Ecuador
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Los vicepresidenciables

Francisco Jiménez

Una de las instituciones más venida a menos en nuestro sistema republicano es la de la Vicepresidencia de la República. Achacados de no hacer gran cosa y de únicamente estar a la espera –cuando no al acecho– de reemplazar al Presidente o Presidenta de la República, los vicepresidentes terminan siendo objeto de burla y sátira política. Pero la realidad es que pueden llegar a dirigir los destinos del país (lo vivimos con Oswaldo Hurtado, Rosalía Arteaga, Gustavo Noboa y Alfredo Palacio) y hubiera también podido ser el caso de Alfredo Borrero, si el presidente Lasso no se decantaba por la opción de la ‘muerte cruzada’, y en cambio renunciaba para que asuma el vicepresidente Borrero.

¿Qué hubiera pasado si esto último sucedía? ¿Tuviéramos más estabilidad que la que tenemos ahora? Nunca lo sabremos y probablemente sea un ejercicio poco útil especular sobre algo que pudo ser y no fue, pero que nos sirve para darnos cuenta que los vicepresidentes no son figuras ornamentales, ni decorativas. Pueden llegar a ser los que dirijan el destino de nuestro país y esa, como hemos visto, es una hipótesis frecuente en nuestro permanentemente convulsionado panorama político.

Por eso su pensamiento debe ser escrutado y tratado con rigor. En el caso de los 2 candidatos actuales a esa magistratura sus declaraciones son francamente preocupantes. Verónica Abad parece salida de algún capítulo de ‘Los Tudors’ o de ‘Juego de Tronos’, pues sus conceptos sobre las mujeres y sobre la inexistencia del principio de gratuidad en la educación, por citar solo un par de ejemplos, son más propios de la Edad Media que del momento actual. Andrés Arauz no lo hace mejor. Sus vergonzosas declaraciones sobre una supuesta reducción del riesgo país, como consecuencia de la muerte de Fernando Villavicencio, o cuando intenta explicar cualquier cosa sobre la dolarización, muestran a alguien desconectado de la realidad, por decir lo menos.

Uno de los dos asumirá como vicepresidenta o vicepresidente en pocos meses, así que no está de más estar atentos a lo que dicen. Igualmente vale la pena que los presidenciables tomen nota de estos ex abruptos –pues eso es lo que son– para que, haciendo uso de las potestades que les confiere el Art. 149 de la Constitución se les asigne funciones lo más acorde posible con sus talentos, que de seguro los tienen. Y, por cierto, a cruzar los dedos para que bajo ninguna circunstancia les toque asumir la primera magistratura del Estado.