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La antigua práctica de la cicatriz tribal de por vida se desvanece en Sudán

Kholoud Massaed, de la tribu hadaria de Sudán, recuerda el día en que su rostro fue marcado con una navaja afilada, una antigua práctica que era común en esa época.

Ahora octogenaria, aún luce en cada mejilla las tres líneas de heridas que se han oscurecido con el tiempo.

"Me llevaron a lo de un hombre que realizaba esa práctica. Lo hizo con un cuchillo pequeño", contó Massaed a AFP en su aldea de Om Maghad, 66 km al sur de Jartum.

"Tenía siete años y lloré. Me dijeron que debía llevar esas marcas faciales porque eran una señal de belleza", recordó.

La cicatriz tribal, una práctica antigua que era común en África, consiste en marcar la piel para identificar la afiliación tribal o como símbolo de belleza.

Según el Grupo de Derechos de las Minorías, cerca de 30% de la población de Sudán pertenece a minorías étnicas africanas y el resto son árabes sudaneses.

La práctica se ha reducido a lo largo del tiempo y muchos lo consideran poco higiénico, arcaico y obsoleto.

"La gente antes cantaba sobre esto", dijo Massaed. "En el pasado tenía mucho valor".

Esta mujer sufrió durante mucho tiempo por sus cicatrices y ahora agradece que la práctica esté desapareciendo.

Cuando sus propios hijos crecían, Massaed se negó a permitir que pasaran por esa agonía.

"No llevé a ninguno de mis hijos a ser marcados", afirmó. "Ahora los tiempos son diferentes".

"Solo gente vieja lleva esas marcas, las generaciones jóvenes no", sostuvo.

Al igual que Massaed, Farma Ahmed de la tribu ja'aileen también tiene líneas en su rostro.

"El dolor duró semanas", indicó, al recordar los ungüentos tradicionales que utilizó para aliviar el sufrimiento.

Comunidades en áreas rurales de Sudán han luchado para acceder a atención médica adecuada debido a la falta de instalaciones e infraestructura.

Muchos hombres también fueron marcados de por vida.

Para ellos, las marcas variaban de pequeñas líneas verticales u horizontales en las mejillas hasta formas de "T" o "H", según Babiker Mohamed, de la tribu mahas.

"En ese tiempo no era una elección, sino algo inevitable", según este hombre de 72 años.

"La gente simplemente llevaba a los niños a la persona que marcaba rostros y éste lo marcaba según su nombre tribal", contó.

Mohamed dice que él también se negó a marcar a sus hijos.

"Soy probablemente de la última generación que tuvo el rostro marcado", comentó.

Idris Moussa Abdelrahman, de la tribu ja'aileen, espera que la práctica nunca vuelva.

"Es una distorsión y daña a las personas sin ningún motivo", señaló.

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