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La asesina que sentía goce sexual al matar, se convirtió al leer la Biblia y fue ejecutada con una inyección letal

Karla Tucker tenía 23 años cuando cometió el brutal doble homicidio que la llevaría a la ejecución por inyección letal catorce años más tarde (REUTERS)

Habían tomado píldoras, fumado marihuana y consumido heroína. La mezcla de bebidas energéticas con alcohol los había excitado. Sentían que la adrenalina les quemaba el cuerpo. El fin de semana de locura exigía algo más que diversión a puertas cerradas.

Por infobae.com

Karla Tucker fue la que tuvo la idea. Tenía 23 años, la sonrisa fácil, el pelo revuelto y una vida difícil de prostitución y drogas. Casi desquiciada, riendo, les propuso a su novio Danny Garrett, de 37 años, y a su compañero de juerga James Leibrant, una plan a pura adrenalina: robar el departamento de un amigo en común, Jerry Lynn Dean (27).

Karla había tenido algunas peleas con Dean. Una de ellas muy violenta. Furiosa, la joven le había pegado un puñetazo en la cara. Con el golpe rompió sus anteojos y un vidrió se clavó en el ojo de Dean quien terminó en el hospital. Karla lo detestaba. Y sin más preámbulos les dijo a sus amigos que quería intimidarlo para que les diera el dinero que buscaban. Si no lo hacía, argumentó, podrían de todas maneras llevarse sus cosas y convertirlas en cash: una moto, la televisión, los equipos de música.

Para convencerlos Karla les mostró las llaves del departamento de Dean y se rio. Se las había robado a Shawn, la mujer de Dean, en un descuido unos días antes, mientras la ex esposa de su amigo le confesaba sus penas sobre su separación.

Nunca quedó claro si Karla en algún momento fue amante del hombre a quien había elegido como su víctima. Se dijo que Karla lo culpaba de haber destruido unas fotos con su madre y de haberse comportado muy mal con ella y con su mujer Shawn. O, quizá, el odio de Karla fuera solo producto de su mente perturbada por los abusos de alcohol y heroína.

Lo cierto es que en madrugada del lunes 13 de junio de 1983, entre las 2.30 y las 4.30, el trío se había decidido: irían por todo.

Orgasmos al matar

Dean estaba durmiendo. No estaba solo en la cama. Junto a él descansaba una joven que había conocido en una fiesta solo un día antes. Karla no la vio hasta mucho después. “No te muevas hijo de puta o estás muerto”, fue lo primero que le dijo Karla a Dean, apoyándole un pico de más de un metro de largo, en la cabeza.

Para inmovilizarlo, se sentó sobre él. Dean intentó protegerse y la tomó por los antebrazos mientras le rogaba por su vida. Danny Garrett decidió liberar a Karla y tomó un martillo que estaba en el suelo. Decidido, se dirigió hacia la cama y golpeó a Dean en la cabeza. El martillazo lo dejó inconsciente.

Entones Garrett y Leibrant corrieron a cargar la camioneta con todo lo que se llevarían.

En la habitación, donde Karla se había quedado, Dean empezó a hacer ruidos extraños. Intentaba respirar, pero la sangre impedía la entrada normal de aire. Los sonidos eran horribles. Le gritó histérica que se callara una y otra vez. El moribundo no pudo hacerlo. Ella, entonces, tomó su pico con rabia y empezó a golpearlo. Cuando Danny volvió al dormitorio, la ayudó a acabar con él: le clavó una puñalada en medio del pecho.

Karla sintió goce sexual al matarlo. Había tenido más de un orgasmo. Estaba enloquecida.

Cuando encendió las luces del cuarto vio que todo era sangre. Casi un escenario surrealista. Recién entonces notó la presencia de esa testigo inesperada. Sorprendida descubrió a la mujer que pretendía esconderse del horror en un rincón, tapada con sábanas y una colcha.

La que estaba en la cama, era Deborah Ruth Thornton, de 32 años, quien había conocido a Dean la tarde anterior. Mala suerte la de esta joven. Karla no la conocía, pero estaba más que decidida a no dejar testigos.

Al verla quiso repetir el placer que había sentido al asesinar a Dean. Quiso pegarle con el pico a Deborah, pero solo le rozó el hombro. Comenzó una brutal pelea entre las dos mujeres. Mientras la mujer intentaba defenderse, Danny Garrett entró una vez más en escena y las separó. Karla no pensó en retroceder. Le clavó el pico una y otra vez, hasta que Deborah cayó al piso. Entonces, le hundió su arma en medio del pecho, directo en el corazón. Con cada golpe brutal sintió un orgasmo. Fueron poderosos orgasmos múltiples.

Eso contó Karla a sus amigos primero y, luego, al tribunal que la juzgó.

Justo en ese trance de sadismo y violencia entró al dormitorio Leibrant, el tercer cómplice. Vio a Karla Tucker sacando con esfuerzo el pico de un cuerpo de Deborah. La joven asesina lo miró, sonrió y siguió golpeando a la mujer. Su sonrisa iluminada fue lo que más lo asustó. Leibrant escapó de la brutal escena. Confundido por el horror de un robo que había terminado en una noche sangrienta, estuvo dando vueltas por los alrededores durante una hora y terminó llamando a Ronnie Burrell (marido de Kari Tucker, hermana de Karla), para que lo fuera a buscar.

Garrett y Karla estaban furiosos con su deserción. Para arreglar las cosas, Leibrant prometió que los ayudaría.

Drogas y sexo

Karla Tucker era una joven con una historia difícil, pero sin antecedentes penales ¿cómo había llegado a convertirse en una perversa homicida?

Nacida en Houston, Texas, el 18 de noviembre de 1959, era la más chica de tres hermanas. Su padre, “Larry” Lawrence Earl Tucker, no estaba nunca en casa porque era estibador en el golfo de México. Su madre, Carolyn Moore, trabajaba como secretaria ejecutiva, pero en realidad ejercía la prostitución.

Cuando Karla cumplió 10 años sus padres se divorciaron. La separación fue muy conflictiva. Al punto que, durante esas peleas, Karla se enteró de que era hija extramatrimonial, producto de un romance ocasional de su madre. Pero lo cierto es que y desde hacía tiempo, a Karla nadie le prestaba atención. Fumaba marihuana desde los 8 años y a los 10 ya consumía heroína y otras drogas duras.

A los 14 la echaron del colegio. Comenzó a seguir los pasos de su madre. Carolyn estaba con un grupo de rock. Karla se sumó y empezó a ejercer la prostitución. Viajaba con grupos musicales como The Allman Brothers Band, The Marshall Tucker Band y Eagles.

A los 16 decidió casarse con el mecánico Stephen Griffith. Al poco tiempo ya estaban separados. A los 20 empezó a frecuentar a un grupo de ciclistas, una actividad que le gustaba y la acercaba a la “normalidad”. Allí conoció, en 1981, a Shawn Dean y a su marido Jerry Lynn Dean. Se cayeron bien desde un principio, tanto que ellos le presentaron a otro amigo, Danny Garrett, de 35 años. Al poco tiempo se pusieron de novios. El destino había tejido la tela de encuentros que conduciría a los asesinatos.

Orgía de sangre

A la mañana siguiente, los cuerpos fueron descubiertos por Gregory Scott Traver. Como eran compañeros de trabajo y vivían cerca, Dean lo llevaba siempre en su auto. Ese día no apareció a buscarlo y Gregory decidió ir hasta el departamento de su amigo.

La escena que encontró lo dejó casi paralizado. En el cuarto sobre la cama estaba el cadáver de Dean, en el suelo el de una mujer con un pico clavado en su corazón. El hombre, además, notó que todo estaba revuelto y faltaban muchas cosas.

Esa misma tarde, Karla y Danny Garrett se sentaron frente al televisor como si nada hubiese ocurrido. La noticia de los crímenes llenó de titulares la pantalla. Se rieron, hicieron bromas sobre los famosos que eran y llamaron a Leibrant para que fuera a ver los noticieros con ellos.

A la mañana siguiente, la pareja fue hasta la casa del hermano de Danny, Douglas McAndrew Garrett. Allí bajaron las partes de la moto que habían robado. Karla, muy tranquila, le anunció: “Anoche, con Danny, matamos a Jerry Dean”. Y le dio la billetera de la víctima. Douglas se espantó y la quemó inmediatamente en un fogón. Aterrado les pidió que sacaran de su garaje las piezas de la moto de Dean. Su hermano lo convenció para dejarlas allí. Douglas no accedió y se deshizo de ellas. Después, cuando Karla y Danny se habían marchado, llamó a J.C. Mosier, un amigo de la familia que era detective del departamento de homicidios. Le contó todo y le dio el nombre del tercer cómplice: James Leibrant.

Pero la cosa no quedó allí. Douglas siguió cooperando para atrapar a los asesinos y grabó las conversaciones con Karla y su hermano Danny, donde discutían sobre los homicidios. Dos horas de grabación fueron más que suficiente: caso resuelto.

Las autopsias

Los peritajes forenses determinaron que Dean tenía golpes con el pico y puñaladas en el cuerpo. En total, de sus 28 heridas, 20 habían sido fatales. Además, presentaba una tremenda fractura de cráneo. Deborah Ruth Thorton había muerto por numerosas cuchilladas y golpes de pico en el pecho y en su espalda. El arma usada estaba clavada en su cuerpo.

El 20 de julio de 1983 Karla y Garrett fueron detenidos y, luego, sometidos a juicio por separado.

En la primera audiencia ante el tribunal, Karla Faye Tucker se presentó totalmente drogada y el juicio estuvo a punto de suspenderse. Con una frialdad demoledora la joven contó cómo era que había sentido placer sexual al descargar sus golpes.

Al mismo tiempo, en la prisión, comenzaba su conversión. Karla había comenzado a leer la Biblia. “No sabía qué estaba leyendo. Antes de darme cuenta estaba de rodillas en el piso de mi celda y le pedía perdón a Dios”, dijo años después en una de sus tantas entrevistas.

En octubre de 1983, se volcó al cristianismo. Había sido una rápida y conveniente conversión.

En abril de 1984 fue condenada a muerte, al igual que su ex novio Danny Garrett, por inyección letal.

Años después, en 1995, se casó con el capellán de la prisión, el reverendo protestante Dana Lane Brown, en una ceremonia religiosa. Nunca pudieron tocarse y la relación transcurrió tras un vidrio.

Pedido de clemencia

En la cárcel Karla se convirtió en una celebridad. Fue entrevistada por todos los programas con rating: 60 Minutos, Court TV y The 700 Club, entre otros. Este último era conducido por el predicador Pat Robertson, quien había virado su posición de partidario de la pena de muerte hacia una visión contraria a ella. Al famoso periodista Larry King, Karla le habló en un reportaje sobre el miedo a morir: “No le temo a la muerte. Sé hacia dónde voy. Jesús me aguarda. Aunque yo ya no sea una amenaza para la sociedad”.

La historia de Karla atrapaba, medía en audiencia. El hecho de que la condenada fuera mujer, su promocionado arrepentimiento y su conversión religiosa eran ingredientes atractivos. A eso se sumó que el mundo abogaba por conmutar su pena a muerte por una perpetua. El papa Juan Pablo II; el primer ministro italiano de la época, Romano Prodi; el Parlamento Europeo y las Naciones Unidas intercedieron por ella. Los guardiacárceles de la prisión dijeron que era una prisionera modelo que parecía reformada e, incluso, el hermano de la víctima Deborah Thornton, al conocerla, se puso de su lado. Karla, con su voz suave y su aspecto inocente, los seducía.

Las organizaciones que la defendían sostenían que, gracias a que su marido la había rehabilitado, ella había comenzado a dar charlas y a aconsejar a adictos para que dejaran de consumir. Muchos de ellos habían sido rescatados de las drogas. Por eso, concluían, había salvado más vidas que las que había quitado.

Su abogado y su familia le pidieron al expresidente de Estados Unidos y entonces gobernador de Texas, George Bush hijo, que la ejecución fuera suspendida. Pero ni él, ni el Tribunal Supremo, accedieron. Bush sostuvo que no podía hacer excepciones y que todos los delincuentes debían ser tratados de igual forma ante la ley.

Nada ni nadie logró torcer la decisión tomada.

Récord indeseable

El 18 de diciembre de 1997 la Corte decidió que la ejecución se llevaría a cabo el 3 de febrero del año entrante.

Fue apelación tras apelación, hasta el mismísimo día de su ejecución. Un total de 76 pedidos de clemencia que siempre fueron rechazados.

El 2 de febrero fue trasladada en avión desde su unidad en Gatesville hasta la prisión de Huntsville que estaba preparada para esta instancia final. Su última comida fue una ensalada, una banana y un durazno. Karla pudo escoger a cinco de las personas que la verían morir. Además de su marido, eligió a Richard -ex marido de Deborah Thornton- y a sus dos hijastros que siempre habían apoyado su condena a muerte y al hermano de Deborah, Ronald Carlson, que tenía una posición contraria. En la sala desde donde se vería el funesto espectáculo estaban también los familiares de Dean.

Richard Thornton, esa misma mañana, había asegurado a la prensa que no creía una sola palabra sobre la conversión religiosa y la rehabilitación de Karla Tucker: “Solo cuando vea muerto a ese monstruo, podré empezar a respirar tranquilo”.

En la habitación de su muerte Karla Tucker, con 38 años, fue atada de pies y manos con correas adheridas a la camilla que le impedían moverse o resistirse. Mientras lo hacían, ella rió. Pero ahora no tenía ningún pico entre sus manos.

Antes de morir, Karla dijo sus últimas palabras:

“Quiero decirles a todos ustedes que pido perdón por el sufrimiento que he causado. Espero que esto sirva para que Dios les de paz. (Miró a su marido) Baby, te amo. (Miró a todos los presentes sonriendo) Todos han sido muy buenos conmigo. Los quiero a todos mucho. Voy a encontrarme cara a cara con Jesús ahora (…)”.

Catorce años después de haber sido sentenciada, el martes 3 de febrero de 1998, a las 18.45 horas, se convirtió en la primera mujer en 135 años en ser ejecutada en el estado de Texas. Y la segunda en ser ejecutada en los Estados Unidos desde la reinstalación de la pena de muerte en 1976 por parte de la Corte Suprema. Su novio en los tiempos del crimen, Danny Garrett, para entonces ya había muerto de cáncer de hígado en 1993.

La sentencia se llevó a cabo 45 minutos después de la hora programada inicialmente. Pasados ocho minutos desde la inyección letal (en la que se mezclaron tres drogas para sedar, paralizar y detener su respiración) fue declarada muerta.