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Italia vota en plena crisis con la ultraderecha como gran favorita y bajo la sombra de Mario Draghi

Giorgia Meloni, en un acto de campaña.EFE

Italia es un país definido de forma recurrente como caótico. Y caótica es su política: ha tenido 67 gobiernos en 76 años y once en la última década. El domingo vuelve a las urnas en un momento de crisis energética, económica y también de liderazgo, con el poso todavía del Gobierno fallido de Mario Draghi. Las encuestas enseñan un claro viraje hacia la derecha cuando se cumplen ya once años de la caída de un Silvio Berlusconi que ahora ha dejado paso a Giorgia Meloni y sus Fratelli D’Italia. Roma podría darle las llaves de Chigi, la sede del Ejecutivo, al posfascismo, flanqueado por Salvini y por el propio Cavaliere, mientras la izquierda busca un giro importante bajo un sistema electoral que premia las coaliciones.

EMILIO ORDIZ // 20 MINUTOS

Desde el último paso por las urnas, hace ahora cuatro años, el sistema electoral que se utiliza es el bautizado como Rosatellum, en honor al diputado del Partido Democrático que propuso la reforma, Eltore Rosato. Con ese formato, el 36% de los escaños se reparten mediante un sistema de circunscripciones uninominales, en el que obtiene el escaño el candidato que obtenga un mayor número de votos. Esta fórmula servirá para repartir 147 escaños en la Cámara de Diputados y 74 en el Senado.

Otro 61% de los legisladores -245 diputados y 122 senadores- serán designados a partir de un sistema proporcional de listas, con entre uno y ocho escaños por circunscripción, en función de la población que tengan. Además, la normativa reserva el 2% de los escaños -ocho en la Cámara de Diputados y cuatro en el Senado- para los italianos que viven en el extranjero, también mediante un sistema proporcional de listas por partidos.

Hay matices a tener en cuenta. El reparto final tiene en cuenta una serie de umbrales mínimos: no obtendrán ningún escaño los partidos que se presenten en solitario y no logren al menos el 3% de los votos a nivel nacional. En el Senado, se establece como excepción la obtención del 20% de los sufragios en una región. Para las coaliciones, el umbral mínimo cambia y se eleva hasta el 10%.

Daniel Vicente Guisado y Jaime Bordel, politólogos y autores del libro Salvini y Meloni, hijos la misma rabia, explican a 20minutos que el giro que se verá en estas elecciones hacia la derecha “empieza con Tangentopoli”, el escándalo de corrupción que dio un vuelco al sistema de partidos a principios de los noventa y aupó a Berlusconi. Además, ambos aclaran que el verdadero cambio “es que la derecha radical ahora va a liderar -si se cumplen los sondeos- el Gobierno nacional, porque estar ya ha estado en él” desde el momento en el que el propio Berlusconi abrió las puertas tanto a la Lega Norte como a Alianza Nacional.

El verdadero cambio es que la derecha radical ahora va a liderar -si se cumplen los sondeos- el Gobierno nacional, porque estar ya ha estado en él
Guisado explica que desde hace décadas “hay una bolsa de votantes moderados que han quedado huérfanos” y que se han podido radicalizar. Ahora la favorita es una Giorgia Meloni que ha hecho carrera con una defensa firme de los postulados de ultraderecha, fue ministra y ahora ha recuperado el lema del fascismo “Dios, patria y familia” además de mantener la llama en su logo, símbolo del MSI heredero de Mussolini. “En Italia el descontento no se intenta cerrar, sino aprovecharse de él”, añade el politólogo.

El ascenso de Fratelli D’Italia -a quien los sondeos sitúan por encima del 27% de los votos- va en detrimento de la Lega de un Matteo Salvini desdibujado y que ya no es el de 2018, que esta presente en cada esquina. Su aspiración es, al menos, volver a ser ministro del Interior. “Si nos fijamos ha centrado toda su campaña en el discurso antiinmigración”, recuerda Guisado. Él ha dejado claro que quiere gobernar junto Meloni, pero para Bordel “no tiene asegurado un asiento en el Consejo de Ministros” y todo dependerá de la distancia que haya entre los dos partidos.

Los puntos de desencuentro en la derecha, que va unida, existen. Las sanciones a Rusia por ejemplo distancian a Meloni, que las apoya, de Salvini, que cree que no sirven para nada. Ella es atlantista; él, un hombre cercano a Putin. Con ambos en el Gobierno, eso sí, no habría un cambio de modelo económico: “A la derecha radical no le interesa demasiado la economía”, esgrime Bordel, que coincide con Guisado en que un Ejecutivo de derecha radical “no supondrá una regresión, pero sí mostrará que la sociedad es más elástica ante actitudes autoritarias”.

El ‘last dance’ de Berlusconi

Italia es un país complejo y las fórmulas que se den también lo serán. En la derecha hay alguien que quiere presentarse como un árbitro: Berlusconi. “Se ha posicionado como el mediador entre Salvini y Meloni, como quien les va a moderar, como que él es la derecha responsable”, coinciden los politólogos. El último baile de quien fue la imagen de la política italiana podría acabar, quién sabe, con el asiento de presidente de la República. Bordel lo ve complicado: “En su mente sí que es una posibilidad, pero además de la edad hay que tener en cuenta que podría no ser decisivo para formar Gobierno”. Guisado expresa de hecho que “es probable que los escaños de Forza Italia no le hagan falta a la derecha para sumar mayoría, aunque el partido sí tenga Ministerios”.

Los autores avisan de un escenario que no es descabellado, ya pensando en el día después de los comicios. “La derecha va a ganar, pero no sabemos si va a gobernar”, avisan. Los cismas internos pueden aflorar cuando haya que formar un Ejecutivo y aunque asumen que con una victoria de Meloni “habrá mucha más dialéctica y más aspavientos” existe la opción de que ella no tenga el bastón de mando. Ya lo dijo Carlo Calenda, líder del centrista Azione, en un foro: lo que vendrá después del 25-S será “un Gobierno Draghi” porque, dijo, las diferencias entre Meloni y Salvini harán imposible que la derecha firme un acuerdo.

Y en todo esto, ¿qué pasa con la izquierda? El PD de Enrico Letta parecía capaz de competirle la victoria a Fratelli, pero más allá del centroizquierda clásico la amalgama de nombres perjudica a ese espacio ideológico. Giuseppe Conte y Luigi Di Maio también están en esa esfera, pero no todos caminan al mismo ritmo. “El principal problema del centroizquierda es que no va unido a las elecciones”, reconoce Guisado, que hace un cálculo: si se presentaran juntos estarían en un 43% de los votos aproximadamente “y la diferencia entre bloques no sería tan grande”. Yendo por separado “se quedarán seguramente en un 33%”. Para los analistas, “la cuestión es coyuntural” más allá de que “la izquierda también se ha refugiado demasiado en los palacios de la administración y ha bajado muy poco a la calle” y además “ha hecho muy poca pedagogía con temas como la migración o Europa”.

El principal problema del centroizquierda es que no va unido a las elecciones

El nuevo Gobierno, sea el que sea, tendrá que abordar una importante crisis energética pero también la gestión de los fondos de recuperación de la UE, en los que Italia es el Estado miembro más beneficiado. Si Meloni llega a lo más alto, “se acercará a los postulados de Polonia y Hungría” e Italia “dejará de estar sentada en la mesa de Francia, Alemania, España o Portugal” como lo estaba con Draghi. El expresidente del BCE se va, pero su recuerdo, su imagen y sus decisiones marcan el devenir de una Italia que parece apostar por un cambio. Y según las encuestas este tiene nombre de mujer por primera vez en la historia.