Venezuela
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Como para no olvidar

Chávez lo contaba con frecuencia. Apenas ganó las elecciones, los poderosos de siempre se deshacían en alabanzas. Hasta la invitaron a Washington: pase, usted, señor Presidente.
Pronto se convencieron que ni la profundidad del proceso ni el talante del Comandante eran como para conquistarlos con halagos. Y comenzaron entonces los preparativos para la guerra. En diciembre de 2001, Fedecámaras llama al paro. En 2002 reúnen fuerzas y el 11 de abril ya teníamos el primer golpe del siglo XXI.

Los poderosos tienen sus recetas. Quien rompe las rutinas es el propio Chávez que apenas es rescatado por la movilización popular y los militares leales propone el diálogo, la convivencia, con la cruz en la mano. Y se convocó a empresarios y sus expresiones políticas, a las autoridades de iglesias…

Aprovecharon el tiempo sólo para recuperar fuerzas y preparar otra envestida. Ya en octubre teníamos un desfile de militares traidores que llegaban a la Plaza Altamira para convertirse en personajes de televisión. Y el dos de diciembre de 2002, hace veinte años, los presidentes de Fedecámaras y de la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV) estaban llamando al paro. Que si 24 horas, que si se extiende por otro día más, que si se suman la Conferencia Episcopal, todos los medios privados, los partidos políticos de oposición conformados como “Coordinadora Democrática”. Todos los días una marcha anunciada, convocada y acompañada por la televisión, la radio, con primeras planas. Cada vez más agresivos. Los altos gerentes de la industria petrolera se suman al parte de guerra diario.

Escasean los bienes acaparados por la industria de alimentos y de productos para el aseo personal, cierran los pequeños negocios, falta gasolina y gas para cocinar. La producción petrolera llega a cero, acuden otros trabajadores a ayudar a reactivar la producción y se encuentran con los sistemas saboteados. Se detiene el tanquero Pilín León frente a Maracaibo cargado de combustible y se amenaza con volarlo ante cualquier intento por rescatarlo… Los daños se cuentan en heridos y muertos, alcanzan miles de millones de dólares, empresas quebradas, aumento del desempleo.

La receta es la misma que aplicarían cada vez que pudieran: generar el máximo malestar para quebrar la voluntad popular. Y no pudieron.