Cuba
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Producir café y cacao, pero a la par del bienestar en la montaña

Además del fin productivo, el proyecto favorecerá la generación de fuentes de empleo a jóvenes, mujeres y personas con discapacidad, y creará condiciones de viviendas para el cuidado de los hijos de las madres que laboran en el campo. Foto: Vicente Brito

El cacao y el café son renglones estratégicos para la economía nacional, desarrollados con mayor fuerza en la región oriental.

El café, por ejemplo, es parte de la canasta básica normada de alimentos, sin embargo, los bajos niveles de producción obligan a importarlo o apelar a otras alternativas para satisfacer la demanda interna, mientras las exportaciones siguen siendo mínimas.

Por su parte, el cacao, que concentra los mayores cultivos en Guantánamo, también tiene rendimientos por debajo de las posibilidades reales.

En este panorama, Cuba lidia, además, con obstáculos que han impedido recuperar los volúmenes productivos de décadas atrás: el impacto de eventos climáticos como el huracán Matthew, que destruyó unas 5 000 hectáreas de café y más del 70 % de las plantaciones cacaoteras; la sequía, el éxodo poblacional, la pobre infraestructura en las montañas, y la falta de atractivo en esas áreas para que las nuevas generaciones vean allí un proyecto de vida.

Ante esta situación, el Gobierno cubano y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida) iniciaron, a partir del año 2021, un proyecto de colaboración para el sector cooperativo agroforestal.

Prodecafé, centrado en el fomento del café y el cacao, es el tercer convenio de dicho organismo con Cuba, que beneficiará a unos 17 000 productores y a sus familias, así como a otras personas empleadas (alrededor de 66 000), en 300 cooperativas de créditos y servicios, de producción agropecuaria, y unidades básicas de producción cooperativa de las provincias de Granma, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo.

Con un monto aproximado de 40 millones de dólares, la meta es modernizar el sector y hacerlo sostenible, mientras aumentan los activos físicos, humanos, sociales y ambientales para beneficio de las serranías.

«Se trata de una oportunidad que Guantánamo no desaprovechará, especialmente porque se benefician directamente 140 entidades de la base productiva, alrededor del 50 % de las escogidas para el proyecto», explicó a Granma Rafael Pichardo Aldana, coordinador de la Oficina Técnica Provincial del proyecto.

«Aquí se trabajará en ocho municipios (27 en Cuba): El Salvador, Manuel Tames, Yateras, Imías, Niceto Pérez, San Antonio del Sur, Maisí y Baracoa, este último con mayor presencia de cooperativas, 40 (35 de cacao y cinco de café)», detalló el ingeniero agrónomo.

Entre las novedades, resalta «la selección y apoyo a 35 estructuras productivas beneficiarias del proyecto, como cooperativas prestadoras de servicios, para ejecutar la reparación de equipos agrícolas e implementos, realizar balances de gestión económica, acopio de producciones, y comercialización de semillas, plántulas injertadas y esquejes; trabajos de conservación de suelos, y transformación de áreas, de forma tal que la ayuda de la colaboración irradie toda la montaña.

«En Guantánamo se integran al proyecto 16 entidades más, como prestadoras de servicios, entre ellas cinco empresas agroforestales, la procesadora de café Asdrúbal López y la Facultad Agroforestal de la Universidad de Guantánamo», adelantó.

De acuerdo con el especialista, Prodecafé durará unos seis años, periodo en el cual Cuba usará los fondos del Fida como crédito, en condiciones muy favorables. El reembolso lo costeará el Estado a partir de los ingresos que se generen y la reducción de gastos en importaciones de alimentos.

«La capacitación y transferencia tecnológica permitirán crear y equipar brigadas, por ejemplo, para la conservación de suelos, la regulación de sombras y la reforestación, como apoyo a esos finqueros que carecen de mano de obra. También se podrá comprar viveros tecnificados para hacer posturas y vender.

«Se modernizará la estructura en nueve cooperativas escuelas para impartir cursos y talleres sobre la recuperación y renovación de los sistemas agroforestales, el cuidado y preservación de la diversidad y el uso de prácticas agroecológicas, para disminuir la dependencia de agroquímicos importados.

«Con el crédito se prevé remotorizar tractores y camiones, o adquirir nuevos; montar dos plantas de reproducción de micorrizas (simbiosis entre un hongo y las raíces, que le permite a la planta obtener nutrientes) en El Salvador y Baracoa, con 80 toneladas de capacidad; crear viveros tecnificados, centros de producción de injertos, bancos de esquejes (para café robusta) o de semillas (para el arábigo); además de adquirir sistemas de riego, de entre dos y cinco hectáreas.

«Se comprarán módulos de herramientas para la agrotecnia, tijeras, seguetas, machetes, limas, picos, e implementos y equipos especializados como mochilas, motosierras… todo con sus respectivas reservas».

Según Pichardo Aldana, «cada forma productiva debe tener aprobado un Plan de Desarrollo Cooperativo (PDC) como instrumento básico de gestión. La Empresa de Proyectos e Ingeniería de la Agricultura tiene el encargo, de conjunto con la cooperativa, de ponerle ciencia y conciencia a ese documento, y someterlo a la discusión de los productores.

«El PDC incluye la caracterización de cada cooperativa y su diagnóstico, las metas, objetivos y resultados esperados, el plan de gestión ambiental, las posibles inversiones, un análisis económico y un estudio de factibilidad con proyección hasta 2030. Es un texto valioso que puede servir para buscar más financistas, o conocer dónde usar las divisas que se ingresan».

No solo se aspira a favorecer la actividad agroforestal, sino también aquellas que se desarrollan para el autoconsumo y la venta en pequeña escala: la producción porcina, la avicultura, la siembra de hortalizas, vegetales, frutas y granos, la cría de equinos como medio de transporte en la montaña y la apicultura, entre otras.

El proyecto incluye una dimensión social. Se habla de priorizar la generación de fuentes de empleo a jóvenes, mujeres y personas con discapacidad; de crear condiciones en viviendas para el cuidado de los hijos de las madres que laboran en el campo; de comprar equipos para la elaboración de productos textiles, lavanderías, y hasta minidustrias para aprovechar los frutos o vegetales de temporada y que nada se pierda.

«Todas esas intenciones deben estar plasmadas en el Plan de Desarrollo Cooperativo, porque en las montañas se necesitan aserríos, talleres de herrería y de mantenimiento, brigadas de reparación de caminos…, pero eso tienen que decirlo y decidirlo los campesinos, porque la transformación no debe limitarse a una mayor producción de café y cacao, sino contribuir a la mejoría de la vida y al confort en el lomerío», concluye.