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¿Qué es América? Adriana Bustos exhibe las cosmovisiones sobre el continente en un mapa de diez metros

Un poeta portugués –experto en viajar de una vida a otra moviéndose simplemente en el interior de un único y sedentario cuerpo– escribió alguna vez que “antiguos navegantes tenían una divisa gloriosa: navegar es necesario; vivir no es necesario". Y esa frase, de resonancia metafísica y paradojal, late, invisible, en la muestra América de la artista argentina Adriana Bustos, que puede visitarse hasta el 10 de septiembre en el Museo de Arte Contemporáneo de La Boca (Marco).

La navegación mental que propone Bustos –dueña de un estilo gráfico de envidiable precisión que recuerda al del gran dibujante Alberto Ciupiak– no se abstiene de volver poético incluso el mero dato político o periodístico y es una visitación por algunos mojones de la historia latinoamericana, que se despliegan en un lienzo que, a lo largo de diez metros, le recuerda al observador que América del Sur es también América, aunque esa palabra haya sido culturalmente apropiada para referirse exclusivamente a los Estados Unidos de Norteamérica.

En todo caso, el gesto político detrás de ésta y otras obras de Bustos es recuperar una visibilidad que no hegemonice la esencia de lo americano sino que exponga la diversidad de cosmovisiones que configuran un territorio cuya riqueza simbólica, económica y lingüística nunca ha sido valorada con justeza por la arrogancia del imperio.

Muestra "América", de Adriana Bustos, puede visitarse hasta septiembre en el Museo Marco de La Boca. Fotos Gentileza Museo Marco
Muestra "América", de Adriana Bustos, puede visitarse hasta septiembre en el Museo Marco de La Boca. Fotos Gentileza Museo Marco

El elemento agua es esencial en la mirada de Bustos en general, y en particular en esta exposición: es a través de ese componente que se vehiculizan muchos de los tráficos ilegales –de mercancías y de cuerpos– que configuran una parte considerable de las inestables economías del continente.

Por eso, delinea un hilo fluvial con un zurcido de ríos que fueron unidos, arbitrariamente, mediante la intuición artística, y que configuran un curso colectivo –“una continuidad falseada que enlaza, por ejemplo, el Orinoco con el Magdalena”– con espacios o riberas donde se recrean sucesos que de alguna manera explican la situación actual de Sudamérica, a partir de un escaneo de las luchas del pasado, desde la época virreinal hasta el siglo XXI, con sus victorias, estancamientos y derrotas.

En una entrevista que, emitida en loop, recibe al visitante en el café del museo, se puede ver a la artista dialogando con la curadora de la muestra, Eva Grinstein, charla en la que abordan distintos tópicos alrededor del concepto que sostiene este nuevo trabajo.

El elemento agua es esencial en la mirada de Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco
El elemento agua es esencial en la mirada de Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco

Allí, Bustos revela que América está enlazada con su producción previa, en la que procura trazar, mediante el dibujo y otras técnicas plásticas, un mapa personal del continente americano desde la perspectiva de la identidad colonial.

Fragmentos históricos de una cronología alterada, conectados por la memoria sensible de la artista, que admite “sentirse autorizada, en este punto de mi carrera, a hablar de una América contemporánea, sin dejar de mirar, por supuesto el pasado colonial”.

Así es como detecta similitudes evidentes entre los modos de extractivismo del Virreinato del Río de la Plata y la exacción de recursos naturales que impera actualmente en los distintos países de la región. En definitiva, la circularidad de un saqueo inmutable en el que sólo cambian los medios técnicos de explotación.

En acción: Adriana Bustos en pleno trabajo. Fotos Gentileza Museo Marco
En acción: Adriana Bustos en pleno trabajo. Fotos Gentileza Museo Marco

El acceso a la primera sala donde se inicia la exposición está precedido por dos pesados cortinados negros que le confieren al evento un sesgo teatral: tras ellos, un gran salón de paredes blancas, en cuyo centro se extienden varias mesas ensambladas para poder exponer, sin interrupciones, el dilatado mapa de hidrografía inventada que concentra el núcleo temático de la muestra.

En la inauguración, la artista bahiense estuvo acompañada por amigos y colegas –entre ellos los artistas plásticos Karina El Azem y Daniel Santoro– y la curadora de la muestra, Eva Grinstein, quien sostuvo que “esta propuesta invita a ver, sin ruido y sin prisa, esos diez metros de mapa, que tiene su inspiración en las cartas de navegación que señalaban cuáles eran los accidentes que iban a encontrar los marinos, y lo que Adriana hace es señalar accidentes de otro tipo, contemporáneos, que remiten a eventos políticos, represas, extracción minera, vida de las comunidades originarias, caucheras, narcotráfico, los tráficos legales, y qué pasa con la gente en esos tránsitos, marcados por coyunturas políticas gravísimas”.

Para Grinstein, “la obra de Bustos intenta responder qué es América: ésta es una de las versiones posibles sobre de qué está hecho nuestro continente, y surge de la fantasía de Adriana y del enorme archivo de imágenes históricas que ha ido reuniendo a lo largo de los años”.

La artista Adriana Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco
La artista Adriana Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco

En un lapso de cuatro meses, Bustos –que ya ha incursionado en el formato “mapa” en otros momentos de una trayectoria de alcance internacional, como en la realización de un mural para el prestigioso Museo Pompidou de París en 2019– trabajó sin descanso con imágenes de archivo de crónicas contemporáneas, y postula que su intención con esta obra fue “realizar un relevamiento fotográfico, de instantáneas de corte casi periodístico”.

Efectivamente, su mapa imaginario arranca con la efigie del comandante Hugo Chávez, pero también, a lo largo de esos diez metros de extensión, irrumpen otras figuras relevantes como el artista chileno Juan Downey, los activistas de los colectivos trans y gay Lohana Berkins y Néstor Perlongher, el frenético Klaus Kinski en su interpretación antológica en Fitzcarraldo de Werner Herzog, entre muchas otras personalidades.

Y las esculturas

La exhibición tiene su continuación en el primer piso del museo, en cuyo salón Bustos despliega la versatilidad de su arte, pero en su vertiente escultórica. Bajo una luz intensa, un pedestal exhibe una diminuta escultura en bronce de una nativa amazónica, cuya espalda muestra unas protuberancias que sugieren una condición de criatura anfibia.

Unos metros más allá, en el fondo de la sala, una pantalla expone la filmación de un navegar a orillas de un territorio que sólo puede pertenecer, en su esplendor vegetal, a la Amazonia, y a unos pasos de allí, yacente, con una expresión ambigua de desmayo o muerte en su rostro, una mujer pez –bautizada pejerreina– de color barroso, figura que parece arrancada de algún bestiario medieval que Bustos introduce también, como dibujo, en la carta de navegación expuesta en la planta baja y que encarna, según sus propias palabras, el tema de la contaminación fluvial, que afecta a las especies animales generando en ellas deformaciones y extinción.

Una criatura anfibia, por Adriana Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco
Una criatura anfibia, por Adriana Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco

Escena que también parece ligada a las descripciones que los cronistas de Indias relataban sobre seres míticos cercanos a los descriptos por Jorge Luis Borges en El libro de los seres imaginarios.

Pero es sabido que la delgada pared que separa lo real de lo imaginario suele facilitar las filtraciones: según los científicos, en el Paraná Medio, a causa de la contaminación de las aguas, se ha desarrollado una especie mutante de tararira, y a eso alude –según explicita la artista– la tonalidad amarronada de la “piel” de la pejerreina que puede observarse, con fascinación no exenta de horror, como una señal de los efectos deletéreos del progreso técnico moderno.

La pejerreina de Adriana Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco
La pejerreina de Adriana Bustos. Fotos Gentileza Museo Marco

Y de regreso al lienzo de la primera sala –que el plástico Santoro asocia a los rollos de los antiguos pintores chinos– éste tiene un cierre momentáneo (la serie es potencialmente infinita) con la topografía del Canal de Beagle y, próxima a ella, una postal trágica de la historia nacional de la infamia: la recreación del monumento Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de Claudia Fontes, escultura que emerge de las aguas del Río de la Plata en las que los asesinos de la última dictadura militar descartaron el cuerpo del adolescente durante uno de los llamados “vuelos de la muerte”. Un recordatorio que puede funcionar como un feroz puñetazo en la boca del estómago del visitante, la marca indeleble de una herida que nunca terminará de cicatrizar.

Ficha

América, de Adriana Bustos
Dónde: Museo Marco, av. Almirante Brown 1031.
Cuándo: de miércoles a domingos, de 11 a 19. 
Entrada: gratuita.

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