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Subyace algo más que Ucrania

Las definiciones de la RAE para subyacente son «Yacer o estar debajo de algo» y «Dicho de una cosa: Estar oculta tras otra». Los datos de precios de noviembre invitan a mirar por debajo de las sábanas inflacionarias. A ser vouyers de los precios, que siguen su curso a la baja en España (no en la Eurozona), pero han alcanzado una cota representativa: no sabemos si la capacidad de bajar se ha agotado o no. Llevamos meses escuchando que esta inflación es «de costes» y que no está impulsada por la demanda. Que es algo de fuera. Por eso, algunos sugieren que los bancos centrales se equivocan o pasan de frenada con la subida de tipos de interés.

No obstante, si quitamos buena parte de los problemas de suministros y de la guerra de Ucrania de en medio, encontramos el panorama inquietante de unos precios aún elevados. La tasa general baja medio punto en noviembre respecto a octubre y queda en el 6,8%. La subyacente (que no considera energía ni productos frescos) sube una décima hasta el 6,3% y lleva por encima del 6% bastante tiempo. ¿Qué sucede? Por un lado, las medidas para frenar el coste de la energía parecen tener un efecto positivo en España. Ojo, porque estamos tan sólo al final del otoño y en la UE quieren tirar algo de nuestra manta para que se enfríen los pies. No obstante, los precios suben mucho todavía y la subyacente, sobre todo. Hemos estado muchos años con esa tasa de inflación más nuclear en torno al 1%, pero ahora no hay quien la baje del 6%.

Las cuentas de depósito de los españoles han caído en 7.900 millones de euros desde junio. Se gasta, se consume, se empuja a los precios hacia arriba. Pero eso no se explica sólo por la demanda, porque ya nos habíamos comido casi todo lo que ahorramos en la pandemia. Parte del problema es que muchas de las políticas fiscales que se están desarrollando son bastante inflacionarias. Ayudas, subvenciones y descuentos para todos con poca discriminación. Y mucho gasto público. Parece como si los españoles fuéramos una tarjeta de crédito con la modalidad buy now, pay later: Tome usted para gastar ahora que luego me lo va a pagar usted también. No existe rubor en trasladar la inflación para prolongarla. Como se va a hacer con una subida de las pensiones que es mala referencia para otros salarios. Un desacierto intergeneracional y un tirón más en la tela que amplía el agujero en las cuentas públicas.

Que sí, que es bueno que la inflación baje y que yo también me alegro, pero la subyacente nos mira, alimentada y crecida, casi arrogante. Venimos de una situación de inflación hundida y tipos de interés negativos que ha girado para «normalizarse». Ahora que los libros de texto de economía vuelven a tener un poco de sentido, la experiencia histórica nos dice que, aunque puedan provenir de diferentes fuentes, las inflaciones elevadas tardan en marcharse. No es una cuestión de 2022 ni 2023 sino tal vez más allá. Puede que sea porque la normalización lo requiere. O porque la pandemia distorsionó el gasto. O por una política fiscal equivocada. Eso sí, entre los tres factores, el tercero es el que podemos controlar. Si usted padece del corazón, toma café y fuma, será difícil determinar qué parte de su enfermedad corresponde al tabaco o a la cafeína, pero puede probar cuál de las dos cosas le sienta mejor dejar.

Francisco Rodríguez Fernández es catedrático de Economía de la Universidad de Granada, economista sénior de Funcas y colaborador de Cunef.

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