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Escrache vecinal en la sede de Turisme de Barcelona en defensa de una "ciudad habitable"

Carlos Márquez Daniel
Carlos Márquez Daniel

Periodista

Especialista en Movilidad, infraestructuras, política municipal, educación, medio ambiente, área metropolitana

Escribe desde Barcelona

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Sucede en pocas ocasiones que en una protesta callejera haya casi más policía que manifestantes. En el caso que nos ocupa, una concentración contra el turismo en Barcelona, se ha dado esta peculiar situación, con decenas de Mossos creando un cordón alrededor de la Pedrera y agentes de la Guardia Urbana controlando accesos y calles. Quizás haya tenido algo que ver el efecto fiestas de la Mercè... Han sido un centenar las personas que se han hecho carne en el paseo de Gràcia para reclamar el decrecimiento del 'forasterismo' en la ciudad, una plaga, dicen, que echa a los vecinos y agrava la crisis climática. A pesar del dispositivo de seguridad, el ondulado edificio de Antoni Gaudí era solo el punto de encuentro. Desde ahí, pequeño 'tour' por Provença, Rambla Catalunya y pasaje de la Concepció para terminar en la sede de Turisme de Barcelona, que ha quedado irreconocible. Así ha sido el día internacional del turismo de los barceloneses que no tenían nada que celebrar.

Los convocantes forman parte de la red SET (Sur de Europa contra la Turistización), donde comparten cruzada con ciudadanos de urbes como Génova, Lisboa, Nápoles, Ibiza, Venecia, Córdoba, San Sebastián o Madrid. Hablan de una situación "insostenible agravada por la crisis climática económica y energética", y exponen reclamaciones que van más allá de los males asidos al turismo: rechazan la ampliación del aeropuerto de El Prat o del puerto de Barcelona, exigen abandonar cualquier pretensión de organizar grandes acontecimientos como los Juegos de Invierno o la Copa América y reclaman frenar cualquier operación urbanística o inmobiliaria que tenga que ver con los visitantes. También quieren incrementar un 50% la tasa turística y disolver Turisme de Barcelona, un organismo, denuncian, que funciona con fondos públicos pero que en el fondo es "un lobi que vela por intereses privados".

La "rendición" de los 'comuns'

Daniel Pardo, de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico, se ha encargado de empujar el carro con los enseres de la manifestación (escalera, amplificador, pegatinas, pancartas...). Era, por lo tanto, la persona ideal para resumir la esencia de la convocatoria. Admite, de entrada, que ellos no tienen la solución mágica, que lo que buscan es "abrir el debate sobre el modelo de ciudad". Algo, dice, que ha echado de menos por parte del gobierno de Barcelona en Comú: "Han sido una gran decepción. Al principio ilusionaban, pero el declive ha sido constante. Además han cedido el tema del turismo en el PSC..., una clara rendición".

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Quieren eliminar los cruceros -"de manera progresiva", conceden-, reducir la oferta de habitaciones en hoteles y apartamentos turísticos y "dejar de depender de una economía vulnerable que además expulsa a las personas de sus casas". Todo ello lo han resumido, además de con la lectura de un manifiesto, con un escrache redondo en la sede de Turisme de Barcelona, cuya fachada se ha convertido en una inmensa pancarta contra el propio organismo. 'La ciudad para quien la habita', 'no a la ampliación del aeropuerto', 'emergencia climática' o 'ninguna vecina fuera de los barrios' son algunos de los lemas que han quedado pegados al edificio. A ambos lados, por cierto, agentes de los Mossos y de la Urbana, que han han observado desde la prudente distancia. Al tratarse de un pasaje estrecho y con solo dos salidas, cualquier intervención habría tenido un final incierto.

Estado de la preocupación

En el barómetro municipal de mayo de 2017, el turismo se coló en lo más alto de las preocupaciones ciudadanas, desbancando a los asuntos que suelen ocupar este puesto, como la todopoderosa inseguridad, el paro y la economí familiar o el acceso a la vivienda. Cuando Ada Colau asumió la alcaldía, en junio de 2015, solo el 5,3% de los barceloneses señalaban a los forasteros como el principal mal de la ciudad. Dos años más tarde eran el 19%. El pasado mayo eran solo el 6,1%. Qué duda cabe que Barcelona se ha vuelto a llenar este verano de forasteros, que los congresos volverán a traer miles de personas durante todo el año, que los cruceros igualarán cifras de 2019 y que los hoteles y apartamentos turísticos lucharán para desestacionalizar el turismo. Tendrán en frente a estos vecinos. Y está por ver qué actitud toma el gobierno que salga de las elecciones de mayo de 2023.