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Bolívar: Guerra invisible en México (IV)

Aunque usted no lo crea, el México de hoy, con maquila y bolsones de miseria que intenta erradicar López Obrador, era en tiempos de la colonia y en los de Simón Bolívar el país más rico del mundo. Con la plata mexicana había financiado Carlos III la independencia de los Estados Unidos y se alimentaron España y Francia mediando el banquero Ouvrard.

El 16 de noviembre de 1821 el Libertador escribe al general José de San Martín comentándole el peligroso giro que está tomando la situación mexicana.  

“La libertad de las provincias del Sur de Colombia y la absoluta expulsión de los enemigos que aún quedan en la América meridional, es en el día tanto más importante cuanto que los acontecimientos de Méjico van a dar un nuevo aspecto a la revolución de América. Según las últimas noticias que tenemos, el general Iturbide y el nuevo virrey general O’Donojú han concluido un tratado el 24 de septiembre de este año, que, entre otros artículos, comprende: que Fernando VII deberá trasladarse a Méjico, en donde tomará el título de emperador con independencia de España y de toda otra potencia; que la ciudad de Méjico será evacuada por las tropas reales y ocupada por el general Iturbide con las imperiales, habiendo entre tanto un armisticio. De ante mano había preparado el general Iturbide este acontecimiento con el plan que publicó, y de que incluyo a V. E. un ejemplar.

Este nuevo orden de cosas me hace creer, con fundamento, que, si el gabinete español acepta el tratado hecho en Méjico entre los generales Iturbide y O’Donojú, y se traslada allí Fernando VII u otro príncipe europeo, se tendrán iguales pretensiones sobre todos los demás gobiernos libres de América, deseando terminar sus diferencias con ellos, bajo los mismos principios que en Méjico”.

Iturbide, general de las fuerzas hispanas, se había proclamado emperador de México, creando una corte y unas fuerzas armadas y ahora avanzaba hacia una fórmula que significaba continuación del imperio español, pero con centro en ciudad de Méjico. Era una tentación inevitable dados los movimientos que estremecían a Hispanoamérica y la enorme riqueza del país, que en ese entonces lindaba por el sur con Panamá y por el norte con Alaska. Pero obviamente Bolívar no podía aceptar eso. Escribe:

“Trasladados al Nuevo Mundo estos príncipes europeos, y sostenidos por los reyes del antiguo, podrán causar alteraciones muy sensibles en los intereses y en el sistema adoptado por los gobiernos de América. Así es que yo creo que ahora más que nunca es indispensable terminar la expulsión de los españoles de todo el continente, estrecharnos y garantirnos mutuamente, para arrostrar los nuevos enemigos y a los nuevos medios que pueden emplear. El gobierno de Colombia destinará un enviado cerca de V. E. para tratar sobre tan importante negocio.

Dios guarde a V. E. muchos años.

Bolívar”. 

La alianza no funcionará. Al inicio de la carta Bolívar solicitaba a San Martín apoyo para expulsar a los españoles del puerto de Guayaquil, calificándolo de territorio de Colombia, lo cual al libertador argentino no le hizo ninguna gracia. Al encontrarse los dos héroes lo que se produjo fue sonoro choque, que se tradujo en retiro de San Martín de la vida política con excepción de un cortísimo regreso con toda la apariencia de maniobra antbolivariana.

En México se instauró un gobierno llevado de las orejas por Joel Poinsett, embajador norteamericano. Ese gobierno envió ante Bolívar un embajador amistoso, Torrens, que pronto devino enemigo. Bolívar, por su parte, recibiría al hijo de Iturbide tras el fusilamiento de su padre y emprendería con él una conspiración para tomar el poder en México que narro en mi próximo libro. Iba contra los norteamericanos, que ya intentaban robarse —“comprar” lo llamaban ellos— Texas y California.