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Suecia, Francia e Italia: los ultras avanzan en la UE gracias a la inmigración y la delincuencia

Ayer, Italia. Hace dos domingos, Suecia. En la primavera, Francia. Elección tras elección, el avance de la extrema derecha se confirma en las urnas europeas. Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, se dispone a gobernar en el país vecino al frente de una coalición con Matteo Salvini y Berlusconi, si se confirman los sondeos a pie de urna que le atribuyen la mayoría en ambas Cámaras. Los Demócratas de Suecia (DS) fueron el partido más votado de una coalición de todas les derechas del país nórdico. En la primavera, Marine Le Pen, pese a perder contra Emmanuel Macron en las presidenciales, logró 89 diputados en las legislativas de junio.

Meloni y el DS forman parte del grupo Conservadores y Reformistas Europeos en el Parlamento Europeo con Vox y los polacos de Derecho y Justicia, en el poder en Varsovia. Salvini y Le Pen, junto con Alternativa por Alemania están en otro, Identidad y Democracia. Los primeros son atlantistas y críticos con Vladimir Putin; los segundos críticos con la OTAN y complacientes con el líder ruso.

A todas estas formaciones les une su posición frente a la inmigración y la delincuencia, temas que a su juicio van de la mano: son partidarios de restringir el asilo y la acogida de inmigrantes. Este tema, eludido por los partidos tradicionales, ha sido la clave de sus avances electorales, según la mayoría de expertos. Aunque la guerra en Ucrania y el poder adquisitivo también han pesado en el ánimo de los electores.

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En Francia, donde Le Pen está en la oposición, el gobierno de Macron ha prometido una nueva ley de asilo para comienzos de 2023. El presidente de la República Francesa quiere cambiar "una política absurda" a la vez "ineficaz e inhumana". "Ineficaz porque tenemos más extranjeros en situación irregular que nuestros países vecinos; inhumana, porque esta presión hace que, a menudo, los acojamos mal". Esto ha llevado al jefe del Estado francés a proponer repartir a los extranjeros en los "espacios rurales" a repoblar, lo que Le Figaro calificó de "acrobacia".

En lo que Macron tiene razón, sin duda, es en que el asunto no puede ser tabú. So pena de alimentar a los que rompen el silencio, consensual y biempensante: "Nos enfrentamos en Europa al ascenso de los extremos. ¿Por qué sube la extrema derecha? Puede ser porque hemos relativizado en nuestros debates públicos lo que separaba a la extrema derecha del resto del campo político de nuestras democracias occidentales".

Aunque estos partidos suelen rechazar la etiqueta de extrema derecha porque, afirman, les estigmatiza; lo cierto es que están a la derecha de la derecha clásica (homologada en el Partido Popular Europeo). Los especialistas tampoco emplean el término ultraderecha, reservado a grupos radicales o violentos. Ellos mismos prefieren ser considerados 'nacionalistas' y lo son aunque en España se asume que esta etiqueta define sólo a partidos de ámbito catalán (ERC, PDeCAT) o vasco (PNV, Bildu).

"Esto no es una ola neofascista a punto de arrasar Europa de norte a sur como un 'tsunami' de peste parda" editorializaba Philippe Gélie en Le Figaro hace unos días. Lo que Hermanos de Italia y Demócratas de Suecia no pueden negar, y no lo hacen de hecho, es sus orígenes (neofascistas y filonazis, respectivamente). También comparten, haber hecho un trabajo de muda ideológica, su fulgurante crecida en las urnas y su postura euroescéptica. Y por encima de todo, su dureza contra la inmigración.

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SUECIA.- Entre los fundadores en 1988 de los SD, al menos un tercio eran antiguos neonazis admiradores del III Reich, según reconoce el propio partido en un Libro Blanco, una manera de decir que no tienen nada que esconder. Jimmie Akesson, 43 años, se hizo con las riendas del partido en 2005 junto con tres amigos, todos estudiantes en Lund, una ciudad pequeña al sur de Suecia. Desde 2012 el partido afirma aplicar una política de "tolerancia cero" frente al racismo.

La voluntad de "normalización" del partido ha ido pareja a su profesionalización y a su presencia en el Parlamento, donde entraron en 2010 (5,7%). "Hoy estamos en el 20,6% lo que muestra el camino recorrido de un pequeño partido del que todo el mundo se burlaba hasta convertirnos en la segunda formación de Suecia" dijo, eufórico Akesson el domingo 11 tras el cierre de las urnas.

Hubo que esperar tres días (y al recuento del voto procedente del extranjero) para conocer el ganador: el bloque de las derechas obtuvo 176 actas frente a las 173 del centro izquierda. Magdalena Andersson, primera ministra desde noviembre de 2021, presentó su dimisión pese a que su partido, el socialdemócrata, fue el más votado (30,3%)

En principio, la coalición de derechas había pactado que los SD no estarían en el Gobierno que debe dirigir el conservador Ulf Kristersson cuyo partido sólo pudo ser tercero (19,1%). Negocia estos días, no sólo con los extremistas de los SD, sino también con Democristianos y Liberales.

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El precio para que los SD renuncien a tocar poder es "un acuerdo por escrito" con el programa de Gobierno que debe incluir el endurecimiento de la política migratoria, "el retorno de la ley y el orden" y "un giro conservador de la política cultural". Así como el mantenimiento, en su nivel actual, del subsidio de desempleo que los partidos burgueses querían reducir.

ITALIA.- Según los sondeos a pie de urna, Italia tendrá una mujer al frente de su gobierno. Será la primera vez. Giorgia Meloni se define a sí misma como "mujer, italiana y cristiana". Su lema cabe en otras tres palabras: "Dios, familia y patria", que recuerda al "Dios, patria y rey" de los carlistas de España. Meloni, que en junio estuvo en Andalucía apoyando la campaña de Vox, busca presentar a su partido como conservador y tradicionalista aunque sus orígenes políticos están el neofascismo. Se presentaba al frente de una coalición formada por sus Hermanos de Italia, La Liga de Matteo Salvini y el veterano (y teóricamente) más moderado Silvio Berlusconi. Y eso sí que será una primicia: La extrema derecha al frente de un ejecutivo de Europa Occidental.

Aunque el sistema electoral italiano es complejo, con una mezcla de escrutinios proporcional y mayoritario, y aunque los colegios electorales cerraron a las 23.00 horas, toda indica que Meloni y sus compañeros de coalición se habrían impuesto claramente a la coalición de izquierdas liderada por Enrico Letta, un hombre de 55 años. Este veterano exprimer ministro regresó a Italia tras seis años dirigiendo la prestigiosa escuela de Sciences Po (Ciencias Políticas) de París. Sorprendido por la caída del gobierno de unidad nacional de Mario Draghi, no logró pactar ni con los populistas del Movimiento Cinco Estrellas de Giuseppe Conte ni con los centristas de Carlo Calenda aliado con otro 'ex premier', Matteo Renzi. Todos ellos han sido barridos en las urnas.

Los tres tenores de la derecha se llevan mal, hasta el punto de que sólo han comparecido juntos en un mitin, el de cierre de campaña en Roma. Pero olfatearon el poder y pactaron un programa común y el reparto de escaños. Además, conscientes de su debilidad ante la fuerza ascendiente de Meloni; Salvini y Berlusconi aceptaron el liderazgo de esta mujer de 45 años, menuda (1,63 m.) pero carismática.

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Meloni tiene la fuerza de los humildes que se han hecho a sí mismos. Cuando su padre les abandonó, su madre se mudó al barrio de Garbatela, feudo de la izquierda. Sin embargo, al pie de su casa tenían una sede las juventudes del Movimiento Social Italiano (MSI) fundado en 1946 por un puñado de antiguos dirigentes de la República de Salo, fieles hasta el final al Duce, Benito Mussolini. Entre ellos, Giorgio Almirante, al que se atribuye la invención de la llama tricolor, símbolo del partido...

... y de los Hermanos de Italia de Meloni. El emblema, sí. En cambio, la saga neofascista ha evolucionado. Gracias, sobre todo, a Gianfranco Fini que tomó el relevo de Almirante a finales de los 80. Varias veces ministro, presidente de la Cámara, sirvan estas citas como prueba de su evolución: "Mussolini fue vencido por las armas pero no por la Historia" (1992); "el Duce fue el jefe de Estado más grande del siglo XX" (1994): "el fascismo fue el mal absoluto" (2009, en Jerusalén). Fini rebautizó el MSI en Alianza Nacional en 1995 y su coalición de socio de Berlusconi contribuyó a blanquear el partido.

Meloni cuenta en su autobiografía que era una fan del 'Señor de los Anillos' y que las juventudes neofascistas en las que ingresó a los 15 años fueron su "segunda familia". Le persigue una frase dicha cuando tenía 19 años: "Mussolini fue un buen político". Diplomada y con reputación de seria y leal, es nombrada ministra de Juventud a los 31 años. Estamos en 2008. Tiempos de Berlusconi y Fini.

Por eso, Meloni puede decir que "la derecha italiana ha archivado el fascismo en los libros de Historia desde hace decenios, ha condenado la supresión de la democracia y las leyes infames contra los judíos". Declaración grabada por ella misma en inglés, francés y español en un video difundido en agosto pasado.

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Controlar la inmigración

¿Qué impulsa este avance simultáneo de la extrema derecha en países tan diferentes como Suecia e Italia? "El terreno común está formado por inmigración incontrolada, integración fracasada e inseguridad creciente (este año han muerto 48 personas a balazos en las guerras de gángsters en Suecia) a los que se suman la angustia identitaria y la pérdida de referencias culturales", respondió Philippe Gélie en un editorial de Le Figaro.

"Suecia fue el país europeo que ha acogido más demandas de asilo en proporción a su población. Suecia era un país homogéneo que recibía emigrantes procedentes mayoritariamente de otros países europeos. Pero los migrantes no occidentales de primera y segunda generación han pasado del 2% en 1980 al 20% hoy. Desde los años 80 las encuestas demostraban que la opinión publica deseaba reducir la inmigración (...) pero los partidos tradicionales, motivados por su fervor ideológico por el multiculturalismo, no hacían caso (...) Toda persona que criticaba las políticas migratorias era tratada de racista o nazi", escribió Tino Sanandaji, un economista sueco iraní en un trabajo para el 'think tank' europeísta Fundapol.

Los Demócratas Suecos han publicado un plan de 30 puntos para endurecer la normativa sobre inmigración. Quieren poder rechazar peticiones de asilo en base a religión o identidad sexual. Quieren, en definitiva, acabar con la inmigración extra europea y mandar de vuelta a casa a los musulmanes.

Meloni en su programa exige que la Unión Europea instale 'hot spots' en la orilla sur del Mediterráneo donde se examinen las peticiones de quienes quieran inmigrar a Europa antes de que emprendan viaje. También quiere un mejor reparto de quienes lleguen y una "defensa" más intensa de las fronteras nacionales y externas de la UE que impida los desembarcos en las costas europeas. Porque "cuando están aquí, los ilegales viven en condiciones precarias y a menudo inhumanas que les empujan a la prostitución y el tráfico de drogas".

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Europa, sacudida

Los nuevos ejecutivos de Estocolmo y Roma van a hacer ruido en Europa. Gracias al 'brexit', los suecos dejaron de hablar de 'swexit' y no cuestionan la adhesión a la OTAN. De hecho, la integración en la Alianza, pedida por el Gobierno socialdemócrata saliente deberá ser ultimada por la nueva coalición. Suecia ostentará, además, la presidencia rotatoria de la UE en el primer semestre de 2023, justo antes del turno de España.

Meloni y sus aliados quieren renegociar muchas cosas con Bruselas pero, con la deuda en el 150% del PIB, no tienen casi margen. Roma ha recibido ya 36.000 millones en ayudas (de los 68.900 acordados) y 10.000 millones en préstamos (de 122.000 acordados). Así que, tras alguna gesticulación y algún retoque cosmético, poco cambiarán las cosas.

Otro cariz pueden tomar futuras negociaciones sobre inmigración, asilo, etc.; terrenos que han permitido a las extremas derechas de Suecia e Italia llegar al poder.