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Cómo preparé mi propio funeral sostenible

No a muchos de nosotros nos gusta hablar de la muerte. Es algo oscuro, triste y suele llevarnos a una espiral existencial. Pero la incómoda verdad es que, como soy una persona a la que le importa el medioambiente, necesito dejar de ignorar esta realidad.

La mayoría en Reino Unido (mi país) es cremada cuando muere, y quemar cuerpos no es bueno para el planeta. Una cremación típica aquí funciona con gas, y produce cerca del equivalente a 126 kg de emisiones de CO2 (similar a conducir un auto por 750 Km). En Estados Unidos, el promedio es aún más alto: 208 kg

Puede que no sea la cosa que hagamos que produzca más emisiones de carbono en nuestra vida, pero cuando la mayoría de la gente en muchos países elige esta opción cuando muere, esas emisiones se acumulan rápidamente.

Los entierros no son mucho mejores. Las tumbas están revestidas de cemento, un material cuya producción genera muchas emisiones, y el cuerpo está dentro de un féretro de madera o acero.

Por lo general se usa un líquido para embalsamar sumamente tóxico, como el formaldehído, que se filtra en la tierra junto con metales pesados que dañan el ecosistema y contaminan la capa freática.

Solo el cajón puede generar el equivalente a 46 kg de CO2, dependiendo de sus materiales.

Paso mis días tratando de cuidar al planeta: reciclo cajas de cereales, tomo el autobús, y elijo comer tofu en vez de un filete de carne. La idea de que mi muerte requerirá un acto final y venenoso es difícil de aceptar. Estoy decidida a buscar una opción más sostenible.

Entierros naturales

Mi punto de partida es el Natural Death Centre, una ONG basada en Reino Unido. Levanto el teléfono y me alegra encontrar a Rosie Inman-Cook del otro lado de la línea, una persona conversadora y sensata que me advierte sobre muchas prácticas alternativas dudosas (me trae a la memoria lo que leí sobre las ecournas, algunas biodegradables, que combinan las cenizas con otras cosas).

Cementerio
Las tumbas están revestidas de cemento, un material cuya producción genera muchas emisiones.

El problema es que, por más que sean sostenibles, las cenizas son producto de una cremación que genera altas emisiones de carbono. ¿Cómo puedo hacer para evitar, en primer lugar, que mi cuerpo se convierta en una nube de humo negro?

La respuesta de Inman-Cook son los entierros naturales. Esto significa enterrar un cuerpo sin ninguna barrera para su descomposición (sin fluidos embalsamadores, o bolsas plásticas o féretros de metal). Esto equivale a cero emisiones de CO2, según análisis recientes de Planet Market, una empresa británica que certifica sostenibilidad.

El cuerpo se entierra en una fosa relativamente poco profunda, que podría ser el jardín de alguien, o un sitio de enterramientos naturales.

Algunos de estos sitios permiten marcar las tumbas con piedras u otras cosas simples. Otros son muy estrictos y no permiten nada de eso.

¿Pero qué pasa con los materiales no tan naturales que han entrado en nuestro cuerpo, como los productos farmacéuticos, los microplásticos o los metales pesados? Una solución puede ser usar un ataúd hecho de hongos.

El “Loop Living Cocoon” asegura ser el primer féretro viviente del mundo. Está hecho de una especie nativa no invasiva de micelio fúngico, que también se emplea para hacer paneles aislantes, empaques y muebles.

Entierros naturales
En los entierros naturales no hay una barrera entre el cuerpo y la tierra.

“Uno de los problemas que estamos viendo es la degradación del suelo. La calidad del suelo se esta volviendo cada vez más pobre, sobre todo en lugares funerarios, porque allí hay mucha contaminación”, me dice Bob Hendrikx, inventor del ataúd viviente.

El micelio puede mejorar la salud del suelo y absorber metales pesados, que de otro modo se filtrarían al agua subterránea.

Sin embargo, basándonos en la investigación actual, el impacto real de los féretros de hongos actuales es difícil de estimar.

Abono humano

Por muy ecológico que suene un entierro natural –con o sin hongos- el espacio es costoso. En las ciudades, en particular, los espacios verdes para entierros naturales en los bosques son escasos.

Esto motivó a la joven estudiante de arquitectura Katrina Spade a idear una solución: convertir el cuerpo en abono dentro de un recipiente de acero hexagonal, reduciéndolo a un compostaje rico en nutrientes que la familia puede colocar en su jardín.

Spade creó Recompose, el primer centro de compostaje humano en Seattle, EE.UU., en 2020. Washington fue el primer estado del país que legalizó el compostaje humano ese mismo año, y la práctica ya es legal en otros siete estados.

Katrina Spade
“No somos adyacentes a la naturaleza, somos parte de la naturaleza”, dice Spade.

El proceso toma entre cinco y siete semanas. El cuerpo, colocado en un recipiente especial, está rodeado de astillas de madera, alfalfa y paja. El aire es cuidadosamente monitoreado y controlado, para crear un hábitat confortable para los microbios que ayudan a acelerar la descomposición del cuerpo.

Eventualmente se retiran los restos, que se han transformado en el equivalente a dos carretillas de abono. Los huesos y los dientes –que no se descomponen- se quitan y destruyen mecánicamente, y se añaden al compostaje. Los implantes, marcapasos y articulaciones artificiales se reciclan en caso de ser posible.

De acuerdo a una evaluación de la Universidad de Leiden y la Universidad Tecnológica de Delft, en Países Bajos, el impacto climático del compostaje humano es una fracción del impacto de la cremación: en EE.UU., representa el equivalente a 28 kg de CO2, en comparación con 208 kg.

Transformar un cuerpo humano en tierra también nos recuerda que “no somos adyacentes a la naturaleza, somos parte de la naturaleza”, dice Spade. Este cambio en nuestra relación con el mundo natural es un beneficio ambiental difícil de cuantificar, pero es “crítico para la difícil situación del planeta”, añade.

Cremación con agua

Existe otra opción baja en emisiones de carbono que se centra en un elemento diferente: agua. La “cremación con agua” (también conocida como hidrólisis alcalina) es una alternativa a la cremación tradicional.

Es algo más suave y limpio que la cremación, que produce solo el equivalente a 20 kg de CO2.

Máquina para cremación con agua en Sudáfrica.
Máquina para cremación con agua en Sudáfrica.

“Eso es una gran diferencia”, me dice Rima Trofimovaite, autora del informe de Planet Market. “Con la cremación en agua recortas cantidades masivas de emisiones en comparación con la cremación con fuego”.

El método consiste en mezclar aproximadamente 1.500 litros de agua con hidróxido de potasio y calentarlo a 150° C. En apenas cuatro horas, el cuerpo humano queda reducido a un líquido esteril.

Conversé con Sandy Sullivan, fundador de Resomation, la empresa que vende equipos de cremación con agua a distinas funerarias en América del Norte, Irlanda y Reino Unido. Se mostró paciente cuando le conté que no estoy muy segura de cómo me siento cuando trato de imaginarme el proceso como una suerte de derretimiento.

“Esto es con lo que te quedas al final”, me dice, mostrándome una bolsa grande llena de un polvo blanco brillante (que en realidad es harina).

El punto es que el producto final es algo seco, parecido a las cenizas.

La harina es para mostrar lo que se le devuelve a la familia, y que incluye solo los huesos, que han sido triturados mecánimente (como en una cremación con fuego).

Los tejidos blandos se desomponen en el agua y desaparecen por unos caños que van a una planta de tratamiento de agua.

Sostenibilidad con consuelo

La bolsa de harina representa los restos físicos que son tan importantes para muchas familias.

Demuestra lo que Julie Rugg, director, del Grupo de Investigación de Cementerios de la Universidad de York en Reino Unido, cree que es central en mucho de lo que pensamos sobre las prácticas funerarias.

Jóvenes frente a una tumba
Para muchos es importante tener un lugar o algo físico para recordar a la persona ausente.

“Frente a la muerte, buscamos consuelo. Y ha sido realmente interesante ver cómo ha habido un conflicto, en algunos casos, entro lo que es sostenible y lo que la gente encuentra reconfortante”, dice.

Las bolsas de cenizas de huesos y el abono contribuyen en cierta medida a superar esto, al ofrecernos algo tangible, un ancla para nuestro dolor.

Mientras considero las distintas opciones sobre las que he aprendido, veo cómo mis pensamientos regresan a mi primera conversación con Inman-Cook.

Me cautiva la simplicidad del entierro natural, la ausencia de campanas, recipientes o cámaras. Me alegra que, basándose en todo lo que ha aprendido durante sus análisis científicos, Trofimovaite, llegara a la misma conclusión

“Yo trataría de hacerlo lo más natural posible”, me dice. “Los entierros naturales son los más atractivos”. Pero los entierros naturales sin algo que marque la tumba son un ejemplo perfecto del conflicto identificado por Rugg.

“Alguien dice que ama la idea de que lo entierren en este hermoso prado, pero no pueden poner nada sobre la tumba”, explica. “Tenemos que llegar a un sistema que nos permita sentir que nuestra pérdida es especial. Tenemos que pensar en sostenibilidad en una escala que todavía ofrezca consuelo”.

La respuesta, me parece, podría estar en reimaginar qué significa “especial”. Como dice Rugg, en un típico jardín conmemorativo, “no puedes moverte porque hay placas por todas partes. Nos resistimos a que desaparezcan los muertos, y de hecho, eso nos resulta menos reconfortante de lo que pensamos”.

Salgo de la conversación con la clara sensación de qué, suponiendo que haya evitado convertirme en una nube de humo, una de las mejores cosas que puedo hacer es negarme a reclamar una porción de tierra.

Espero que mi familia pueda encontrar consuelo sabiendo que yo sería más feliz siendo parte del paisaje. ¿Por qué ser un árbol cuando puedo ser un bosque?

*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original.

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