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El mundo se derrumba, pero la Mercè enamora

Carles Cols
Carles Cols

Periodista

Especialista en Barcelona, en sus cuatro dimensiones periodísticas, las tres físicas, a lo largo, ancho y alto, y la cuarta, la temporal. Vamos, una gran macedonia de temas.

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“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, le dice Ilsa a Rick en ‘Casablanca’, y la frase, de las icónicas de la película, le viene perfecta a esta edición de la Mercè en la que tras dos años de programación al ralentí a los barceloneses tenían muchas ganas, por decirlo de algún modo, de chachachá, incluso a pesar de la incertidumbre del tiempo, que como cada día está más loco ya ni siquiera es posible acertar hora a hora la previsión. Lo sucedido en el Teatre Grec la noche del viernes (luego verán) constata cuánto enamoramiento hay todavía con esta fiesta mayor. Y está lo otro, dicho con cariño, el blablablá. La Mercè ha contado este año entre los bastidores de la política municipal con la presencia de Vitali Klichko, alcalde de Kiev, ciudad invitada para la edición de 2023. Ha venido a pesar de la guerra o, tal vez, precisamente por ella, para que no caiga en el olvido. Y, en cambio, el alcalde de la ciudad invitada de esta edición, el romano Roberto Gualtieri, ha tenido que quedarse en casa ante la, ¡glups!, segunda marcha sobre Roma que la ultraderecha italiana celebra en 100 años. La de 1922 fue otra cosa, cierto, pero Ilsa, por lo que parece, tenía razón, el mundo se derrumba y nosotros, de fiesta.

Primero, el chachachá. Sucedió (he aquí lo prometido antes) en el recinto del Grec. Eran las ocho y media de la tarde del viernes. Estaba el recinto lleno a rebosar, como en los buenos tiempos. Pero cuando tenían que sonar las primeras notas del concierto que mano a mano y por primera vez juntas iban a ofrecer Rita Payés y Lucia Fumero, ¡pam!, cayeron las primeras gotas. La electrónica musical y la lluvia (a no ser que uno sea Prince en aquella final de la Super Bowl de 2007 en que interpretó ‘Purple rain’ bajo un aguacerono maridan nada bien. Se podía suspender o aplazar. Pues no. El concierto comenzó a capela y, eso dicen, hasta hubo entre el público quien derramó alguna lágrima de emoción.

De que había ganas de recuperar el espíritu de la Mercè tal cual era en 2019 hubo esta, la del Grec, y otras pruebas. En la avenida de María Cristina no eran menos de 40.000 las personas, jóvenes sobre todo, muchos menores de edad, incluso, que aguantaron allí hasta que, como temía Abraracúrcix, el cielo cayó sobre sus cabezas.

Más talludo era el público, por ejemplo, de la Ciutadella, que este año cuenta con una programación imperdible. No se llenó el parque, lo cual hasta es de agradecer. Tampoco bailó la gente como cabía suponer ante la propuesta artística, fascinante, de Puppets with Guts, porque ya se sabe, de Cuba los catalanes se lo llevaron todo menos la coordinación cuando suena la música. Pero la cuestión es otra. Lo interesante, que a veces se pasa por alto, es cuánto futuro le aguarda a la fiesta mayor, una parranda mayúscula y realmente para todos los públicos, porque cada edad encuentra su fiesta, la de la música a través del BAM, la de los espectáculos de todas las disciplinas teatrales a través del MAC y, sobre todo, la de las tradiciones y las fiestas populares, como este sábado por la mañana ha quedado acreditado con una plaza de Sant Jaume llena a rebosar para la jornada ‘castellera’. Hay fiestas, oficios o aficiones que mueren porque no hay relevo generacional. No será el caso de la Mercè.

Esa última, la de las 'colles', desde el balcón, ya que estaba, la ha visto durante unos minutos el alcalde de Kiev, menudo ‘pilar d’un’, más de dos metros de hombre sin ‘folre’ ni ‘manilles’. Peso pesado de boxeo, se ganó cuando competía el sobrenombre de ‘Puño de Hierro’ porque 41 de sus 47 rivales en el ring terminaron en la lona por K.O.. Ahora es alcalde de una ciudad en guerra, que Ada Colau, su anfitriona, visitará en algún momento para refrendar de nuevo la condición de ciudad invitada del 2023.

Gualtieri, el alcalde Roma en esta incierta hora de la política catalana, no practica, como Klichko, el (se supone) noble deporte de las reglas del marqués de Queenberry, pero también tiene su pasado. Fue tiempo atrás músico de ‘bossa nova’. Poca broma. Es una pena que no haya venido. La italiana es la comunidad extranjera más numerosa de la ciudad, más de 44.000 pasaportes transalpinos hay en Barcelona, y, según y como vayan las cosas, serán próximamente muchos más.

Nada, el boxeo y la 'bossa nova' son solo un par de apuntes para hacer mención al anunciado blablablá.

Esta es, por si no lo recuerdan (y eso sería en verdad un síntoma de notable salud mental) una Mercè preelectoral. Habrá cita con las urnas antes de la próxima edición de la fiesta mayor y se supone que hay que estar muy atento a lo que sucede durante el picoteo organizado detrás del balcón de la casa consistorial. Los apuntes tomados son estos:

No ha estado Xavier Trias. No faltó al pregón, de acuerdo, pero parece que no ha querido lanzar mensajes equívocos con su presencia dos días seguidos en actos oficiales, o, más bien, ha enviado uno y muy claro. Aún duda, dicen fuentes cercanas al exalcalde, no porque no se vea capaz de ocupar de nuevo el sillón principal del salón de plenos, sino porque para llegar ahí tiene que hacerlo a bordo de esa guagua llamada Junts, sin que quede muy claro aún quien la conduce.

Josep Bou se va, ya se sabía, y dice que si le llegara una oferta de otro partido para repetir (¡a él, apuesta de Pablo Casado!), se lo pensaría, pero lo curioso es que en mitad del espectro político de las candidaturas que se están conformando esta ‘rara avis’ del PP parece más de centro que el agujero del donut, un lugar que en la política y la pastelería, nadie lo duda, es un absoluto vacío.

Antaño y tal vez todavía ahora, en las escuelas, los claustros de profesores elaboraban a través de encuestas a los alumnos unos cuadros llamados sociogramas, en los que del nombre de cada alumno salían o no flechas que les conectaban o no con otros estudiantes. Se supone que ayudaban al profesorado a sacar conclusiones de las dinámicas de cada clase.

Las elecciones que se avecinan son inciertas, lo cual significa que será necesario tejer alianzas tras el recuento de votos, porque nadie ganará como para gobernar en solitario. Así que en ausencia de Trias en ese aperitivo institucional, sabido que el PP no tiene ni candidatos a candidato y que Ciutadans corre demoscópicamente hacia la extinción en Barcelona, el socialista Jaume Collboni, el republicano Ernest Maragall y la alcaldesa Ada Colau, en su caso a través de las palabras del concejal Jordi Martí, han dejado claro que no les separan abismos insalvables. En el sociograma son amigos, todo lo contrario que Eva Parera, nómada de la política que ahora ha recalado en Valents, a la que puede que los periodistas habituales de la política municipal ya se hayan acostumbrado y algunos hasta se hayan inmunizado, pero vista su mañana de declaraciones parece evidente que aspira a ser la Giorgia Meloni de la política local. Hasta le pareció mal el pregón de Carla Simón. “No era el que tocaba”. No ha habido bemoles, por si acaso lo decía, de preguntarle cuál tocaba.

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Quedan dos días de fiesta mayor por delante. Antes del piromusical, Italia conocerá su inmediato futuro. El de Ucrania continuará siendo incierto. Definió Roosevelt de mil maravillas una vez lo que es una guerra, “jóvenes que mueren y viejos que hablan”. Visto lo visto hasta ahora de esta Mercè, podría parafrasearse que la fiesta mayor de este año, por preelectoral son políticos que hablan y barceloneses que bailan.

Feliz Mercè.

Omella se queda en la antesala de pedir papeles para todos

El cardenal Juan José Omella ha optado por una homilía sin pullas, nada extraño en pasadas ediciones de la misa que con motivo de la fiesta mayor se celebra en la basílica de la Mercè. Al contrario, dicharachero, ha reconocido que “es un deporte nacional criticar a los político”, incluso al clero, ha añadido, pero ha animado a los pocos concejales presentes en la iglesia (Jaume Collboni, Albert Batlle, Josep Bou…) a no dejar de trabajar por los más desfavorecidos.

La homilía hasta ha resultado interesante desde un punto de vista. El viernes, durante la presentación de Carla Simón como pregonera, la alcaldesa Ada Cola hizo una petición expresa de que se regularice la situación de los inmigrantes sin permiso de residencia, porque du situación acentúa esa evidencia que es que hay más de una Barcelona dentro del término municipal. Concejales como Eva Parera, de Valents, criticaron esa alusión, nada inesperado en su línea argumental cada vez más escorada a la derecha.

En su homilía, Omella ha hecho referencia explícita a todos los colectivos desfavorecidos, y entre ellos no ha excluido a los inmigrantes que se ven obligados a vivir con incertidumbre en la ciudad. Ha hecho un llamamiento a los concejales a trabajar por la mejora de sus condiciones de vida. No ha habido polémica.