Spain
This article was added by the user . TheWorldNews is not responsible for the content of the platform.

«Pasé hora y media en la zanja de San Quirce, no podían quitarme la moto de encima»

María Domitila Rodríguez con el brazo en cabestrillo y heridas en la barbilla, las rodillas y el cuello. / RODRIGO JIMÉNEZ

La motorista María Domitila Rodríguez se recupera de las heridas que se produjo el jueves al caer a un socavón tras desplazar un vehículo las chapas metálicas que lo cubrían

«Que acabe este 2022 y no me pase nada más». María Domitila Rodríguez, estudiante de Ingeniería natural de Ciudad Rodrigo se ha llevado este año «los dos sustos más grandes» de su vida. El último y el de consecuencias más graves ocurrió sobre las diez de la noche del pasado jueves. La motorista de 24 años circulaba con su moto Kinlon de 125 centímetros cúbicos detrás de un vehículo que a la altura del número 13 la calle San Quirce arrolló varias vallas y desplazó las chapas metálicas que cubrían la zanja de una obra dejándola al descubierto. Sin tiempo de reacción, María Domitila Rodríguez cayó en el socavón de un metro de profundidad. «Antes oí un frenazo superfuerte, pensé que era un coche de atrás que me iba a arrollar, miré para todos los lados a ver de dónde venía el ruido y cuando miré hacia adelante vi que el de enfrente había parado en seco y me era imposible esquivar el agujero; allí dentro caí con los 180 kilos de mi moto. Estuve hora y media en la zanja porque no conseguían quitarme la moto de encima, la tenía cruzada con el manillar por debajo de mi cuerpo y la otra parte por encima y no querían moverme el cuello», relata.

Angustia y mucha gente

Fueron momentos de gran angustia, recuerda la motorista, porque se sentía rodeada de «mucha gente». «Había bomberos, policías y sanitarios, y les decía 'por favor, me estáis agobiando', cada uno dándome 25 órdenes, ponte para aquí, no muevas el cuello, ponte para allá. Tenía miedo de que me hubiera hecho más daño del que finalmente ha sido, todos se portaron muy bien conmigo, me decían que me calmara, que todo iba a salir bien». Se siente agradecida con todos los profesionales que acudieron en su auxilio, «los primeros en llegar dos policías locales que había visto en una calle cercana a San Quirce segundos antes del accidente».

María Domitila y su compañera de piso Beatriz, frente a la vivienda incendiada en su rellano en febrero de este año en la calle Linares. / a. mingueza

«Estoy supergafada, en febrero salí huyendo de un piso en llamas

El del accidente en moto es el segundo sobresalto de María Domitila Rodríguez este año. Antes se llevó uno morrocotudo el seis de febrero de este año. Tuvo que salir huyendo del piso que compartía con una compañera en la calle Linares. Al abrir la puerta vio que del inmueble de enfrente de su rellano salían humo y llamas. En el incendio murió un inquilino que los vecinos calificaban como «conflictivo». El rápido desalojo de los bomberos evitó una tragedia en el edificio de la Rondilla con bajo más cinco plantas sin ascensor. «Al final me hago famosa, pero por traumas», bromeaba ayer María Domitila. «Después de lo del piso en llamas me pasa esto, estoy supergafada».

Después de unos días de vacaciones, el pasado jueves acababa de incorporarse María Domitila a su jornada de tarde en el supermercado de El Corte Inglés y volvía a su casa en la Rondilla tras la jornada laboral. Había salido del edificio comercial del Paseo de Zorrilla realizando el mismo recorrido de siempre: Isabel la Católica, San Quirce ... Una ambulancia la trasladó al hospital Clínico. Entre tanto, la preocupación cundía entre su novio y su hermano. Pasaban las horas y María Domitila no respondía al móvil, nada sabían de ella cuando normalmente a las diez estaba en casa. «Estaban muy preocupados y fueron a preguntar a una comisaría de Policía y al Hospital Clínico. Allí, sobre las 00.15 de la madrugada les dijeron que había ingresado en una ambulancia y me estaban atendiendo los médicos. Casi les da algo».

El viernes recibió el alta hospitalaria. Del Clínico salió con el brazo en cabestrillo, un collarín y varios puntos bajo la barbilla. «El casco me salvó de más daños», suspira aliviada, aunque le queda por delante un tiempo de recuperación que le comunicarán hoy en una revisión. «Me encuentro regulín, con dolores y decaída porque justo ahora empezaba la Universidad, que compagino con el trabajo».

Su padre, Federico Rubén Rodríguez, sabe que el accidente que ha sufrido su hija «podría haber sido mucho más grave; creo que somos un país avanzado, pero cosas tan simples como poner un saco de arena y protección para que si alguien se equivoca no caiga en la zanja es lo mínimo que podían haber hecho los de la obra para que esto no le pase a nadie. Si después han mejorado la colocación de las planchas y la señalización, es que no estaban bien».