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Película de terror en el desierto

Mundial de Qatar 2022

La desconcentración y los errores defensivos colocaron a la selección contra las cuerdas y mostraron sus debilidades con los octavos a la vista

España mostró sus debilidades en el Mundial de Qatar en el peor momento posible, en el partido que tenía que marcar su futuro en este Mundial de Qatar. Fue el de Japón un guion de película de terror, con esos comienzos en los que los protagonistas disfrutan de la vida en zonas ajardinadas –no se le pudieron poner mejor las cosas a La Roja con el gol de Morata a los doce minutos– hasta que de repente la luz se vuelve oscuridad y lo que era felicidad colectiva se transforma en pánico. Resulta del todo inexplicable lo que le sucedió a la tropa de Luis Enrique en el vanguardista Khalifa International Stadium. Quizás sus hombres lo vieron todo tan encarrilado que la desconcentración y los errores defensivos les condenó al sufrimiento, a una agonía extrema que no sólo les dejó sin ideas sino que arrancó sus costuras de cuajo, como si la tensión reventara el traje de favorito hasta deshilacharlo.

La selección fue fiel a su ideario en la primera parte. Más allá de un par de despistes, los nipones no tuvieron casi nunca superioridad y se limitaron a jugar cerrados y ordenados. El escenario no podía ser más beneficioso, sobre todo cuando Morata abrió el marcador para aportar tranquilidad al combinado nacional. Se imponía aplicar el fútbol control, que Busquets, Pedri y Gavi tomaran las riendas para cabalgar al ritmo que le interesaba a La Roja. Los que tenían que arriesgar eran los adversarios. El paso de los minutos favorecía a los españoles, cómodos en la posesión y con transiciones al gusto. Se respiraba un ambiente 'made in Spain' en el césped y en las gradas que no hacía presagiar el descalabro del inicio de la segunda mitad. La selección jugó con fuego y estuvo a punto de quemarse si Alemania no hubiera remontado a Costa Rica.

El miércoles, cuando Luis Enrique aseguró en su comparecencia ante los medios de comunicación que había que tener mucho cuidado porque los cuatro países del grupo llegaban a la última jornada con posibilidades de clasificarse, en la sala hubo un murmullo mínimo, como si se diera por hecho que los ticos no tuvieran opción alguna contra los germanos. Y, sobre todo, porque si algo había demostrado hasta la fecha el grupo del entrenador asturiano es que era muy complicado ganarle. Incluso cuando las cosas no funcionan como debieran, los rivales tienen grandes dificultades para superarle porque el balón es de su propiedad y cuesta horrores crearle ocasiones. Anoche todas esas evidencias cayeron por el sumidero. Tres minutos para olvidar obraron la remontada de Japón, que se limitó a poner algo más de intensidad.

Lo peor no fue tanto la derrota en sí, esto es una Copa del Mundo y un día malo lo puede tener cualquiera. Lo que realmente resultó descorazonador es que una vez que los asiáticos se pusieron por delante en ningún momento dio la sensación de que La Roja podía devolverles la jugada. El técnico gijonés, que había apostado por un nueve puro y que dio la alternativa a Balde y Nico Williams en un intento de poner más mordiente en las bandas, recompuso sus líneas. Quitó a Morata y dio entrada a Asensio para intentar convertir de nuevo la pelota en un arma y no en un utensilio inútil. La verdad es que los cambios no surtieron efecto y los futbolistas deambularon perdidos en el desierto catarí en busca de un oasis que resultó ser un espejismo. Cuando Costa Rica se adelantó (1-2) a Alemania los fantasmas de Brasil y Rusia aparecieron en Doha con estruendo de grilletes. Salvados de milagro.