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Una década abocados a sufrir la precaria estación intermodal de Ourense

Ourense será la última ciudad de Galicia con una nueva estación intermodal, así seguirá siendo la instalación para los vecinos y visitantes de la ciudad

La ciudadanía ourensana y los visitantes que lleguen en tren se van a tener que enfrentar a una ominosa década de precariedad en las instalaciones ferroviarias de la estación de A Ponte. El AVE llega a un andén al que, cuando bajan los viajeros se mojan si llueve, porque no hay marquesina que cubra toda su longitud. Lo mismo les sucede cuando esperan tras cruzar el vestíbulo de la estación, por un taxi o por el coche que los venga a recoger, pues tampoco hay una marquesina que los salve de la intemperie en la zona de espera. Desbordada por un flujo de viajeros que es mayor que en los aeropuertos de Alvedro y Peinador juntos, carece de las instalaciones adecuadas para atenderlos: largas colas en las ventanillas de atención al viajero y venta de billetes. Más largas todavía, en los puestos de control de equipajes. Incómodos accesos para pasar de un andén a otro, máxime si se trata de personas que viajen con mucho equipaje… 

El parking subterráneo, único elemento de la estación, junto con la terminal de autobuses, que ya es definitivo, se ha quedado pequeño, como lo demuestra el cartel de completo que muestra con mucha frecuencia, sobre todo si tenemos en cuenta que una parte importante de sus plazas ya están ocupadas por las empresas de coches de alquiler.

Tampoco ayuda la ordenación de la circulación viaria en torno a la estación, obligando a usuarios que quieren ir al centro de la ciudad a llegar a la rotonda de la N120 para dar la vuelta. Esto no solo representa una incomodidad, sino el encarecimiento de las carreras de los taxis que tendrán que recorrer casi dos kilómetros para ponerse a la altura de la misma estación pero dirección al centro urbano. 

Si todos estos problemas resultan incómodos, lo peor está todavía por llegar con unas obras cuya duración está planificada para algo más de seis años y que coincidirán con el incremento de la oferta de trenes, lo que significará más viajeros en una precaria estación.