La fibra óptica y las redes celulares de quinta generación (5G) superan en mucho las capacidades de las tecnologías anteriores (cable coaxial, cable de cobre y celular 4G), pero Costa Rica no parece haberlo notado, a juzgar por el rezago en la instalación de ambas. Tampoco hay iniciativas para cimentar confianza en el futuro y, en esta materia, cuando se habla del futuro la prudencia aconseja hablar de plazos cortos.
La ley de Moore sobre el vertiginoso aumento en la complejidad de los circuitos integrados y, luego, del número de transistores en un chip invita a pensar sobre el desarrollo digital en lapsos de uno o dos años. Lo mismo debe decirse de la realidad de la competencia internacional. Los rezagos se ensanchan en períodos más cortos y las oportunidades se pierden a cada vuelta del calendario.
Mientras una docena de países latinoamericanos están adelantados en la instalación de redes 5G, el nuestro apenas anuncia la devolución parcial de una cantidad desproporcionada del espectro puesta en manos del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) sin mayor provecho. El anunciado reintegro, si se concreta, sería insuficiente para que los competidores desarrollen sus redes a plenitud.
El propio día del anuncio expertos del ramo señalaron los estrechos límites de la devolución. La Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) sacó las mismas conclusiones después de estudiar la propuesta y reiteró el efecto negativo de la acumulación de frecuencias en el ICE para la expansión de la tecnología 5G.
Ahora, un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ofrece una medida de nuestro rezago en otra tecnología fundamental para la competitividad digital. Somos el trigésimo cuarto de los 38 países miembros en velocidad de internet. Este resultado está estrechamente vinculado con la falta de desarrollo de las redes de fibra óptica.
Estudios comparativos de la propia OCDE señalaron en febrero el rezago de la fibra óptica en Costa Rica en relación con la mayoría de los países miembros. Ocupamos el puesto 27 de los 38 afiliados. Este resultado hacía previsible la mala ubicación nacional en el ranquin de velocidad.
Nuestro país habilitó sus primeras conexiones de fibra óptica hace 16 años, pero a principios del 2022 solo la cuarta parte de los enlaces la utilizaban. La apertura del mercado de las telecomunicaciones incrementó en el 2011 el ritmo de instalación; sin embargo, a la fecha, solo 262.000 de 1.044.000 conexiones fijas disfrutan la tecnología, basada en filamentos de vidrio o plástico capaces de transmitir datos mediante impulsos luminosos, sin pérdida de potencia ni interferencias electromagnéticas.
Por eso, no debe extrañarnos que las conexiones fijas a internet en las ciudades costarricenses sean un 56% más lentas que el promedio de la OCDE y en áreas rurales la diferencia alcance el 74%, lo cual, de paso, vierte luz una vez más sobre la brecha digital y la necesidad de poner atención a ese otro aspecto del desarrollo tecnológico.
En conjunto, los dos retrasos envían el peor de los mensajes a los inversionistas internacionales, en particular a los de la industria tecnológica, tan exitosa hasta ahora. A muy corto plazo, la tecnología avanzada será un factor diferenciador indispensable en la lucha por atraer inversiones y mejorar la calidad de vida. Los fondos requeridos para ponernos al día son cuantiosos. El desarrollo solo será posible si dejamos de interponer obstáculos al capital privado y actuamos con el sentido de urgencia exigido por las circunstancias.