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Carla Simón, Premio Nacional de Cinematografía

El jurado destaca su logro al conseguir el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín, el primero en 39 años para el cine español

La directora Carla Simón.
La directora Carla Simón.BERNARDO DÍAZ

La buena noticia es que no hace falta estar a punto de la jubilación para que el Ministerio se acuerde de un cineasta. La mala (en realidad, no hay mala noticia como tal) es que el Premio Nacional de Cine parezca una compensación al hecho irrefutable de que la Academia de Cine se olvidó completamente de Alcarràs, uno de los mayores logros recientes de nuestro cine, en el muy publicitado asunto de los Goya. Así las cosas, el jurado elegido por Cultura no ha podido por menos que rendirse a la evidencia. La directora Carla Simón (Barcelona, 1986), responsable del último premio grande para el cine español en un festival internacional, ha sido la elegida. Su flamante Oso de Oro en la Berlinale además de su irrenunciable debut como directora de la mano de Verano 1993 no podían pasar desapercibidos. Digamos que al fallo le corresponde el privilegio tanto de la justicia (casi siempre es así) como del atrevimiento (rara vez es así).

En el argumentario de la decisión se subraya la importancia del premio de marras puesto que aquello del Oso de Oro, dice, "supuso un hito en la historia de nuestro cine". Queda claro. Y se explica de forma algo confusa el sentido de su cine, aunque se adivina la intención: "Una película en la que la naturalidad y precisión en la construcción de historias y personajes combina con inteligencia y rigor el realismo y la ficción con una mirada de plena actualidad a problemas sociales". Y una más: "Además, incorpora de una manera orgánica la diversidad de lenguas que caracterizan y enriquecen nuestra sociedad y cultura".

Digamos que lo relevante (también razonado de aquella manera) llega en el segundo párrafo: "Carla Simón también representa a una nueva generación de cineastas que han logrado en muy poco tiempo desarrollar un cine de calidad y comprometido con el propio medio y la sociedad alcanzando a un público global. Sin lugar a dudas, es uno de los referentes del gran momento que vive el cine español. Al mismo tiempo ha sido capaz de promover que se hayan abierto salas de cine en un momento complicado tras la pandemia de covid".

Es decir, importa el premio tanto a título individual como por lo que señala de forma más general. En efecto, Carla Simón representa como pocas cineastas lo que está pasando en el cine y, probablemente, más allá. Por un lado, ella es la prueba más clara de que el cambio y buena salud del cine español es responsabilidad en gran medida de la irrupción de la mujer. Ella es directora y, además, modelo para las directoras que vendrán.

Por otro lado, su cine, volcado en la detallada identificación de asuntos como la verdad, el realismo o simplemente la vida, es, sin duda, la referencia de un nueva forma de entender el hecho cinematográfico. Digamos que su obcecada particularidad, su devoción por el detalle, su amor incondicional a lo cierto, lo real, y su simple y dura belleza, otorgan a este Premio Nacional no más valor tal vez, pero sí más sentido. Es el convencimiento con el que Carla Simón se planta delante de la realidad y hasta del cine para exigir de ella y de él la misma vida, el que sin duda coloca a Simón (y con ella a sus dos películas hasta el momento: Verano 1993 y Alcarràs) en un lugar de excepción.

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