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La Barcelona de antaño en 500 imágenes inéditas

Natàlia Farré
Natàlia Farré

Periodista

Especialista en arte, patrimonio, arquitectura, urbanismo y Barcelona en toda su complejidad

Escribe desde Barcelona

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Rigor y pasión por Barcelona. Por la ciudad actual pero sobre todo por aquella que ya no es pero ha sido. Aquella en la que la colombofilia era más que un pasatiempo o en la que los hombres y mujeres disfrutaban por separado del mar y siempre con una cuerda de vida a mano pues el saber nadar no formaba parte de sus habilidades. Aquella en la que el paseo de Gràcia estaba ocupado por los jardines Camps Elisis; Can Tunis, por la playa, y en la que las vacas iban al matadero (actual parque Joan Miró) en rebaño por la calle de la Diputació. Aquella en la que el Palau Macaya lucía solo en lo que aún no era paseo de Sant Joan y la casa LLeó Morera no había sido desgraciadamente mutilada. Todas estampas recogidas, hasta llegar a medio millar, en el segundo volumen de ‘Barcelona desapareguda de Giacomo Alessandro’ (editado por Ajuntament de Barcelona). 

Lo dicho: rigor. “El rigor de buscar e investigar. De pasarse horas con una sola fotografía a la caza de información en hemerotecas, archivos e instituciones para datarla y documentarla. El rigor del contenido de este libro se lo debemos a la paciencia. Hemos invertido cuatro años en hacerlo”. Palabra de Víctor Oliva, Enric Comas y Jorge Álvarez, los autores de este volumen y del anterior, publicado en 2017 también con numerosas imágenes de la ciudad. La primera parte del título del libro no necesita mucha explicación pero la segunda merece un apunte para los menos versados en los menesteres de la Barcelona de antes. Giacomo Alessandro (1976-2016) era un arquitecto italiano afincado en la ciudad y un apasionado de sus calles e historia. Un pionero, también. Suya fue la primera página de Facebook, y la más exitosa, que empezó a publicar imágenes antiguas de Barcelona.  

Alrededor de la publicación de internet -bautizada, cómo no, ‘Barcelona desapareguda’, de ahí el título del libro actual y del de 2017- se creó un grupo de colaboradores –expertos en vestimenta, trenes, fotografía, arquitectura y otras muchas disciplinas- que ayudaban a Alessandro a datar y documentar las imágenes. La intención del italiano era acabar haciendo un libro pero murió antes. Así, Oliva, Comas y Álvarez decidieron homenajearlo con el trabajo de imprenta que Alessandro no había podido llevar a cabo. Llegados a este punto de la historia son imperativas dos aclaraciones. Ahí va la primera en boca de Oliva y Comas: “El verdadero sabio de los tres, el que ayudó y fue amigo de Alessandro, y es, además, un gran coleccionista de fotografías con una gran capacidad visual es Álvarez”. Para muestra un botón: esta semana ha localizado en una subasta en Ohio (EEUU) una maleta con un centenar de placas de vidrio, que estaban por identificar, con Barcelona como protagonista. 

El segundo imperativo también es vital según los autores del libro: “No reunimos las imágenes ya publicadas en Facebook por Alessandro, como se dice muchas veces, sino que hemos hecho un gran trabajo de investigación para localizar nuevas fotografías y documentarlas. Todas las que publicamos son inéditas o muy poco vistas”. Ahí está la única estampa nocturna que se conoce del famoso Cafè Torino o la panorámica de 1864 que abarca en una sola imagen la odiada fortificación de la Ciutadella. Por no hablar de la que documenta una práctica frecuente durante la Guerra Civil pero poco conocida: “Cada día niños famélicos de la Barceloneta se acercaban con barcas de remo a los buques extranjeros fondeados en el puerto para pedir restos de comida u otras cosas”.

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Cada foto es una historia, y cada foto tiene su historia documental. El hombre uniformado que aparece pipa en mano en una imagen de 1918 de la terraza de la Granja Vilanova, en la calle de Muntaner, traía de cabeza a los autores: ¿A qué se dedicaba el personaje? Hubo que recurrir a un experto en transportes que descifró que era un vigilante de parada de tranvía cuyo traje de rayadillo se había confeccionado con el excedente de tela del Ejército que luchó en la Guerra de Cuba. Tampoco fue fácil averiguar qué hacían media docena de vacas atadas en la calle en agosto de 1926. La fecha era la única pista. Tras mirar mucho la imagen, Comas advirtió el letrero Granja Liceu. Esto y un buceo, largo, por las hemerotecas permitió situar su emplazamiento en la calle de Sant Pau y la fecha, durante unas fuertes lluvias sobre la ciudad. Las vacas estaban en la calle porque los bajos del establecimiento se habían inundado. 

Pedir a los autores que escojan una entre las 500 estampas publicadas es pedir lo imposible. Pero se intuye que las tres realizadas en 1920 desde lo alto de la Sagrada Família con vistas a Gràcia, al lado Besòs y al lado Llobregat están entre las preferidas. Ocupan las guardas del libro y una doble página y ofrecen unas vistas irreconocibles: la plaza de las Glòries es una inmensa explanada y el pasaje Conradí luce entero y casi solo, por poner dos ejemplos. Hay más, muchos más. Tantos que prometen un tercer volumen. No en vano quedan muchos archivos por expurgar y cuentan, además, con la complicidad de muchos particulares y sus fotos con un único objetivo: “Documentar la Barcelona que ya no existe”.