Ecuador
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La Hacienda “Chillo Jijón”


Santa Rosa de Chillo

Otra de las Haciendas grandes del Reino estaba ubicada a corta distancia de Quito; junto al Cuartel de “La Balbina” a mitad de camino entre Amaguaña y Sangolquí: La Hacienda Chillo-Jijón. Su nombre original fue “Santa Rosa de Chillo” .

Como tantas otras haciendas de la época de Simón Bolívar y antes, desde el siglo XVI y principalmente desde el siglo XVII, éstos lugares eran los palacios coloniales en ésta parte de América del Sur; de propiedad de españoles aventureros o de criollos acaudalados cercanos a la Casa Real de España, que recibían grandes extensiones de tierra y centenares de trabajadores, investidos de gran poder político; y, una misión enorme : sacar adelante un proyecto agrícola, ganadero, producir textiles, fabricar herramientas, traer tecnologías, dar trabajo y proteger a los indígenas del sector. También, pagar impuestos a la Corona, impulsar una nueva religión e iniciar una tarea que sin duda ha sido siempre censurada, la misma que se ha repetido a lo largo de la geografía y la historia de todo el mundo, atravesando las diversas etapas del desarrollo histórico, económico y social de los pueblos. Por entonces se vivía la esclavitud; abolida en Ecuador en 1851; en los Estados Unidos en 1863; y, 62 años antes, en el año 1789, en Francia, con la revolución.

En 1730, se inició la construcción de la casa de hacienda, de estilo español en el exterior y neoclásico en los interiores; y, jardines trazados por un jardinero traído años después de Versalles por Modesto Larrea y Carrión. Él, amplió la vieja casona poco tiempo antes de venderla a Antonio Flores y de Vergara; Primer Marqués de Miraflores. Posteriormente ésta propiedad que se constituyó en el obraje más importante de la región de Los Andes fue vendida al Marqués de San José, don José Manuel de Larrea y Jijón Pólit.

Jacinto Jijón y Caamaño
Haciendo uso de un salto histórico de dos siglos en el relato (prolepsis); llegamos a inicios de los años 1900, cuando Jacinto Jijón y Caamaño, nuevo propietario de la Hacienda, amplió sustancialmente la casa principal manteniendo su estilo original, mejoró sus jardines, amuebló todas las áreas con finas piezas traídas de Francia y refloreció su magnificencia como nunca antes.

La fábrica de textiles fue modernizada, la energía ya provenía de la fuerza del agua, y las tecnologías del viejo obraje, en general, quedaron para la historia.

El complejo de la Casona era tan grande y bien cuidado que se dice que eran necesarios más de doscientos trabajadores para mantener el lugar como su propietario y su refinada cónyuge, doña María Luisa Flores y Caamaño, lo deseaban.

Don Jacinto Jijón y Caamaño (Quito, 11 de diciembre de 1890 – 17 de agosto de 1950), fue un arquitecto, político, historiador, arqueólogo y coleccionista de arte ecuatoriano. En 1945, fue el primer alcalde de Quito, habiendo ocupado antes el cargo de Presidente del Concejo Municipal, en 1934.

Cómo era costumbre entonces, los grandes hacendados tenían además de la Casa de Hacienda, su casa principal en la ciudad cercana. Por ello construyó una villa muy bella en lo que en ese entonces era las afueras de Quito, llamada “El Palacio de La Circasiana” (en las actuales avenidas Colón y 10 de Agosto, esquina) construido por el arquitecto Fabricio Schmidt. En su interior lo decoró con cuadros de Joaquín Pinto y Camilo Egas; en las afueras estaba el Arco tallado en piedra con un bajo-relieve que muestra «La Despedida de los Centauros», temática que fue seleccionada para su construcción.
En la actualidad este arco se encuentra en el Parque de El Ejido frente a la Avenida Amazonas.

Jijón y Caamaño fue un hombre notable para los años del siglo XX en el Ecuador, desde muchos campos: compartió su tiempo de hacendado con la ciencia y la política, en la que llegó a ocupar también otras dignidades cómo Jefe del partido conservador; Senador y Miembro de la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores. Además, fue candidato a la Presidencia de la República.
Su mayor aporte intelectual fue la publicación de «Política Conservadora» en dos volúmenes publicados en 1929 y 1934.

CASIMIRES CHILLO JIJON
Convertido “El Palacio de la Circasiana” en la residencia principal de la ciudad y la Casa de Hacienda del Valle de los Chillos en el lugar de trabajo, (consideremos que para entonces con los primeros caminos carrozables y carruajes, el trayecto entre los dos inmuebles, no era menor), el lugar era propicio también para pasar vacaciones con familia y amigos, siendo las actividades en ambos lugares, frenéticas y de alta distinción.

En tiempos de nuestros padres y abuelos, a mediados del siglo anterior, había básicamente dos calidades para que el sastre pueda confeccionar a la medida -prueba incluida- un terno: la una, muy elegante y costosa con casimires “Príncipe de Gales” de Inglaterra o “Marzoto” de Italia; o la otra, con un material más sencillo y económico con casimires “Chillo Jijón”, que no eran muy inferiores, considerando el mundo de tecnología que los separaba. En realidad, eran textiles que entonces dieron fama a los textiles andinos y del tercer mundo.

El mismo Conde Jacinto Jijón y Caamaño en su momento declaró lo siguiente: “En 1840, mi abuelo don José Manuel Jijón, fundó en el pueblo de Peguchi- Otavalo, la primera fábrica de tejidos. Los primeros productos de esta fábrica fueron entregados al Ejército Ecuatoriano para la campaña de expedición a Pasto, en la época del Gobierno del General Juan José Flores, entre los años 1842 y 1943. Años después la maquinaria tuvo que ser trasladada a los Chillos, en Santa Rosa, parroquia de Amaguaña, Cantón Quito.
José Manuel Jijón murió en 1885, quedando mi padre al frente de esta industria. En 1895, siempre con el afán de perfeccionar y mejorar esta industria adquirió las maquinarias de tejidos de lana, que por esa época el Señor Chacón las había instalado en la ciudad de Ambato, y que por muchas dificultades no pudo llegar a hacerlas funcionar; incorporando así, otra máquina más a los talleres de Chillo”.

Había nacido con alta calidad, una industria textil muy competitiva que abriría un espacio muy grande en el futuro de los textiles nacionales.

Jacinto Jijón y Caamaño, también en esa entrevista de la Revista “El Debate”, dijo:

“En vista del adelanto que día a día ha ido tomando la industria textil, tuvo mi padre que cambiar los telares de Jaquart con los telares de Creeton, los que rindieron mejores resultados. En 1900, adquirimos las maquinarias de tejidos de algodón que hoy tiene el nombre de “San Jacinto” y las de lana, de “San Francisco”.
En 1908, murió mi padre y desde entonces me puse al frente de esta industria.

En 1920, importé nuevas maquinarias para tejidos de lana con lo que llegué a perfeccionar esta producción.
En 1928, adquirí la fábrica de lana del Sr. Tobar que funcionaba en Iñaquito, incorporándole ésta a la fábrica de Chillo; la que aún seguía incompleta en la sección de peinados de lana y en 1933, me ví obligado a traer una máquina y dejar perfecta la producción de lana peinada, con la que sin derecho a equivocarme puedo asegurar que en la Costa del Pacífico Sudamericano mi industria es la mejor instalada y la que más dotada está de toda maquinaria para una producción que no tiene que pedir favor al similar extranjero, a esta fábrica la he denominado: “Dolorosa del Colegio”. Tengo que admitir que en 1918, me vi obligado a adquirir la fábrica de tejidos de algodón de propiedad de la Belgo Ecuatoriana, que funcionaba en Ambato en una circunstancia muy simpática : de que ésta fábrica dirigida por el señor Barahona, funcionaba en los locales construidos por el señor Chacón, para la fábrica que él la adquirió y que también fue nuestra”.

El inicio de la historia Jijón
Todo empezó, cuando el Conde Miguel Jijón y León, nacido en Cayambe en 1717, heredó a los 16 años de edad, una planta de textiles y varias haciendas. Viajó a Lima y desde allí a España donde permaneció algunos años construyendo un complejo habitacional en Sierra Morena que lo llamó “La Carolina Malagueña”, por lo que fue reconocido como Conde en 1784, por su aporte al desarrollo del lugar. Regresó al Ecuador y tuvo problemas con las autoridades de la Inquisición por lo que tuvo que regresar a España para ser absuelto. Murió cuando regresaba de Europa, en Jamaica, en 1790. Él, nunca se casó ni tuvo hijos; sus hermanos y sobrinos fueron sus herederos. Parte de su fortuna la recibió su sobrino Manuel Jijón y Carrión ( a quien he citado anteriormente) propietario de la Hacienda Santa Rosa de Chillo (posteriormente llamada Hacienda Chillo Jijón) y de otras, como la “Hacienda San José” en Urcuquí, al Noroccidente de Ibarra, donde instaló un gran ingenio azucarero que fue la base principal para multiplicar su fortuna y con la cual adquirió 11 haciendas más, todas ellas heredadas a su hijo Manuel Jijón Larrea, quien contrajo matrimonio con Dolores Caamaño Almada, y con quien procreó un sólo hijo, en 1890: Jacinto Jijón y Caamaño.

En 1895, Manuel Jijón Larrea trasladó la planta de textiles de Peguche a Santa Rosa- Chillo Jijón y conjuntamente con su socio Julio Urrutia instalaron la primera planta eléctrica en Quito, usando el agua del río Machángara. Su liderazgo y fortaleza lo llevó también a fundar el Banco de Pichincha, la Cámara de Comercio de Quito y el servicio de buses entre Quito y Riobamba.

En el Ritz de París
El Conde Jacinto Jijón y Caamaño, desde niño, era como un príncipe de la nobleza europea que vivía en un país subdesarrollado que estaba (aún está) en formación. Él no fue a la escuela como todos los demás, sino que su educación fue dentro de sus casas: en la Casa de Hacienda de los Chillos o en el Palacio de la Circasiana; su profesor fue Giacinto Pankeri un cura salesiano que sembró en él, desde muy temprano, el amor por el arte, la arquitectura y las ciencias. Antes de los veinte años se enamoró perdidamente de Lola Lasso Chiriboga, pero su conservadora y muy religiosa madre prohibió esa relación sentimental porque creía que hubiera sido una herejía que su hijo conservador hasta la médula, contrajera matrimonio con una señorita de familia liberal.

Tan pronto se supo de los lances de los primeros amoríos ella hizo sus maletas y lo envió a París, donde vivió cuatro años en una cómoda habitación del Hotel Ritz, uno de los más elegantes del mundo. Para financiar su estadía sus padres debieron vender una hacienda grande. Allí, en esa ciudad estudió a profundidad lo que ya formaba parte de su mundo intelectual y artístico: arqueología con el afamado Paúl Rivet y publicó dos libros. Encontró a María Luisa Flores Caamaño en Londres, se enamoraron en Europa y se casaron -ya con el consentimiento de sus padres- tan pronto retornaron al Ecuador, en 1918. María Luisa quien casi siempre había vivido en el Viejo Mundo no fue bien recibida por la sociedad aristócrata de Quito, porque creían que era muy arrogante, por lo que los dos vivieron una vida más de tipo conventual y confinada entre los muros de “La Circasiana”. Todos los días él salía a misa, nadaba en la piscina cubierta, desayunaba y trabajaba en su biblioteca. A las 11am salía a su oficina del centro de la ciudad, regresaba a almorzar y por las tardes se sumergía nuevamente en los libros de su biblioteca.

En 1919, invitó al Ecuador al famoso arqueólogo alemán Max Uhle quien realizó investigaciones en las zonas de Azuay, Loja y El Oro. En 1920, nació su hijo Manuel Jijón Flores. En 1924, ganó la Presidencia de la República el liberal Gonzalo Córdova en medio de una sospecha de fraude electoral. Jacinto Jijón entonces fue a su Hacienda San José, armó a un centenar y medio de sus trabajadores y salió a Ibarra con el fin de tumbar al ilegítimo gobierno; enfrentándose con las tropas oficiales en la “Batalla de San José” el 12 de Septiembre de 1924, donde murieron 2 soldados del gobierno y 96 en el lado de los rebeldes. Jacinto Jijon salió entonces a refugiarse en Colombia para salvar su vida y solamente pudo regresar cuando la “Revolución Juliana” de línea izquierdista sacó a Córdova del poder e instauró un nuevo gobierno en el Ecuador que realizó profundas reformas institucionales con Isidro Ayora a la cabeza. Retornó nuevamente a la política como candidato presidencial en 1940. En 1950 murió con cáncer.

“La Circasiana” fue vendida al Municipio de Quito en 1985, y la Biblioteca pasó al Banco Central del Ecuador. Las piezas de arte fueron donadas a la Universidad Católica y la Hacienda Chillo Jijón se vendió en 2014. Terminando así, la fabulosa hazaña de una familia aristócrata que por siglos participó con una gran fuerza en la construcción política de un país, y de su estructura agrícola e industrial.