Peru
This article was added by the user . TheWorldNews is not responsible for the content of the platform.

Camino a la anarquía

Acorralado y desolado. Este es el sentir y actuar de Pedro Castillo Terrones en lo que debe interpretarse como sus últimos días al frente del Ejecutivo. Solo en esta semana que nos deja, convocó a los líderes de opinión a conformar un gabinete de “ancha base” ante el amago de renuncia de Aníbal Torres Vásquez como Premier. Al no obtener respuesta, no tuvo opción que ratificarlo. Casi en paralelo, la Fiscalía -en una controvertida acción- decidió irrumpir en Palacio de Gobierno en búsqueda de la “cuñija” Yenifer Paredes al haberse dispuesto detención preliminar por 10 días. Más de 3 horas duró la diligencia, sin resultado alguno, aunque off de récord se conoció que sí se encontraba al interior “a buen recaudo”. Al día siguiente, la propia Fiscalía se trasladó a Chota (Cajamarca), específicamente a la casa del profesor Castillo, para capturarla. Tampoco la ubicaron. Ante la presión mediática, no le quedó alternativa que entregarse a la justicia. Y lo hizo como si se tratase de alguna celebridad, en olor a multitud, respaldada por varios ministros (el aún PCM declaró sobre ella Los peruanos estamos ganando una líder que en las próximas elecciones debe estar defendiendo los derechos del pueblo en los puestos más altos de la política peruana”). 

Por la noche, visiblemente molesto, el mandatario dirigió un corto mensaje a la Nación calificando de “show mediático” la labor realizada por el Ministerio Público, atacando al Parlamento y a un sector de la prensa de pretender destituirlo. Desvarío tras otro. Entendiéndose como respuesta, al día siguiente el Ministerio Público anunció una nueva investigación (van 6, hasta ahora) en su contra y de Geiner Alvarado, entonces Titular de Vivienda (hoy en el MTC), por el presunto delito de organización criminal. Envalentonado, Castillo, secundado por un baladrón Torres y un apocado Chero, se reunió con un grupo de ronderos en la sede de gobierno, azuzándolos a cerrar el Congreso y salir a las calles a “defender la democracia”. Un evidente delito de sedición. Estos delirios presidenciales hacen presumir -cada día más y más- lo acorralado que se encuentra ante la evidencia (en cualquier momento con pruebas irrefutables) de estar directamente involucrado de serios delitos, y que evidentemente su eventual y pronta salida lo llevará directamente a la reclusión. 

También desolado. Salvo por uno que otro medio de comunicación afín, todos los demás dan por descontado que es cuestión de muy poco tiempo para que Castillo deponga el cargo. A nivel político se coincide en que pronto se arribará a los ansiados 87 votos en el Parlamento. La acalorada discusión protagonizada por María del Carmen Alva e Isabel Cortéz no hace más que prolongar la agonía política del Presidente.

 Castillo yerra al criticar a la administración de justicia, pues por un lado dice someterse a ella y por otro la acusa de estar politizada. Más aún (y esto es un claro ejemplo), el viernes pasado el Poder Judicial evaluó dos recursos presentados en los que pretende anular disposiciones fiscales de investigación preliminar en agravio del Estado. 

Otro garrafal error es permanentemente “pechar” al Congreso (como reza un dicho “lavas con la mano derecha lo que ensucias con la izquierda”). Cierto, el Legislativo tiene sus propios “demonios y fantasmas”; es decir, entre ellos mismos de vapulean. Sin embargo, que el Presidente Constitucional de la República un buen día extienda la mano y al otro lo acuse de golpista, no le hace para nada bien no solo a su alicaída imagen, sino a su cortísima permanencia como Jefe de Estado. 

El problema mayúsculo ya no es Pedro Castillo, sino su permanencia al frente del gobierno con un Premier con altisonantes frases, por un lado, y otros ministros excusándolo a cada instante (ensayando interpretaciones como “no quiso decir esto, sino lo otro”), mientras profundizamos las brechas como sociedad. Sí señores, los unos contra los otros, que en resumen se convierte a diario en fricciones entre nosotros mismos. Ya no importa (o no debiera) si se va primero Dina y luego Castillo. Los dos deben hacerlo, sin importar el momento. Pero eso sí, que sea de una buena vez. Dejar hacer, dejar pasar, nos lleva camino a la anarquía.