Lucian Freud, el pintor que psicoanalizaba el alma y la carne de sus modelos

La National Gallery de Londres celebra con una retrospectiva que viajará al Thyssen de Madrid el centenario del nacimiento de artista nieto de Sigmund Freud que huyó de los nazis

Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011) solía ir a la National Gallery "como quien acude al médico en busca de ayuda". Allí, entre los cuadros de Durero, Rafael o Rembrandt, no solo buscaba inspiración sino que intentaba imaginar las "situaciones" detrás de cada lienzo, la relación de los pintores con sus modelos y los secretos de la composición, invisibles al común de los mortales.

"Miré a los pintores del pasado para aprender a pintar en el presente", reconocería con el tiempo el propio Freud, con esa mirada que intimida ya desde sus primeros autorretratos y que se clava en los ojos asimétricos de su primera esposa, Kitty Garman, inmortalizada en "Niña con rosas", "Chica con un gatito" o "Mujer con un perro blanco".

"Estamos sin duda ante el maestro de la intimidad, por su capacidad para ahondar en el interior sus modelos y ofrecerlos al exterior en toda su crudeza", advierte Daniel Herrman, comisario de la exposición "Freud: Nuevas Perspectivas", que en febrero viajará al museo Thyssen de Madrid tras su "estreno" en la National Gallery.

Herrman se detiene ante "Dos hombres", fechada en 1987, y nos invita a viajar en el tiempo y tratar de entender la "situación", como hacía el propio Freud... "Un hombre está desnudo, el otro está vestido, tendidos en un colchón en el suelo. Los dos están aparentemente dormidos y mirando cada uno hacia un lado. La mano del que está vestido reposa gentilmente en la pierna del que está desnudo. Pero a pesar de la promesa de conexión sexual, ese gesto trasmite ante todo confianza y ternura".

Cuando Herrman hablar de mirar a Freud desde "nuevas perspectivas" se refiere precisamente a eso: "Su pintura, sobre todo entre los años 60 y 80, está marcada por el eros y el deseo. Su habilidad para plasmar la carne con esa textura tan real (gracias a su habilidad con el pincel y el dominio de la técnica del "impasto") es algo que no tiene parangón en la pintura figurativa del siglo XX. Pero el otro gran mérito es su capacidad para retratar psicológicamente a sus modelos, con una postura en un sofá o con un simple gesto".

Posar para Lucian Freud era una experiencia tan intensa casi como la de sentarse en un diván ante su abuelo Sigmund Freud, el padre el psicoanálisis. Sus modelos hablan de las eternas sesiones en su estudio, aderezadas sin embargo con conversaciones, comidas, discusiones, ocasionales siestas y hasta contacto carnal.

Freud rompe las barreras tradicionales entre el pintor y su modelo y él mismo se ofrece desnudo y en acción, en un autorretrato está fechado en 1993, el pincel en una mano y la paleta en la otra, exhibiendo sin pudor toda la carnalidad posible en un cuerpo enjuto de 70 años. Cerca de él, durmiendo junto a la alfombra del león, se desparrama su modelo predilecta, Sue Tilley. Y como colofón tenemos su última obra, inacabada pero tremendamente reconocible: "Retrato de un galgo" (2011).

En "Nuevas Perspectivas", coincidiendo con el centenario del nacimiento de Lucian Freud, la National Gallery ha querido también recalcar el "europeísmo" del pintor, que llegó a las islas británicas a los once años y huyendo de Hitler. Él mismo recordaba que su destino habría sido posiblemente la cámara de gas si su familia no llega a dar el salto a tiempo.

Su educación inglesa fue primordial a la hora de marcar su camino artístico y sus primeros primeros pasos están muy vinculados a la así llamada Escuela de East Anglia. Tras una incipiente incursión en el surrealismo, Freud encontró sin embargo pronto su propio camino como retratista más allá del contexto británico (y pese a su amistad/rivalidad con Francis Bacon).

Los retratos del propio Bacon y de David Hockney (y también los del barón Thyssen-Bornemisza y de Jacod Rothschild) hablan por sí solos de su capacidad para dar vida a sus modelos. Hasta "Su majestad", el cuadro minimalista que le hizo a Isabel II en el 2001, supera en este contexto su fama de retrato fallido y adquiere una nueva e insospechada dimensión tras la muerte de la monarca. Aunque siempre habrá quien piense que Freud afeó a la Reina porque en el fondo era republicano...