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Alguna recuperación a pesar de la guerra

Es la paradoja de un país potente con cosas extrañas: tres millones de personas no tienen empleo pero cientos de empresarios no encuentran trabajadores para atender sus negocios de restauración, labores agrícolas o cuidados

Si no fuera por la guerra de Ucrania, España y otros países irían como un tiro en su recuperación post crisis pandémica. Aún con malestar creciente por la escalada de precios de la energía, que repercuten en la alimentación y la construcción, España baja por primera vez desde 2008 del fatídico número de tres millones de parados y registra más de veinte millones de trabajadores cotizando a la Seguridad Social. Se “celebra” el tener “solo tres millones de parados”, oficialmente, en un país próximo a los 50 millones de habitantes.

Es la paradoja de un país potente con cosas extrañas: tres millones de personas no tienen empleo pero cientos de empresarios no encuentran trabajadores para atender sus negocios de restauración, labores agrícolas o cuidados. Cómo será de grave esa contradicción que, para resolverla, el ministro José Luis Escrivá estudia facilitar permisos de trabajo a miles de personas en situación irregular en España (en lo laboral) para que no queden comensales sin atender, ni una aceituna o un melocotón en los árboles por recoger. Los empresarios, de acuerdo; los sindicatos, en contra.

La explicación a esa paradoja con demasiados desempleados y, a la vez, empresarios buscando trabajadores, no es fácil de explicar. Algunas pistas: hay tareas que los españoles no quieren hacer, léase, limpiar casas, cuidar ancianos, recoger fruta y otras tareas incómodas al sol y con largas jornadas. Como en República Dominicana, que preferían que la caña la recogieran sus vecinos haitianos. En otros casos influye la fijación de la población al territorio en el que se vive, por la estructura de propiedad de la vivienda: hay aversión a la movilidad entre ciudades. Y existe también cierta resistencia a volver a zonas rurales. Todavía algo más: como muchos salarios que se ofrecen son temporales, y además bajos, se impone la cantilena del “a mí no me compensa”. El gerente de una cadena de balnearios lo explica así: “Me parece bien que el Estado ayude a los que menos tienen; pero es que hay muchos que, entre el ingreso mínimo vital, más el de su pareja, alguna cosilla que le dejaron sus padres y algún trabajito ocasional bajo mano, prefieren no trabajar. Ya les vale así”. Hay tres millones de parados pero una parte de ellos no busca solución; y otros rechazan lo que se les ofrece. Así está el país. Y con todo, se recupera; solo que menos de lo que lo haría sin guerra en Ucrania y sin batallas energéticas.

Sobre ese fondo discurre la política española, apreciándose una recuperación de la derecha que se expresará el 19 de junio en Andalucía donde se pronostica una amplia desmovilización de la izquierda. Desmovilización y división: en Andalucía comparece el Partido Socialista con Juan Espadas, ex alcalde de Sevilla como candidato, acompañado del susurro de que “estamos acostumbrados a vencer a las encuestas negativas”. Veremos. Pero a la izquierda del PSOE hay división, con dos candidaturas diferentes y más rencillas que movilización.

El mes de junio llevará a Madrid la Asamblea General de la OTAN. Dirigentes de la izquierda, incluidas algunas ministras de Podemos, critican por adelantado ese acto. Están en su derecho. Pero en estos tiempos de guerra, ir contra la OTAN debe ser poco rentable cuando los tradicionales países neutrales -Suecia o Finlandia- piden el ingreso en la organización. Y encima la OTAN quiere blindar los nodos de suministro energético. Hay miedo a Putin y poco espacio para la discrepancia.