La casa de Céspedes: mis primeras preguntas con cuatro años (+ Fotos)

Mis primeros recuerdos con otros mundos fue la casa natal de Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. A escasos metros de esta comencé a estudiar preescolar, con apenas 4 años, y casi de inmediato, la maestra Olga nos llevó a visitar el museo. Muchas cosas no entendían,  y me hacía preguntas, que jamás, hasta hoy cuento.

Cómo era posible que el Padre de la Patria se lavara la cara en una palangana, por muy linda que esta fuera... ¡Con lo rico que es abrir una pila de agua! O por qué su cama era tan grande y tenía tantos dibujos. Entonces pensé: “Si una vez me caí de la de mi abuela y me llevé seis puntos en la cabeza,  si me caigo de la de él...”.

Otro escándalo fue la lámpara de la sala. ¡Dios mío, cuántos cristalitos juntos armando una figura similar a la del calidoscopio que me regaló mi papá! Los muebles eran otra historia, ¿por qué tan “nuevitos”? ¿Acaso no los usaban? Los de mi abuela que eran parecidos, pero tenían huellas de su espalda y de nuestras manos por todos lados.

Y para rematar: el pilón de café. Yo me decía: “Si a las 3 él siempre se tomaba el jarro de café con pan, es decir, que tenía que preparar café. ¿Cómo podrían dormir los mediodías Céspedes y su familia, con el clase de ruido del pilón?

Luego de escuchar anécdotas de la maestra venía la mejor parte: jugar en el patio de la casa del Padre de la Patria. Y volvía a mi escuela y a mi casa con aquellas dudas infantiles, tan mías porque no las compartía con nadie.

En verdad hoy cuento ese gran privilegio de estudiar y crecer a pocos metros de la casa museo Carlos Manuel de Céspedes,  porque tal vez, así, justo allí me entró el “bichito” de la historia e imaginé batallas y mosquitos en la manigua, y quise entender su vida asociándola a lo poco que conocía de la mía.