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Michael López-Alegría: «Llevaré con mucho orgullo e ilusión la bandera española al espacio»

De padre pacense y madre italoamericana, Miguel Eladio López Alegría nació en mayo del 58 en Madrid. Apenas dos años después, su familia se mudó a California. Allí, reconvertido en ‘Michael’ para sus compañeros, creció y se graduó en ingeniería de sistemas en la Academia Naval de los EE. UU., especializándose más tarde en ingeniería aeroespacial. A principios de los noventa, fue escogido como astronauta de la NASA. En sus instalaciones coincidió e ‘hizo migas’ con un joven Pedro Duque, que se entrenaba por aquel entonces para la Agencia Espacial Europea (ESA). Ambos subirían pocos años más tarde a la Estación Espacial Internacional (ISS), pero López-Alegría se adelantaría en dos años, convirtiéndose en el primer astronauta de origen español en llegar al espacio.

No fue la única: volvió hasta en cuatro ocasiones hasta su último viaje, en 2006. Ahora retirado de la agencia espacial estadounidense, ha creado su propia compañía, Axiom Space, con la que regresará casi dos décadas después a la ISS el próximo 8 de abril en la primera misión totalmente privada con destino al mayor laboratorio espacial creado por la humanidad. Y esta vez lucirá con orgullo la bandera española que no pudo llevar en sus otros viajes espaciales, cuenta en una charla por videoconferencia con ABC desde los 'cuarteles generales' de su empresa en Los Ángeles.

—La NASA acaba de aprobar a la tripulación de la Axiom Mission 1, con usted como comandante. ¿Cómo se siente?

—Otro paso adelante de entre los muchos que son necesarios. Llevamos persiguiendo esta meta desde hace meses e incluso años. Entrenamientos, pruebas médicas, físicas… Por fin nos estamos acercando a la fecha de lanzamiento.

—¿Es un sentimiento diferente al de las otras veces que ha viajado al espacio?

—Hay muchas diferencias. Primero, la estación es más grande. La última vez que fui hubo a bordo una tripulación de tres personas. Ahora allí hay siete astronautas y, con nosotros, sumaremos un total de once. O sea, es mucho más grande, más compleja, mucho más enfocada a experimentos científicos a diferencia de mi época, que eran tiempos de construcción. Cuando fui había tres o cuatro módulos y ahora hay más del doble. Es casi como una ciudad. Además, con esta tripulación privada mi papel es un poco distinto: no me tengo que ocupar solo de mis cosas, sino también de las de ellos y asegurarnos de que todo es seguro pero también que disfrutan de la experiencia. Porque eso es muy importante. Por último, cuando era astronauta de la NASA, tenía unas expectativas de cómo sería mi trabajo; pero ahora que estoy separado de esa vida, tengo más ilusión porque reconozco más lo especial y lo magnífica que es esta experiencia. Estoy disfrutando un poco más. Va a ser muy interesante experimentar cómo ha cambiado y cómo ha expandido el volumen y las instalaciones científicas. Tengo muchas ganas.

«Esta misión se parece mucho a las de la NASA, salvo porque la iniciativa es enteramente privada y los experimentos están supervisados por instituciones que no son estatales, como hasta ahora»

—¿Quiénes forman la tripulación y qué harán durante sus ocho días de estancia en la ISS?

—Yo soy el comandante. El segundo a bordo es el piloto, Larry Connor. Vive en Ohio y colabora con dos instituciones médicas muy importantes, Clínica Mayo y Cleveland Clinic, con las que llevará a cabo experimentos con células madre para medir cómo el espacio impacta el envejecimiento. El especialista de misión es un israelí llamado Eytan Stibbe, piloto de la fuerza aérea israelí y compañero del otro piloto que murió en el accidente del Columbia en 2003, Ilan Ramón. Después de su fallecimiento se creó la Ilan Ramon Fundation y Eytan está colaborando con esta organización para llevar a cabo experimentos médicos físicos. El tercer astronauta se llama Mark Pathy, canadiense que colabora con el Montreal Childhood Hospital y con el Canadian Geographical Society para hacer otras diferentes pruebas y demostrar que se puede crear una comunicación bidireccional con hologramas para, por ejemplo, poder operar en el espacio con el apoyo en tierra. En realidad, esta misión se parece mucho a las de la NASA, salvo porque la iniciativa es enteramente privada y los experimentos están supervisados por estas instituciones.

Tripulación de la misión AX-1
Tripulación de la misión AX-1 - Axiom Space

—Es evidente que estamos ante una nueva carrera espacial, con empresas privadas involucrándose y el turismo espacial como reclamo para el gran público. O, al menos, el más adinerado. ¿Lo cree así?

—No sé si es una carrera, pero desde luego es una fase nueva de las misiones tripuladas. En los últimos sesenta años llevamos al espacio, casi sin excepción, empleados del estado del gobierno que sea. Sin embargo, ahora comienza el tiempo de los astronautas privados. Y ya estamos viendo que pueden ser vuelos suborbitales o más lejos, a la ISS, que es lo que nosotros hacemos. La diferencia entre unos y otros es que para llegar a la estación espacial es necesario mayor preparación, entrenamiento y dedicación. Aparte, es una nueva oportunidad para explorar y explotar el ámbito de la microgravedad, y poder realizar las mismas investigaciones pero desde el sector privado.

Michael Lópze-Alegría durante uno de los ensayos en gravedad cero para la misión de Axiom Space
Michael Lópze-Alegría durante uno de los ensayos en gravedad cero para la misión de Axiom Space - AXIOM SPACE

—Entonces, ¿estamos en otra era espacial?

—Es un punto de inflexión en la exploración humana en el espacio. Estoy súper orgulloso de formar parte de esta tripulación porque desde que dejé la NASA hace más de diez años siempre he apostado por la idea de democratizar la experiencia. Y ahora, después de tantos años diciéndolo, me toca hacerlo. Para mí es un sueño. Sobre todo portando los vínculos que tengo con España. Me hace mucha ilusión.

«En esta ocasión, iré con las dos banderas»

—¿Se siente el primer español que subió al espacio? Aquí hubo algo de polémica con el tema...

—Pedro es un amigo y entre nosotros no tenemos ningún roce por eso. Yo nací en España, siempre he tenido la nacionalidad española, lo que pasa que no llevé la bandera en mi hombro porque fui como miembro de la NASA. Él, sin embargo, representó a España cuando subió con la ESA. En esta ocasión, iré con las dos banderas, porque como no es una agencia espacial estatal puedo reclamar mis dos nacionalidades. Llevaré con mucho orgullo la bandera española.

—¿Cuál es su relación con España? ¿Está enterado de la actualidad del sector aquí o relacionado con empresas e ingenieros españoles?

—Con el sector espacial no tengo mucha relación. Casi todos mis vínculos con España son familiares. Tengo dos familias, la de mi padre, que era de Badajoz. Él tenía tres hermanas y sus hijos, mis primos, son muy cercanos, hablamos de manera muy regular. Después se casó con una española y la mayoría de ellos están en Madrid, por lo que es casi visita obligatoria cada vez que voy a España. La veo casi más que a la otra, porque no se va a Badajoz a menos que vayas a ir a Badajoz -risas-. Les tengo mucho cariño a todos allí. Y no solo eso, también a la cultura, a la cocina, al vino… Siento la sangre muy española aunque la mente pueda ser muy americana.

«Estoy convencido de que, en algún momento, todo el mundo podrá subir al espacio tal y como hoy monta en avión»

—Volviendo a la democratización del espacio. ¿Piensa que los viajes espaciales llegarán a estar al alcance de cualquiera?

—Eso va a tardar porque, de momento, los precios son astronómicos -se ríe-. Pero creo que ocurrirá como con la aviación comercial, cuando en los años veinte o treinta los billetes eran muy caros y solo la gente rica podía permitirse subir en avión. Hoy en día lo hace cualquiera para ir a una fiesta. Los precios se han reducido porque el aumento de la oferta, el volumen de operaciones, la experiencia… Yo estoy convencido de que, en algún momento, todo el mundo podrá subir al espacio tal y como hoy monta en avión.

—¿Podemos hablar de precios por subir a la ISS? Algunos medios apuntan a unos 55 millones de dólares (48 millones de euros).

—No podemos hablar de lo que han pagado, pero son decenas de millones de dólares, tengo que admitir. El coste es tan caro porque una gran parte se va en el transporte.

—¿Habrá nuevas misiones?

—Se acaba de aprobar una segunda misión para finales de este año. La comandante será Peggy Watson, una exastronauta muy experimentada que ahora mismo es mi suplente para mi misión; se sumarán tres tripulantes más que ya han empezado a prepararse. La intención es llevar a cabo dos misiones al año, pero es la NASA y las otras agencias las que tienen que decidir si podemos hacerlas, porque tener cuatro astronautas más a bordo de la ISS complica un poco más la cosa. Sin embargo, cuando tengamos nuestros propios módulos, podremos hacer viajes de forma más regular.

«Nuestra estación espacial privada operará con la ISS hasta su fin»

—De hecho, le quería preguntar acerca del gran proyecto de su empresa de construir la primera estación espacial privada. ¿Cómo marcha?

—El plan es construir, lanzar y acoplar tres módulos a la ISS. Esto es más fácil que construir de cero. Del primer módulo, la ‘cáscara’ se está construyendo en Italia. Cuando esté lista, se enviará a Houston para integrar toda la electrónica. Esperamos lanzar el módulo en septiembre de 2024. Seis meses después despegará el segundo, y otros seis más tarde, el siguiente. Operaremos junto a la ISS hasta su fin. En ese momento subiremos un cuarto módulo que contará con paneles solares, que proveerán de energía a toda la infraestructura. Y haremos lo mismo que hace ahora la ISS, pero de forma privada. Queremos tener también como clientes a estas mismas agencias gubernamentales, como la NASA o la ESA, que puedan enviar a sus astronautas para hacer experimentos en microgravedad; pero también empresas privadas que hagan sus propias pruebas.

—Hay muchos proyectos en el 'aire' en el campo del espacio: se ha hablado de construir hoteles, bases lunares... ¿Qué tiene de diferente el suyo?

—Lo más importante para mí es que hay demanda. Casi todas las agencias espaciales que participan en la ISS han dicho que quieren seguir teniendo presencia en la órbita terrestre, pero no tienen ningún plan para cuando la actual estación espacial se jubile. Ya la NASA ha apostado por nosotros, permitiéndonos acoplar nuestros módulos. Y esto es una gran señal. Ellos tienen confianza en quiénes somos, en nuestra capacidad de ingeniería y operaciones y yo creo que eso da pistas de lo que puede ser el futuro. Es verdad que muchas empresas han dicho que pueden hacer esto o lo otro en el espacio. Pero, como nosotros decimos, nuestra empresa ya está ‘cortando metal’. Esto sí que es un proyecto que se va a realizar. Además, hemos tenido éxito al recaudar fondos. Cuando empecé con la empresa éramos cinco y ahora somos casi 400. Y estamos creciendo de forma impresionante. Todo esto va muy en serio.

—La NASA apuesta mucho por empresas privadas como Axiom o SpaceX. ¿Cuál es el ambiente que se respira entre las empresas privadas espaciales?

—Somos un colectivo de pocas compañías pero dependemos mucho uno de otros: por ejemplo, nosotros no somos una empresa de transporte espacial, sino un destino; y en nuestro caso utilizamos SpaceX para el viaje. Pero en el futuro habrá mínimo una o dos empresas más con las que podremos colaborar. La competición siempre es buena para una industria de un sector nuevo, y aquí además también hay colaboración. Además, a las agencias les interesa nuestra actividad. Por ejemplo, hoy la NASA se deja 3.500 millones de dólares al año en la ISS, que es una burrada de dinero. Y nosotros podemos ofrecer el mismo acceso por mucho menos coste y ellos pueden enfocarse en la exploración de la Luna o de Marte mientras que ya está establecido una economía en la órbita terrestre. La órbita terrestre será un dominio bastante interesante y que crecerá durante esta década.

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