Peru
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Waterloo Presidencial

En términos políticos, el primer error de Pedro Castillo fue haber aceptado ser candidato presidencial, pese a no tener experiencia alguna sobre gestión pública. El segundo, asumir el cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú. Y así sucesivamente a lo largo de estos poco más de ocho meses de terribles yerros, tales como designar a personajes que no cumplen con el perfil idóneo para el puesto, o de estar involucrado (a través de familiares y amigos de su entorno) en actos de corrupción, entre otros. Durante sus alocuciones, casi siempre incoherentes, invoca a la clase política a estar unidos (algo así como un binomio Ejecutivo-Parlamento), aunque a los pocos minutos arremeta contra ellos, acusándolos de “golpistas”, entre otros adjetivos. Y, los medios de comunicación no se quedan atrás. Ataques continuos contra la prensa, en especial aquellos que cubren la -dizque- “agenda” del mandatario. Un factor en común en cada discurso es el invocar al “PUEBLO”. Claro, aunque no siempre indiferente, el pueblo está abocado al quehacer cotidiano (trabajo, estudio, compras en el mercado, etc.). En resumen, a la “calle” parecía no interesarle lo que aconteciera con la política en el país.

Hasta que el propio pueblo (sí, el/la compatriota pobre y extremo pobre) lo sintió en carne propia, con la estrepitosa subida de precios de los productos de la canasta básica, ante la ausencia de respuesta por parte del Ejecutivo en explicar las causas del tales incrementos y la solución para mitigar el impacto en sus bolsillos. Lejos de hacerlo, Castillo, quizá confiado de estar siempre hablándole al “pueblo”, y aprovechando el paro acatado por transportistas de carga pesada desde el último 28 de marzo, declaró que sus dirigentes estaban siendo coimeados. Infeliz frase, por decirlo menos, pues fue literalmente “la gota que derramó el vaso”, enardeciendo los ánimos ya caldeados de la ciudadanía, en este caso de los huancaínos, sumándose agricultores, ganaderos y comerciantes.

Con el transcurrir de las horas, y para intentar atenuar la responsabilidad, Castillo oficializó el aumento de la remuneración mínima vital en S/ 95.00 a partir del próximo 1 de mayo, dejando mal parado al ministro de Economía, quien había asegurado en una emisora local que dicho incremento aún estaba en evaluación. Pero, esta medida populachera tampoco logró controlar la ira de la población. Tuvo que llegar una comitiva de ministros a la “Ciudad Incontrastable” para que luego de firmada un acta se levantase la medida de fuerza con una tregua de cinco días.

Sin embargo, como reguero de pólvora, al día siguiente se iniciaron bloqueos en otras regiones del país, en tanto que el gobierno anunció como medida -nuevamente populista- la exoneración del impuesto selectivo al consumo de la gasolina de 84 y 90. Y esto, tampoco ha logrado apaciguar la furia de la gente en su justo y válido reclamo (más allá de la forma que bien podría ser cuestionable, máxime si se atenta contra propiedad pública y/o privada).

Aristóteles dijo alguna vez que “el hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”. Eso mismo ocurrió en horas de la mañana de este lunes en el distrito limeño de San Juan de Lurigancho, cuando el profesor Castillo pidió lacónicamente que lo dejen trabajar, agregando “De los 200 años de vida republicana, denle la oportunidad a un maestro por cinco años”.

Lo cierto es que el propio Castillo ha ofendido a aquellos que dijo, juró y perjuró, defender: El Pueblo. Hoy, ese mismo pueblo se siente defraudado y porque no decirlo traicionado de las tantas y tantas expectativas hechas por el entonces candidato y luego como mandatario, y cual efecto de “bola de nieve”, estos bloqueos se irán multiplicando y prolongando hasta que más temprano que tarde el precario inquilino de Palacio de Gobierno presente su renuncia.

Pedro Castillo Terrones ha tenido su Waterloo, solo queda esperar el ansiado resultado.