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Ucrania está avanzando, Rusia está retrocediendo, pero el presidente Zelenski tiene un gran problema

El problema más grande de Ucrania tal vez no sea la amenaza militar que representa el ejército de Putin, a pesar de lo significativa que seguirá siendo, sino más bien lidiar con la destrucción que han causado los ataques de Rusia en su economía… y en un momento en el que las posibilidades de recibir el flujo abundante y continuo de ayuda que Kiev necesita con urgencia podrían disminuir a causa de las deterioradas condiciones económicas en Occidente.

A pesar de sus reveses militares recientes, Rusia sigue teniendo un inmenso poder destructivo. Tan solo en las últimas semanas, sus misiles y drones han atacado el 40 por ciento de la infraestructura energética de Ucrania, lo cual ha producido series de apagones en todo el país. Las lluvias de misiles dejaron a alrededor de 4,5 millones de ucranianos sin electricidad. El 80 por ciento de los habitantes de Kiev se quedó sin agua; 350.000 hogares se quedaron sin luz. Como lo demuestran los ataques con misiles de esta semana, Rusia no está cerca de parar.

En medio de todo esto, los líderes de Ucrania deben satisfacer las muchas necesidades básicas de su pueblo, cuyas vidas han cambiado por completo. Este mes, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por su sigla en inglés) informó que seis millones de ucranianos están “desplazados internamente” (otros siete millones han buscado refugio en el extranjero). El desempleo había llegado al 35 por ciento para el segundo trimestre de este año, según el Banco Nacional de Ucrania. El índice de pobreza, del 2,5 por ciento en 2020, podría acercarse al 25 por ciento para diciembre y el doble de esa cifra para finales del próximo año. La turbulencia y la destrucción en tiempos de guerra han sido especialmente complicados para los niños; en Ucrania, han sido orillados a la pobreza casi medio millón más, la segunda cantidad más alta en la región.

Las adversidades de Ucrania son un reflejo del patrón histórico. Las guerras prolongadas a menudo devastan las economías de los combatientes y los efectos negativos permanecen mucho tiempo después de que termina el conflicto. Los cálculos para la reconstrucción de Ucrania posterior a la guerra van desde los 349.000 millones de dólares hasta los 750.000 millones de dólares, incluso antes de que se pueda pronosticar todo el alcance de la destrucción. Aunque se ha hablado de usar activos confiscados de Rusia para ayudar a cubrir los costos, esto podría toparse con una infinidad de obstáculos legales.

Eso es para el futuro, pero el gobierno de Kiev tiene problemas más inmediatos.

El Banco Mundial proyecta que el PIB de Ucrania se reducirá un 35 por ciento este año y otros estimados predicen que la contracción podría ser de hasta el 40 por ciento. Aunque el Banco Nacional de Ucrania prevé que continuará la expansión económica en 2023, incluso para regresar al PIB previo a la guerra se necesitarían muchos años de rápido crecimiento.

El déficit total del presupuesto mensual de Ucrania es de 5000 millones de dólares y el gobierno se ha visto forzado a buscar ayuda de emergencia en Occidente y el Fondo Monetario Internacional. El primer ministro Denys Shmyhal hace poco declaró que, dada la brecha que se anticipa que haya entre los ingresos y los gastos, su país necesitará 42.000 millones de dólares de ayuda para 2023. El presidente Volodímir Zelenski agregó otros 17.000 millones de dólares para la reconstrucción de las plantas eléctricas y las viviendas dañadas o destruidas. Sumadas, estas cantidades equivalen a casi el 30 por ciento del PIB actual de Ucrania.

La guerra también ha provocado que el comercio de Ucrania se desplome. Para finales de septiembre, el déficit comercial había aumentado a más del doble para llegar a 6100 millones de dólares. Las exportaciones agrícolas —las cuales generaron 27.800 millones de dólares en 2021 y conformaron el 41 por ciento de las exportaciones totales— se vieron particularmente afectadas porque Rusia se apoderó de los puertos ucranianos en el mar de Azov, algunos en el mar Negro y minaron otros, con lo cual sepultaron 20 millones de toneladas de granos además de otros productos alimentarios destinados para exportación.

Aunque las exportaciones de alimentos se recuperaron después de que Rusia y Ucrania llegaron a un acuerdo que negociaron en julio la ONU y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan —más de 11 millones de toneladas de granos y otros productos alimentarios ucranianos se han exportado desde entonces—, Rusia todavía puede interrumpirlas, como lo demostró este mes cuando se retiró del acuerdo, y se reincorporó de inmediato, pero advirtió que se reservaba el derecho de dejarlo de nuevo. Además, a pesar de que el acuerdo posibilitó que Ucrania reanudara las exportaciones de maíz y trigo, el volumen es equivalente a la mitad del que exportaba antes de la guerra.

Los ataques de Rusia en contra de los activos económicos de Ucrania no son nuevos, pero han alcanzado nuevas alturas después del ataque que Ucrania realizó el 8 de octubre en el puente del estrecho de Kerch que conecta Rusia con Crimea. Ese mismo día, Putin nombró al general Serguéi Surovikin para dirigir la “operación especial” en Ucrania. Surovikin, infame por su ataque aéreo implacable contra Alepo mientras comandaba las fuerzas rusas en Siria en 2017, no tardó en implementar su estrategia distintiva. Lo más probable es que él haya ordenado los ataques incesantes en toda Ucrania que tenían como objetivos las redes eléctricas, las presas, las plantas de depuradoras de agua, las plantas de tratamiento de aguas residuales y las estaciones termoeléctricas.

La red eléctrica ya había sido uno de los blancos principales de los rusos y pueden dañarla aún más obstruyendo los suministros de combustible necesarios para mantenerla en funcionamiento. Ucrania, aunque planeaba ganar 1500 millones de euros el próximo año de las ventas de electricidad a la Unión Europea, ya ha tenido que suspender las exportaciones y tal vez tenga que depender de suministros del extranjero para satisfacer sus necesidades locales.

En su lucha por manejar la crisis económica que creó la invasión rusa, los líderes de Ucrania han recibido ayuda significativa de varias fuentes. En marzo, mayo y septiembre, el Congreso de Estados Unidos autorizó casi 20.000 millones de dólares para destinarlos a varios tipos de ayuda económica y humanitaria (parte de un paquete de 54.000 millones de dólares de ayuda económica y militar). Hasta el momento, el gobierno del presidente Joe Biden ha entregado 8500 millones de dólares en ayuda económica y planea agregar otros 4500 millones de dólares. La UE no lo ha hecho tan bien, pues prometió 11.000 millones de euros, pero tan solo desembolsó el 27 por ciento, y, a diferencia de Estados Unidos, principalmente en préstamos, aunque con tarifas preferenciales. Otros benefactores son el Reino Unido, el cual había contribuido 1600 millones de libras para mediados de año, el Banco Mundial, el cual había entregado 6000 millones de dólares en financiamiento de emergencia para julio, parte de los 13.000 millones de dólares que había garantizado para ayudar a Ucrania, y el FMI, el cual movilizó otros miles de millones de dólares.

Debido al predicamento económico por el que está pasando, Ucrania necesita con urgencia un flujo continuo de inmensas cantidades de ayuda, pero las preocupantes tendencias económicas en Occidente podrían amenazar este salvavidas.

Esas tendencias se deben en parte a las reacciones adversas posteriores a la imposición de sanciones contra Rusia, en particular el aumento exorbitante de los precios de los energéticos que Rusia provocó como represalia por medio de recortes draconianos a las ventas de gas natural en Europa. La tasa de inflación anual de la eurozona se ha incrementado a un 10,7 por ciento y supera el 20 por ciento en tres Estados bálticos. En Estados Unidos, a pesar de la noticia positiva sobre algunos indicadores económicos clave, es del 7,7 por ciento, en el Reino Unido es del 11,1 por ciento. Lo que es peor, ahora que los bancos centrales ya están aumentando las tasas de interés en respuesta, las economías de Occidente podrían entrar en recesión.

La ayuda a Ucrania no se acabará, ni tampoco colapsará la economía ucraniana, pero los gobiernos de Occidente tal vez enfrenten más complicaciones, políticas si no es que económicas, para seguir enviando miles de millones de dólares a Kiev mientras sus propios ciudadanos soportan el aumento de los precios y del desempleo. Polonia, Alemania y Hungría están luchando para hospedar a más refugiados ucranianos y la actitud en Europa se ha vuelto menos acogedora justo cuando se ha incrementado el éxodo de Ucrania, después de la intensificación de los ataques de Rusia contra las ciudades.

Además, el FMI y el Banco Mundial recibirán llamadas de auxilio de otras partes del mundo, incluyendo países de bajos e incluso medianos ingresos cuyas amortizaciones de deuda están escalando debido a que las tasas de interés global siguen al alza. Según la ONU, 54 de ellos ya tienen “graves problemas de deuda”. Los padecimientos económicos podrían empeorar a medida que se revalorice el dólar, debido a los aumentos de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal, y eleve el precio de los alimentos importados.

Occidente ha prometido apoyar a Ucrania hasta que las tropas de Rusia salgan de su territorio —apenas esta semana, Biden le pidió al Congreso la autorización de 37.700 millones de dólares en ayuda económica y militar de emergencia para Kiev—, pero eso podría tardar mucho tiempo y absorber muchos más recursos de los que se esperaban en los primeros meses de esta guerra. Por su parte, los ucranianos han resistido la invasión rusa con una tenacidad e ingenio extraordinarios. El problema es que podrían descubrir que los problemas económicos provocados por la guerra son mucho más intrincados.