Esta vez no hay un aniversario especial de por medio sino la voluntad de distinguir de la mejor manera posible –es decir con libros– a uno de los grandes escritores de la literatura argentina: el grupo Penguin Random House (PRH) a través de su sello Alfaguara acaba de reeditar “Todo Bioy”, una iniciativa que incluye las obras completas de Adolfo Bioy Casares, pero todas de forma independiente, en la línea de lo que ya viene haciendo otros autores como Julio Cortázar, Roberto Bolaño, José Saramago y hasta Jorge Luis Borges, amigo y socio creativo de Bioy a la hora de escribir.
La idea, contó Juan Boido, director editorial de PRH en el país, es poner otra vez en circulación nuevas ediciones de los títulos de Bioy “por separado, sacarlos del tomo grande y pesado de ‘Obras completas’”.
Julieta Obedman, directora de Alfaguara, fue la encargada de fijar la obra definitiva de un autor de quien abundan ediciones y reediciones “con diferencias sustanciales”. Todos los títulos están revisados por Ernesto Montequin y Daniel Martino, amigo y colaborador del escritor, quienes fijaron definitivamente los textos.
Luego, le tocó a la artista Raquel Cané diseñar las tapas con fotos en blanco y negro de prestigiosos fotógrafos argentinos como Aldo Sessa, Horacio Coppola, Sofía López Mañán, Pedro Raota y Oscar Pinto.
El resultado es la Biblioteca Bioy Casares, presentada el martes en la Biblioteca Nacional y compuesta por 15 volúmenes, entre novelas, cuentos y ensayos: La invención de Morel (1940), Plan de evasión (1945), El sueño de los héroes (1954), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973), El héroe de las mujeres (1978), La trama celeste (1948) o El lado de la sombra (1962), así como títulos tal vez menos frecuentados como Historia prodigiosa (1956), Guirnalda con amores (1959) y El gran Serafín (1967).
También figuran sus Memorias (1994), ilustradas con fotos, además de un volumen de ensayos titulado La otra aventura y otros escritos (1968). En Últimos cuentos se agrupan Historias desaforadas (1986), Una muñeca rusa (1991) y Una magia modesta (1997); y en Últimas novelas aparecen La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985), Un campeón desparejo (1993) y De un mundo a otro (1998).
Junto con Jorge Luis Borges y los escritores más asociados al boom de los años 60 (Julio Cortázar, Ernesto Sábato), Bioy Casares (1914-1999), fue uno de los autores más relevantes de la literatura argentina del siglo XX. Su obra narrativa le valió diversos galardones, como el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1975 y el Premio Cervantes en 1990.
Muchos de sus libros fueron llevados al cine: El perjurio de la nieve (con el título de El crimen de Oribe), Diario de la guerra del cerdo (dirigida por Leopoldo Torre Nilsson) y El sueño de los héroes (con dirección de Sergio Renán).
En colaboración con Silvina Ocampo, su esposa, escribió la novela Los que aman, odian (1946), y con Borges varios volúmenes de cuentos bajo el seudónimo H. Bustos Domecq. Los tres compilaron la influyente Antología de la literatura fantástica (1940).
Presentación de la Biblioteca Bioy
Durante la presentación de esta Biblioteca Bioy Casares en la sala Augusto R. Cortázar de la Biblioteca Nacional decorada con gigantografías de las portadas de los libros, estuvieron los escritores Esther Cross, Carlos Gamerro y Gonzalo Garcés. Cada uno lo recordó y homenajeó a su manera.
El primero en hablar fue Garcés, apremiado por el tiempo –tiene una columna en el programa “Pensándolo bien” de Radio Mitre y debía partir–. ¿Qué sabemos de Adolfo Bioy Casares?, se preguntó. “Que fue un ‘Señor Argentino’, un ‘Patricio Argentino’, dueño de una estancia, un hombre casado para toda la vida con una ‘Señora Argentina’ (la escritora Silvina Ocampo), discípulo y mentor de Borges, un tipo lindo, muy mujeriego y muy infiel”.
Agrega Garcés que todas las ficciones de Bioy Casares están atravesadas por personajes que tienen mucho que ocultar: “O son muy tímidos o muy infieles. Gran parte de su mejor literatura podríamos llamarla ‘literatura de infieles’ o ‘literatura de trampa’”, se animó a proponer el columnista de Radio Mitre.
Para justificar su idea, evocó el cuento “En memoria de Paulina” (el protagonista está enamorado de una refinada Paulina, que se casa con un hombre vulgar y hay todo un juego de proyecciones en esta historia de amor) y “La trama celeste” (un personaje acostumbrado a vivir varias dimensiones a la vez).
Y finalmente la novela La invención de Morel, quizá el primero de los libros de Bioy que cobró cierta notoriedad entre los lectores, “el relato más perfecto, al que no le sobra nada, con una estructura narrativamente perfecta”, según Garcés.
Para Esther Cross, el “aleph” de la obra de Bioy Casares –valga la metáfora borgeana que ella misma usó con total intención– se condensa en el cuento “El perjurio de la nieve”: “Él siempre buscaba formas de prolongar la temporada en la Tierra. Decía que escribiendo iba a encontrar una manera. Con ironía, afirmaba que buscaba ‘la inmortalidad’ en cada libro. Lo decía literalmente”.
Cuenta Cross, que conoció de cerca a Bioy Casares, fue vecina de su casa en Recoleta y publicó el libro de entrevistas Bioy Casares a la hora de escribir, que en el cuento “El perjurio de la nieve”, el escritor empieza a asumir verdaderamente lo que hacía: “Le habían dicho que La invención de Morel tenía una trama tan perfecta que le faltaba vida al texto, que le faltaban digresiones”.
A partir de este relato, asegura Esther, Bioy empieza a introducir esa “vida” a sus textos, empieza a asumir la responsabilidad de lo que escribe. Repasa Cross las cualidades de este cuento: es una historia de dobles espejados; es un policial; es una teoría del plagio; es un cuento fantástico (en términos de género).
“Se le ocurrió conversando con Borges en una de sus caminatas y lo escribió once años después. Hay un anhelo de dejar constancia de su existencia en la vida. Y además a Bioy lo que le parece fantástico es la realidad, entonces hace otra operación, trata de que lo fantástico se vuelva realista”, afirma Cross y aseveró que Bioy siempre tuvo un gran proyecto literario como meta y siempre se mantuvo “fiel” –otra palabra utilizada con total perspicacia e intención– a ese proyecto.
Gamerro, por su parte, prefiere hablar de un género “fantástico rioplatense”, que engloba tanto a Bioy Casares como a Borges, Silvina Ocampo, Julio Cortázar y a los uruguayos Juan Carlos Onetti y Felisberto Hernández, tal como ya propuso en su ensayo Ficciones barrocas.
Allí plantea –y recuerda ahora en esta presentación de “Todo Bioy”– que el estilo barroco considerado como característico en las producciones de escritores del Caribe o del Norte también está presente en la literatura argentina, pero no tanto en el estilo y el lenguaje, sino en la trama.
Es habitual en Bioy Casares, explica Gamerro, trabajar con dos planos de la realidad, por un lado, la objetual y por el otro, la de la representación (cine, espejo, teatro): “En La invención de Morel, lo que filman las máquinas crean una realidad perceptual no diferenciable de la realidad objetual. La reproducción toma el lugar del original”.
Y afirma que La invención de Morel es la primera novela argentina de ciencia ficción y que si puede entrar en el canon de ese género es por la perfección y precisión de su lenguaje.
Gamerro, además, considera que Plan de evasión (1945) es “una novela fallida que me sirvió para entenderlo a Bioy” y que, para él, El sueño de los héroes (1954) es la mejor novela del escritor: “Por los barrios porteños, pero los barrios periféricos, liminares, sin una identidad definida, porque se mete en el universo de Borges, de cuchilleros y de coraje en juego, con una resolución también a lo Borges, de luchar y demostrar que se es valiente”.
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