Lo que experimentamos quienes tenemos la dicha de ser padres no se puede unificar ni sintetizar. Siendo así, no queda más remedio que compartir sensaciones y emociones personales. Como en la vieja canción de Los Iracundos: “… el mundo está cambiando / y cambiará más…”. Conversando en familia se identifica y constata cuántas cosas han cambiado desde que los hijos eran niños hasta ahora que ya son padres, precisamente. Qué veíamos, decíamos, usábamos, cantábamos mientras ellos iban creciendo. Y en muchos casos cómo lo que le ocurrió al padre, específicamente, tuvo tal impacto que modificó la ruta familiar con especial incidencia en la trayectoria de los hijos, por cierto.
Es ocasión para el recuerdo de sus años estudiantiles, de su profesionalización y de la escogencia de sus propios caminos familiares. Cómo algunos de ellos nacieron con la televisión en blanco y negro; ya fue tremendo el cambio con la televisión a color y más aún con el control remoto; cuánto les alegró los equipos tres-en-uno que tenían radio, tocadiscos y casetera; cómo –después de tanto tiempo con los teléfonos fijos que “se discaban”- aparecieron los teléfonos portátiles, gigantescos y pesadísimos que eran comparables con el “zapatófono” del Super Agente 86. Y ni hablar de la evolución de la máquina de escribir donde varios de ellos hicieron sus trabajos para la escuela o la universidad. Somos más padres escuchando a nuestros hijos. Ahora sucede que quienes hacemos las preguntas somos nosotros a ellos y no a la inversa. Apenas si damos unos cuantos consejos para que críen mejor a los nietos aunque el mundo va a seguir cambiando… y ahora muchísimo más.
