetro con cien metros y él siempre era el que comandaba el grupo en esos trabajos físicos.

Le dábamos ocho o diez vueltas y él comandaba prácticamente todas. Recuerdo bien... Yo físicamente siempre había sido muy bueno en esos trabajos y siempre iba ahí, pegadito detrás de él, sin que se diera cuenta.

En las últimas dos o tres vueltas yo agarraba la batuta y cuando lo hacía, nunca olvidaré sus palabras, me decía: “Qué dicha que ya llegó”.

Así le ayudaba a jalar al grupo, a que no se bajara el ritmo, a respaldar lo que él estaba haciendo. Como joven que era, ya intentaba liderar, y uno, como jugador de experiencia, ayudaba a que mantuviera ese nivel de entrenamiento que se proponía. Me alegra creer que de alguna forma uno le coolaboró.

Ver a ese muchacho espigado, flaco, de pelo chuzo hasta la altura de los hombros, que llegaba a entrenar día a día con una muy buena disposición, fue una dicha.

En alguna ocasión faltó a los entrenamientos como dos o tres días, por una cirugía estética, y cuando volvió entrenó como si no hubiese faltado nunca. Era un joven preocupado por todo: por su estado físico, por su presencia, por cómo lo veíamos los compañeros, un joven con deseos de superarse, que nunca se conformó con esa talentosa zurda que Dios le dio.

Esas cosas uno las pone ahora sobre la mesa y dice: con razón una carrera tan exitosa. No me extraña que la culminara en un Mundial.

Bien hecho, Flaco.

A Bryan Ruiz nadie le regaló una carrera con final en el Mundial. Quienes vimos sus inicios, comprendemos su final. (JAVIER SORIANO/AFP)