Guatemala
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Hasta cuándo Sperinsen

Comencé escribiendo del caso Pavón con una columna el 27 de mayo del 2014, cuando el entonces comisionado de la Cicig Francisco Dalla Nesse publicó un documental en el que hacía serios señalamientos al sector privado. A los pocos días, lo retiraron de la página de la Cicig y hubo cuestionamientos sobre cómo se había financiado la producción.

En un sentido, el sesgo expuesto en ese documental retrata política, ideológica y estratégicamente la metodología que ejecutó la Cicig a lo largo de los 12 años que estuvo en Guatemala en la mayoría de los casos paradigmáticos, como el de Ríos Montt, caso Pavón, etc., al exponer su compleja y perversa metodología de enredar, mediante medias verdades, mentiras y un bolsón alucinante de generosas prebendas de exilios de oro en —calidad de testigos protegidos— a confesos asesinos a cambio de sus testimonios. En otras palabras: el asesino tuvo siempre más peso de credibilidad en todos los casos que les interesaban.

Escribí: “Un documental que fue presentado ante diversos tribunales con el fin de ‘humanizar’ o deformar (?) el criterio de los jueces, con una narrativa saturada de graves acusaciones contra lo que denomina ‘la oligarquía’, la impunidad de la cúpula empresarial, la absoluta certeza de culpabilidad de los acusados, lanzando lapidariamente, con total libertinaje, un sinnúmero de señalamientos extremadamente serios, que cité textualmente”:

—“Apoyado por la cúpula empresarial guatemalteca (¿?), Berger impulsó un programa de seguridad que escondía un plan sistemático de violación a los derechos humanos y ‘limpieza social’. Este plan fue ejecutado a sangre fría”. (El subrayado es mío).

—“El venezolano Víctor Rivera había montado un mecanismo de represión y muerte ‘al servicio exclusivo de las principales familias de la oligarquía de Guatemala’.

—“Vielmann y sus cómplices decidieron avanzar sobre la cárcel Pavón para profundizar su plan de limpieza social y “de paso quedarse con el botín de los delincuentes” (¿?).

—“La familia Vielmann es conocida por su apoyo a todas a las dictaduras militares que asolaron Guatemala en el siglo XX”.

“Acusaciones graves, dentro de una narrativa disfrazada de grises, pero con profundos negros ciertamente torcidos e irresponsables”.

“¿Demuestran seriedad tales aseveraciones? ¿Acaso no pinta con claridad un sesgo insano, una falta de objetividad y seriedad incuestionable? Digo, lanzar semejantes pedradas con nombre y apellido sectorial raya en una declaración confrontativa de oscuras intenciones que rebasa por mucho el mandato de la Cicig”.

Luego surgen dentro del melodrama propio de la organización del juicio los testimonios de algunos testigos, entre ellos el ahora exreo Carlos Bendfeldt, testigo protegido que purgaba una pena por la muerte de dos agentes de la SIC. Cosas del destino… Bendfeldt mató a dos agentes. Ahora, por testificar contra sus jefes, está libre. Conjura del mismo destino: también el condenado por el asesinato de los esposos franceses dueños del restaurante Chez Pierre, ahora testigo protegido, goza de libertad a cambio de su testimonio —¿absolutamente validado e irrefutable…?—. Preguntamos: ¿Los derechos humanos y la impunidad de quién defendió la Cicig?

¿Se podía esperar imparcialidad y justicia con los antecedentes que tenía la Cicig en la investigación de varios casos paradigmáticos en donde se manipularon testigos, mentido descaradamente y hasta acusado a gente inocente, causando que hasta su máximo jefe fuese destituido? Ahí están los testimonios. Y las heridas de las víctimas aún supuran.

El haber producido este filme con un guion narrativo repleto de tantas medias verdades, cuantiosos grises y francas difamaciones contra la cúpula del sector empresarial —lo que ellos llaman—, las principales familias de la oligarquía, en subtexto, responsables de ser el epicentro de todos los males que aquejan Guatemala, siempre denotará una falta de seriedad y respeto inadmisible”. Fin de la cita.

Erwin Sperinsen sigue en prisión. El juicio fue un circo. Los jueces eran de ideología izquierdista y simpatizantes con las oenegés de derechos humanos. No permitieron importantes y determinantes testigos declarar y, al final, como sale publicado en su página: “Los fiscales y jueces suizos querían enviar una señal a la lejana Guatemala. En nombre de los derechos humanos, se violó las normas más básicas del juicio debido: las acusaciones ya de por sí vagas fueron constantemente enmendadas, todo lo que indicaba la inocencia del acusado simplemente fue ignorado sin ninguna justificación o explicación; al final, Sperisen es declarado cómplice de un supuesto asesino, quien fue absuelto en Austria en la misma causa”.

“Lo que realmente sucedió en Guatemala nunca fue aclarado. Al final, los jueces y fiscales suizos se dejaron guiar por un solo motivo: en el caso de un fallo absolutorio, a Sperisen le hubiera correspondido una millonada de dólares en compensación por cinco años en detención preventiva injustificada”.

Y ahí está Erwin, mientras escribo esta columna, guardando prisión por un crimen que nunca cometió.

No te olvidamos, Erwin.