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Muere Manolo Cano de Desguases Cano: un empresario con corazón

Manolo Kano.

Obituario | Valladolid

"Era un fenómeno social, paseando por las calles de Valladolid y bebiendo una copa de vino. Y todo Valladolid fue uno de los que intercambió saludos."

, y no sólo significó la pérdida de su familia, especialmente de su padre, que se dedicó a sus nietos Manuel y María, pero había un gran vacío en sus amigos. Y Manolo Cano era todo un fenómeno social, de esos que saludaba a todo Valladolid mientras paseaba por las calles vallisoletanas o bebía vino en la vieja Corintia o El Conejo, también llamada Casa Félix. Lo conocí

Amable, franco y generoso, Manolo siempre estaba abierto a las invitaciones. No solo en los bares del establecimiento, sino especialmente en los merenderos donde actuó primero en la Finca Florida, zona Parque Alameda y posteriormente en su casa del Camino Viejo de Simancas. Por el merendero pasaron toreros, abogados, médicos, futbolistas y periodistas. Empresarios, políticos, ganaderos... bueno, toda la sociedad vallisoletana durante décadas. Entregado al horno de asar, a la sartén o al despuntado de atún de temporada, Manolo siempre está en el tono de la gastronomía suprema, es decir, del disfrute, desde el culto a la buena vida, aglutinante de distintas conversaciones y encuentros de distintas personas. comida y bebida, pero siempre con moderación.

De hecho, Manolo era serio, responsable, trabajador y sabía mimetizarse con el juego de la vida. Snack, como no, siempre ha contado con una colaboradora especial, llena de dulzura y silencio. Era su mujer, Carmen, que estaba encantada de ver feliz a Manolo entre sus amigos. Su empresa, Desguaces Cano, fue su gran obra, comenzando por su abuelo Lázaro Cano, que llegó a Valladolid procedente de Olmos de Peñafiel cuando Manolo tenía siete años. Se dedicó a la fabricación de automóviles y estableció una granja lechera. A partir de ahí, Manolo, siempre emprendedor, se movió en paralelo con los tiempos, concentrándose primero en la madera y luego en la chatarra. Como amigo de Manolo Cano, nunca le debí dinero, pero le debí algo más grande: mucho amor y generosidad.

Tenía los talentos psíquicos de las personas de su propia creación. Siempre supo qué mano usar para torear, aprendió como un gran aficionado a las corridas de toros. La enfermedad le ha robado su compañía en los últimos años, pero siempre lo llevaremos en nuestro corazón para que nunca se aleje de quien fue un amigo, también es para sus amigos expresar sus condolencias a toda su familia ya que continúa llorar. El Valladolid echará de menos su bonhomía, sociabilidad y generosidad. Manolo, Abrazo Eterno.