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Un drama anterior plagado de buen hacer y muchos decibelios

Ana García como Antígona en el estreno de anoche en el Teatro Romano de Mérida. / J. M ROMERO

El estreno de "La Tumba de Antigona" es una actuación ardiente que te deja boquiabierto. Respaldado por excelentes imágenes y un gran elenco

Antigone. Sófocles. tragedia. Por favor, esté preparado. No estamos ante expresiones ordinarias. Oculta y manifiesta a la vez en los textos precristianos del siglo V, basta con armarla con un breve manual de conocimientos sobre la materia. Además, se representa de ayer a domingo en el Teatro Romano de Mérida.- Esto se complica si agregamos que lo que se describe no es la Antígona de Sófocles, sino una obra creada por la ensayista y filósofa contemporánea María Zambrano. Y esta es 'La tumba de Antigona', que el Festival de Teatro Clásico ha programado para concluir su 68 edición. Con un montaje único que no es fácil de tragar, hermosos recursos y discusión visual/musical, texto denso y protagonizada por la almendrada Ana García como actriz principal, está bien calificada para representar a Mérida, pero asumiendo un personaje de alto riesgo, Cristina Silveira entiende perfectamente los beneficios y peligros de los monumentos romanos.

La Tumba de Antígona pronto resultó ser una tarea abrumadora. No hay lugar para la disputa. Desde el principio, desde la entrada y el derrumbe de los actores vestidos de estricto luto en la escena, hasta el sorprendente final con un discurso que enfatiza el valor de la palabra de la propia María Zambrano. La pregunta final es Si la obra de Karlik Danza-Teatro, y En ocasiones, la dramaturgia propiamente dicha del Sudoku, puede clasificarse en aceptable, notable o extraordinaria. Porque también está claro que no hay lugar para el suspenso en el espectáculo de este festival, que en esta edición lo ganó la selección argentina que cometió el olvidable "Julio César" a principios de julio. Este Zambrano/Silveira/García Antígona tiene conflictos sentimientos.

Por lo que vimos en su estreno anoche frente a una audiencia de unas 1200 personas, de alguna manera está claro lo que es: una verdadera tragedia, un drama de antes, pero todo. Ni un solo cuchillo, ni espada, ningún hombre muerto. Una persona que tiene cuatro hijos) siempre está completamente identificado.

Lo que hay está muy vivo, muy vivo y muy muerto, según se mire. En mortajas y vestidos muy negros, como en la “Casa de Bernarda Alba” o los talibanes impuestos a las mujeres afganas. La negrura de su trama -paradójicamente Antígona está vestida de blanco- se logra no solo por el vestuario, sino también por el melancólico y maravilloso juego de sombreado chino, coros griegos, pero rojo, que simboliza la sangre.Es un modo de expresión que emerge de la obra de María Zambrano, a veces clarividente y casi siempre alcanzando más que palabras complejas, por lo que los delirios son una de sus características.

Escena

En esta Antígona, todo apunta hacia su tumba. Aquí está representado por el suelo, pero es negro que ocupa toda la orquesta. Recuerde, Ana García es la única actriz principal en una función de teatro romano que nunca subió al escenario por un segundo. Toda su actuación se desarrolla en ese espacio entre el escenario y las gradas. Este recurso no se ve mal. A cambio, el director de producción aprovecha la inmensidad restante del teatro.

La intérprete protagonista, en la orchestra, en uno de sus monólogos.

Uno de sus monólogos y principal intérprete de la orquesta. / j. m. Romero

Resto de actores en el frente del Teatro.

Otro actores previos al teatro. / J. M. ROMERO

Estas son otras 10 personas que lo hacen genial, como Camilo Makeda de Edipo. Porque tenemos actores. Hablan, gesticulan y saltan para transmitir resolución, rigor y credibilidad a los papeles que interpretan, a veces rememorando viejos pasajes de la vida de Antígona, y otras veces encontrándose con la protagonista.

En el estreno de anoche, Ana García mostró intensidad, a veces minando su claridad en lugar de darle brillo. El monólogo que tiene que afrontar requiere elocuencia para ser entendido. Ya sean los actores tocando o el equipo de sonido exagerando, no hay necesidad de gritar a altos decibelios porque no es bueno. Ambas situaciones ocurrieron anoche, y hubo pasajes donde la dramaturgia era casi imposible de comprender.

Este es probablemente el principal escollo, ya que la actriz extremeña es uno de los rostros más brillantes que aparece ocasionalmente en el Festival de Mérida. Su trayectoria profesional está ajena a cualquier tipo de experimentación. Esta Antígona, adosada a su tumba, es una gran tarea que merece ser afinada hasta el domingo para alcanzar la excelencia. Es posible.

La función de 90 minutos tiene otra gran aliada, la música, con una versión del original de Zambrano arreglada por Nieves Rodríguez y la propia Cristina Silveira. La estadounidense Aolani Shirin al violín aporta realismo y solidez a la historia. La mayoría de las veces es la mejor manera de sobresalir discretamente en la oscuridad. Lo mismo sucede en muchos de los actos de la producción que concluyen el Festival de Teatro de Mérida. A veces áspero, en general brillante, a veces sin comprensión de palabras y sonidos nobles.