Spain
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A veces, me vuelvo vulgar

Una selección magnífica, un equipo superlativo, un juego que, por momento roza lo sublime. Todo eso es España, por momentos, pero también tiene el lado oscuro, el cegarse, el chocar contra una pared. Es una cuestión futbolística pero también mental. Es un conjunto extraordinario con el partido de cara, con el marcador a favor, pero se vuelve vulgar cuando las cosas no salen según el plan esperado. En definitiva, fútbol, vida. 

La España del toque

Centrales de buen pie, centro del campo fino,  ágil, bandas abiertas y un rematador. El plan eficaz para derribar a un oponente como Japón, que se iba a replegar en su campo gracias a su movilidad e iba a buscar la salida rápida. Necesitaba Luis Enrique un punto de excelencia con el balón más que contra Costa Rica porque el rival lo iba a exigir por físico y disciplina. Y, en gran medida, lo hizo en los diez primeros minutos poniendo en problemas la salida del balón, pero llegó el tanto de Morata y, con él, España ganaba tiempo y campo. 

Posesiones largas 

Y, con el marcador a favor, hubo un pase tras otro. Largas posesiones sin profundidad ante un combinado de Japón que no conseguía robar. Pase a Pau Torre, a Rodri, a Busquets y regreso… Y, de nuevo, comienzo. Minutos y minutos así, valía el gol y se llegó al descanso sin apenas profundidad. Dos apariciones esporádicas.

El cambio de Japón

Dos cambios al descanso para modificar el equipo. Y el encuentro cambió. Japón había llegado algo en la primera mitad pero con inocencia, tomando malas decisiones en el área. En la reanudación, el equipo se lanzó a la presión alta, tenía que arriesgar y se encontró dos goles en menos de cinco minutos. La selección española no supo cambiar el ritmo ni leer el cambio de escenario. Naufragó un tiempo y su rival lo aprovechó  con dos tantos gracias a su presión y a una retaguardia débil. Una España que, en ciertos lugares del campo, se vuelve vulgar. 

El miedo al fracaso

De pronto, España se vio con el agua al cuello. Por debajo en el marcador y, de reojo, con las noticias puestas en el otro partido del grupo. Ganaba Alemania pero marcó el primero Costa Rica y el miedo creció. Y, después, marcó el segundo y el combinado de Luis Enrique entró en pánico. Hasta, podría decirse, también el técnico, que sacó a Morata del campo ante una escuadra cuya principal debilidad era el juego áereo. Por minutos, la selección española estaba fuera de Qatar. 

Sin capacidad de peligro

Quedó plasmado rápido que España tenía muy pocas opciones de empatar el partido. Continuó con el toque en el centro del campo, pero ahora no había profundidad y, también, no había tiempo. Se necesitaba el gol y fallaban las ideas. Lo que era un conjunto clarividente, un equipo con una facilidad de combinación y pase extraordinaria, no encontraba los huecos. No se llegaba al área, no se encontraba el balón profundo, no había remates. 

Buenas noticias, mala sensación

Y volvió a marcar Alemania y metía a España de nuevo en el Mundial. Eso sí, en la segunda posición del grupo. Y llegó el tercero y los de Luis Enrique seguían peleando por igualar su enfrentamiento. Entró Ansu Fati, ya no había más opciones. Los laterales no llegaban, los extremos no ganaban duelos y, sobre todo, el centro del campo español, con prisa, carecía del desequilibrio de los partidos precedentes.  

Fragilidad mental

Es una cuestión de fútbol, pero también de carácter psicológico, de control de las emociones. El talento, la capacidad, no se pierde de un minuto para el otro, si se puede limitar por el control de las emociones, la templanza y la selección española, al menos ayer, plasmó carencias notable. Sin el balón o con prisas, se vuelve vulgar.