No es el mejor de los gestos, pero no deja de ser un acto de conciencia que Estados Unidos extienda el estatus temporal de los haitianos que están en el país. Echarlos, como ocurrió con los nacionales de la vecina República en Texas, hubiera sido cruel e inhumano.
A diferencia de este país, que carece de espacios y recursos para acoger a los inmigrantes indocumentados, Estados Unidos dispone de todas las condiciones para garantizarles la subsistencia sin menoscabo de su economía.
La comunidad internacional condenaría con acritud al Gobierno norteamericano si con la inseguridad, la hambruna y las enfermedades que acosan a Haití, decide sacar a los haitianos indocumentados.
El Departamento de Estado decidió que los haitianos que residen sin documentos en el país pueden solicitar el permiso para permanecer en la nación por 18 meses.
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Nacionales de países como Venezuela, Camerún, Afganistán, Ucrania y Myamar también fueron beneficiados con la medida que les permite trabajar. El caso de Haití es altamente dramático pues además del azote de las pandillas las instituciones se han resquebrajado al mínimo.
En más de un año no ha habido ni siquiera forma de aclararse el magnicidio del presidente Jovenel Moise. Extender el estatus de residencia, aunque sea de manera temporal, es lo más sensato del Gobierno estadounidense en circunstancias como las actuales.
