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“El siguiente partido puede ser la mejor experiencia de tu vida”

Zulema González (Ourense, 30 años) es árbitra internacional de fútbol, la única gallega con esta condición y la pasada campaña fue designada como la mejor colegiada de Primera por el Comité Técnico de Árbitros. 

¿Cómo es ser árbitra internacional?

Es vivir con una mochila a cuestas y una maleta en el coche. Es un orgullo, porque es la recompensa a años de trabajo y también poder vivir experiencias que deseas desde pequeña. Dentro de esto, sigue siendo muy sacrificado y es algo que hay que renovar año a año. No puedes despistarte y debes dar lo mejor de ti día a día, en los entrenamientos, en los partidos, en la formación, en la alimentación… Todo es necesario. 

¿Cómo es su rutina?

Desde hace dos semanas, por fin, nos dedicamos profesionalmente al arbitraje. Mi rutina depende del día de la semana en la que tenga partido. La Copa de la Reina se juega entre semana, la liga, el fin de semana y, si hay torneo internacional, igual te pasas diez días fuera. Todo lo organizas en base a eso. A partir de ahí, planteas tu día a comer sano y a cuidarte con la prevención de lesiones y el físico. También destinas una parte al entrenamiento. Haces gimnasio, entrenamiento en campo, entrenamiento de jugadas en campo, visionado de vídeos y también doy clases a árbitros jóvenes, hago seminarios online de las diferentes categorías…

Vienen de una huelga en la que, precisamente, consiguieron el profesionalismo. 

La huelga, de hecho, no se podría llamar así porque nosotras no teníamos contratos ni nada. Era un dejar de pitar. No contemplábamos que se haya profesionalizado la liga y que no contaran con las árbitras para esto. Creo que somos un grupo igual que el que pueden formar los entrenadores o las jugadoras. No se nos puede demandar una exclusividad sin darnos los medios para ello. El año pasado, con la declaración de internacional, tuve que dejar de dar clases en un colegio porque era impensable compaginar las dos cosas. Y, en la actualidad, hay compañeras que todavía tienen duplicidad de trabajos porque no pueden dejarlo de un día para otro. Yo tuve días en los que arbitré en el País Vasco a las 20:00 horas y, al día siguiente, entraba a las 8:00 a trabajar. Eso es inviable. Reclamamos la profesionalización y se nos ha dado. 

¿Cómo lo vivió?

Fue un momento de estar juntas, de mucha unión. Hubo compañeras que, incluso, por apoyarnos, tuvieron que dejar el arbitraje al no poder compaginarlo con otra actividad profesional. Y apostaron por su carrera laboral. Pero sí que creo que hicimos historia, no tanto por nosotras, sino por las compañeras que vienen por detrás. Para todo el estamento. 

¿Notaron las presiones?

Es complicado porque nosotras deseábamos arbitrar. Nos preparamos todo el verano y pasamos las pruebas físicas para empezar la temporada. Nos pasamos dos meses esperando noticias, pero no llegaba nada. Tuvimos un curso en Madrid antes de empezar la liga y ahí esperábamos tener noticias. Pensamos: se sabrá algo. La última charla fue el domingo a las 12:00 y lo último que nos dijeron fue que nadie se había puesto en contacto con ellos y que los baremos eran los mismos que la temporada anterior. No podíamos permitir seguir en esa situación. Hicimos fuerza entre todas, hubo mucha unión y tuvimos el respaldo del Comité Técnico de Árbitros y de la Federación Española. 

Antes estaban obligadas a buscar un trabajo sin tener tiempo u optar por no hacerlo para arbitrar y no cotizar. 

Sí, sí. Es así. Y, además, todas tenemos entre 20 y 35 años, más o menos. Y es una edad en la que te puedes lesionar o ser madre. Tengo compañeros que lo hicieron, decidieron ser madres, y se quedaron durante un año sin percibir nada. Así, ¿cómo sobrevives? Tienes que optar por dejarlo y no queríamos eso. 

Lleva 18 años arbitrando, ¿se acuerda del primer partido?

Me acuerdo perfectamente. No se me va a borrar. Fue el día de mi cumpleaños y en mi pueblo. Estaba toda la familia allí. El público fue favorable y tenía mucha ayuda. En los saques de banda me decían para dónde era (risas). 

¿Arbitrar en el fútbol modesto es lo más complicado?

Sí, sí. Empezamos como asistentes y, después pasamos a árbitros. Mi primer partido fue en alevines y lo llevé bien, pero después, en regional (autonómica), que te encuentras en esos campos en los que la gente va a desestresarse al campo de fútbol y el psicólogo que pillan más cerca es el asistente, se hace muy duro. Ese asistente, además, es lo más nuevo porque igual lleva uno o dos partidos. Ahí es donde muchos no se ven en condiciones de seguir. Un árbitro de élite puede tener mucha presión, pero no tiene a diez personas gritándole en la nuca. 

¿Se plantea hasta cuándo arbitrar?

Puedo hacerlo hasta los 45 años y me queda mucho tiempo por delante. Lo primero que tengo en mente es el siguiente partido, el próximo torneo y, a partir de ahí, cubrir objetivos. Siempre intentando mejorar los informes y las notas del año pasado. A nivel internacional, todavía me quedan muchas categorías por subir porque estoy en ‘second’, y hay dos por delante. El siguiente partido puede ser la mejor experiencia de tu vida. 

¿Le haría ilusión arbitrar una Eurocopa o un Mundial?

Sin duda. Ahora que hubo una española en la Eurocopa y en el Mundial-20… Si ella llega, parece que el camino está abierto. La vas siguiendo a ella y dices: yo también. 

¿Que significa el premio a mejor árbitra?

Es mucho orgullo porque sé al altísimo nivel que están mis compañeras. Es un honor que me lo hayan dado a mí y, ya no sólo por mí, también por mis asistentes porque trabajamos en equipo. Además, es una responsabilidad porque ahora hay que intentar mantenerse a ese nivel. 

Estudiar psicología, ¿ayuda al arbitraje?

Ayuda a entender a las personas y, como digo yo, ser profesora ayuda a dirigir a los jugadores. Es una mezcla y todos los conocimientos ayudan en todas las facetas de tu vida. Y al arbitrar, hay que tener paciencia. En ocasiones, vas con el saco lleno, pero termina agotándose. 

¿Cómo trabaja los errores?

La gestión de la frustración es clave. Al final, el árbitro es juzgado por el error y tienes que saber salir de él para continuar. Si es el día después, tienes tiempo para llevarlo. Pero, en directo, es más complicado. Por ejemplo, cuando te llama el VAR, sabes que fallas y tienes que remontar porque te queda todo el partido por delante. También se nota mucho en los errores manifiestos. Si es algo de apreciación o algo dudoso, se puede llevar mejor. Pero si no ves una mano, que todo el mundo pudo ver, tienes que saber gestionarlo. Y, además, intentar ver los aspectos a mejorar para que no vuelva a ocurrir. 

¿Entiende que el aficionado se encuentre perdido con las manos?

Entiendo que sí, pero también hay mucho desconocimiento por parte del aficionado. En ocasiones, estoy en el bar y veo que todavía se piden fueras de juego en un saque de banda. Apenas se conoce el reglamento. Nosotros hacemos muchos seminarios y muchas horas de formación. Y la mano es una situación que es difícil. Depende mucho de la colocación del cuerpo, del brazo. Hay interpretación. Hay jugadas que van a ser discutibles siempre, que incluso entre nosotros tenemos distinta visión.

¿Por qué hay polémica con el VAR?

No nos gusta que el juego pare y, además, queremos que entre el VAR en todo. Tiene un protocolo y no puede aplicarse cuando a uno le venga en gana. Hay muchas horas de formación, de análisis y de simulación antes de que un árbitro vaya a un videoarbitraje. No se puede parar el partido por cualquier cosa. Sólo los errores claros y manifiestos y, después, hay jugadas de intepretación, como las manos esas difíciles, que no puede entrar. En función del partido y el rival, el aficionado piensa que el VAR tiene que entrar o no.