Costa Rica
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El rencor contra el voto democrático

La más reciente encuesta del CIEP de la UCR reitera la pérdida de apoyo ciudadano que afecta al presidente, Rodrigo Chaves, y a su administración, y, con ello, el desgaste de la expectativa por el cambio que dijo encarnar.

Esa baja se produce, además, con particular acento en las comunidades fronterizas y costeras, que es donde antes obtuvo un apoyo importante.

Lo anterior indica que el electorado flotante se echa a navegar de nuevo, empujado, a la vez, por la decepción y la esperanza.

Desde la elección del 2014, ese electorado, cansado de la relegación de sus aspiraciones, incluso por parte de las terceras opciones que se le ofrecieron, buscó la alternativa que pudiera darle un outsider (un jugador marginal, sin afán peyorativo), un jugador no ortodoxo, no por antidemocrático, sino por, aparentemente, mantenerse sin la contaminación atribuida a ese orden trillado.

Así fue como en esa ocasión el partido Frente Amplio logró convertirse en la tercera fuerza electoral y obtener la mayor cantidad de diputaciones para la izquierda costarricense desde 1940.

Pero luego, el voto flotante se desplazó hacia otras opciones que, por distintos motivos, llenaron esa característica, ya sea en la primera o en la segunda ronda de votación, y es lo que en la del 2022 facilitó el ascenso de la administración actual.

Sin embargo, rápida como fue la subida, veloz fue la caída, que hoy se presenta como una tendencia sólida. Veloz porque, según las encuestas anteriores del CIEP, comenzó antes de que el gobierno hubiera completado el período de “luna de miel” (los primeros 100 días), y sólida porque no cesa de bajar.

¿Por qué ocurre esto? ¿Qué es lo que busca ese electorado (y no lo encuentra)?

La respuesta no es unidimensional. Hay quienes votan para favorecer sobre todo sus valores religiosos o ideologías políticas, en especial cuando los piensan de un modo polarizado, del tipo “buenos” contra “malos” o “ricos contra pobres”, etcétera.

Habrá también quienes específicamente se quieren sacar clavos con los discursos de tipo “progre” y feministas, porque ven limitada su maniobrabilidad y creían natural ejercer un reinado despótico.

No por gusto, en el caso de Chaves, cierto voto masculino de todos los partidos políticos se sumó inicialmente al empujón que lo ayudó a ascender. Y no por gusto sigue siendo ese cierto voto masculino el que le da soporte a la popularidad que todavía tiene, según la encuesta del CIEP.

Pero en lo que respecta a los gremios y sindicatos del sector público (como los del magisterio, la seguridad y la salud) fueron los primeros en desencantarse, por la continuación de la ley de empleo público y del rigorismo de la regla fiscal, y más bien vuelven a empoderarse en un frente de defensa institucional que está justificado, hasta cierto punto, debido al grosero manejo del gasto social.

Se alejó también el de quienes creían ver en Chaves una suerte de rebelión popular, pero que pronto comprendieron que, de izquierda, el mandatario solo tiene una mano.

Y se desencantaron gremios del sector privado, como el de los productores de arroz, la pesca artesanal o los pobladores de Puntarenas, Limón y Guanacaste afectados por el cambio climático y su mal manejo, así como por la falta de soluciones concretas y el incumplimiento de promesas grandilocuentes.

Lo anterior, sin contar todavía el voto de ambos sexos y de variadas creencias que ahora comprueba el desconocimiento de la realidad del país que impera en la administración y se entera de un supuesto tráfico de influencias, por lo cual ahora vuelve a sopesar sus opciones.

Pero no nos quedemos en ese necesario microexamen, sino reflexionemos sobre la pregunta qué busca una persona al ejercer su voto.

Una pulsión vital

En su estudio La democracia en América, producto de sus viajes por los Estados Unidos a partir de 1831, el historiador y politólogo francés Alexis de Tocqueville llegó a la conclusión de que el proceso de colonización en lo que hoy son los Estados Unidos —realizado por familias de clase media inglesa— y la creación de la primera democracia moderna, en 1776, fueron producto no de la desposesión o del resentimiento, sino del deseo de libertad, entendida como autonomía personal, frente al poder absolutista monárquico y de la religión organizada.

Es decir, que la idea de la democracia manifestó una pulsión vital, una búsqueda de la felicidad, más que un impulso mortífero de conquista o revancha. Ese estado de ánimo de los primeros demócratas, de la subjetividad de los pilgrims, es algo a lo que debemos atender, pues revela una poderosa característica humana.

Fue por este espíritu que en la Declaración de Independencia de las colonias americanas, dada el 4 de julio de ese año, los colonos consideraron como una verdad evidente que todos los hombres son iguales entre sí y por eso tienen derechos inalienables, entre los que mencionaron “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Por supuesto que, en la práctica, ciertos estadounidenses, como en otras partes del mundo, no incluyeron en esta visión a todas las personas. Las mujeres, los pueblos indígenas y las personas esclavizadas tuvieron y todavía tienen que darse su propio lugar “a codazos” frente a los matones y autoritarios que añoran una restauración. (Ejemplos contemporáneos de estos son los partidos que se autoidentifican como “nuevos republicanos”, al estilo del ala del Partido Republicano que lidera Trump o de Vox en España, por mencionar algunos).

El espíritu vital de la democracia como sistema político se manifestó también en el estudio pionero y en los diarios de viaje de la feminista peruanofrancesa Flora Tristán (Unión obrera y Peregrinaciones de una paria), quien en 1843 fue tildada de “canalla” por los propios hombres trabajadores, por reivindicar el derecho de las mujeres obreras a la educación.

Entonces, el voto en la democracia manifiesta una pulsión de esperanza por la cual la gente busca vivir el precioso pero limitado tiempo que tiene con el mayor bienestar, y para lograr esto acuerda colectivamente las reglas que regirán la convivencia. Este acuerdo, siendo común o de la comunidad, sin embargo, solo puede ser expresado y validado individualmente, mediante el voto.

Cuando, desde el poder que da la silla presidencial, Chaves promete a la diputada Luz Mary Alpízar un rencor perpetuo por haber ejercido ella su voto razonado como el acto de autonomía de la voluntad que es, presenciamos una reedición extrema del poder abusivo contra el cual, precisamente, se levantó el espíritu democrático.

Por eso es tan importante no solo respetar sus significados, sino también sus formas.

Tiempo de soluciones

La aspiración de la felicidad en una democracia no es meramente una idea o un proyecto, sino un conjunto de objetivos alcanzables por los que vale la pena esforzarse cotidianamente y para cuyo logro se acuerdan métodos y normas.

Consiste en atender necesidades, como las de la seguridad de la vida frente al crimen organizado y la delincuencia, de la prevención para que el cambio climático no siga arrasando los hogares y medios de subsistencia, tener acceso oportuno a la salud y a escuelas modernas, acceder a una educación pertinente y de calidad, invertir en infraestructura, concretar la empleabilidad y mejorar el poder adquisitivo de los salarios.

Esta es la única razón para haber creado las instituciones nacidas tras el pacto social y es lo que hace que la gente les entregue, mediante el pago de impuestos, una parte de sus propios recursos, tan trabajosamente ganados.

Los partidos políticos hacen bien cuando se concentran en negociar soluciones y trabajar conjuntamente por estos objetivos, como lo han hecho ya en varias ocasiones en la Asamblea Legislativa.

Mediante sus votos, apuestan por recuperar el sentido de la política y de la democracia. Lo otro solo es voracidad megalómana.

maria.florezestrada@gmail.com

La autora es doctora en Estudios Sociales y Culturales, socióloga y comunicadora. Twitter @MafloEs.

Cuando el presidente, Rodrigo Chaves, promete a la diputada Luz Mary Alpízar un rencor perpetuo por haber ejercido ella su voto razonado, presenciamos una reedición extrema del poder abusivo contra el cual se levantó el espíritu democrático.