Colombia
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La incógnita en la formación de maestros alrededor de la reforma a la ley 30 de 1992

En el presente año, diversas perspectivas que abarcan a miembros de la comunidad de educación superior, incluyendo funcionarios, estudiantes de pregrado y posgrado, maestros, egresados y defensores de la educación en Colombia, quienes han expresado sus opiniones y propuestas en relación a la reforma de la Ley 30 de 1992, la cual regula la educación superior en el país.

Cada campo del conocimiento ha presentado sus percepciones y preocupaciones acerca de esta ley, así como los aspectos financieros, epistemológicos y culturales que la rodean. No obstante, es fundamental considerar la perspectiva de las instituciones encargadas de formar a los futuros maestros del país. Por lo tanto, hacemos un llamado urgente a las Facultades de Educación y las Escuelas Normales del país para que participen en este debate.

Una cuestión que destaca por su ausencia en este debate es la pedagogía. A pesar de que la reforma ha abordado una amplia gama de temas, parece que la pedagogía está marginada y reclama su lugar en la discusión. En 1982, el Movimiento Pedagógico colombiano enfatizó la importancia de considerar al maestro como un intelectual, pero lamentablemente parece que ese enfoque se ha perdido en el tiempo, limitando la discusión sobre la labor del maestro a cuestiones puramente económicas, que, si bien son fundamentales, despersonalizan a los maestros y su papel crucial en la educación, cultura, política y en el futuro del país.

El actual Viceministro de Educación Superior, Alejandro Álvarez, ha señalado la oportunidad de que las Escuelas Normales se conviertan en instituciones de educación superior, lo que tendría un impacto en su regulación y consolidación, y su inclusión en la Ley 30 de 1992, con todos los pros y contras que esto conlleva, como se detalla en el Artículo 7 de dicha ley.

En el contexto de políticas educativas que buscan expandir el acceso a la educación, como la decisión del CSU de la UPN de no cobrar inscripción y el apoyo del Gobierno Nacional con la matrícula cero, es crucial que reflexionemos sobre el futuro de la educación en el país, la cultura, y, por supuesto, la universidad. No debemos subestimar los discursos emergentes que amenazan la educación, debilitan a los maestros y su formación, y promueven la mercantilización de las instituciones de educación superior, todo en nombre de la "calidad educativa".

Por tanto, hacemos un llamado a las Facultades de Educación, las escuelas normales y a la Universidad Pedagógica Nacional para que reflexionen sobre el futuro de la educación superior en Colombia, ya que este está en juego en esta reforma. No podemos permitir que la generación de capital humano y económico prevalezca sobre la construcción del conocimiento, ni que los maestros sean relegados a roles meramente reproductivos, siendo estos engranajes del currículo.

¡Si la reforma es integral, que se piense lo intelectual!

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