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DETALLES de la espada de Bolívar

espada de Bolívar

Foto: AFP.

La espada de Bolívar parece destinada a ser noticia cada cierto tiempo.

El momento más destacado de la ceremonia de posesión del día de ayer del presidente Gustavo Petro no fue el juramento, ni siquiera el discurso, sino la primera orden que emitió como dirigente, la de suspender la ceremonia hasta tanto no fuera traída a su presencia la espada de Simón Bolívar.

“Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo”, decía la nota que se encontró en la Quinta de Bolívar cuando descubrieron que la espada del Libertador había sido robada, el 17 de enero de 1974. 

El robo de la espada fue un golpe no sólo para el Estado sino para el sistema mismo, como una descarga eléctrica. Pero, ¿qué sentido tenía robarse una espada? ¿Para qué servía? Lo cierto es que la gente comenzó a buscarlos: la izquierda, para meterse al M-19; la derecha, para infiltrarse, y el Ejército, para ayudar a capturar a los miembros del grupo subversivo. Todos estaban mirándolos a ellos. Todos querían estar ahí. En el curso de un año, de 30 militantes pasaron a un total de 200.

Desde aquello han pasado ya 48 años, y hasta películas y novelas han salido al respecto. Fueron 17 años los que la espada estuvo oculta del mundo. Nadie supo absolutamente nada sobre su paradero durante ese tiempo.

La clave para que no la hallaran, de acuerdo con lo que se supo después, fue no permitir que ningún miembro del movimiento supiera más de lo estrictamente necesario. Los únicos que siempre supieron su ubicación exacta eran personas con cargo de comandancia. Su lealtad a los ideales del movimiento fue vital, además, para que las autoridades nunca consiguieran acercarse.

El movimiento se fortaleció con la espada atravesada sobre el mapa de América del Sur, que se convirtió en uno de sus símbolos. Dos meses después del robo, la espada fue a parar a una casa de putas en Bogotá y luego a la de un poeta.

Fue la casa de León de Greiff la que albergó la espada de Bolívar durante un tiempo, casi hasta la muerte del poeta. Su cercanía con los líderes del movimiento hizo que éstos depositaran su confianza en él y le encomendaran el resguardo del objeto.

Jaime Bateman Cayón, comandante del M-19, la limpió y se la entregó envuelta en una manta. La espada fue depositada en una especie de tula y pasó a ocupar un espacio privilegiado junto a los libros del poeta, en una habitación del segundo piso de su casa. Allí estuvo segura, y quizá más cómoda que en la Quinta misma, hasta 1976.

Desde ese año y hasta 1979, el paradero de la espada, al día de hoy, sigue siendo desconocido. Lo más probable es que no se haya mantenido en un solo sitio. Hay versiones que dicen que fue a parar a manos de otro poeta, el quindiano Luis Vidales. En realidad, su paradero es un enigma. El Ejército la buscó en la tumba de León de Greiff y luego tomaron preso a Vidales, quien tenía entonces 74 años. Al respecto, el general Luis Carlos Camacho Leyva, quien estuvo a cargo de la operación, lanzó una de las frases icónicas de la época: “Aquí no hay poeta que valga”.

Unos años después, García Márquez le preguntó a Vidales sobre lo ocurrido y éste le contó que se lo habían llevado a las caballerizas militares y allí lo mantuvieron varios días, “en el que ha de quedar para la historia como el episodio más sombrío no sólo de la presidencia del doctor Turbay Ayala, sino de su propio destino personal. El poeta no recibió nunca una explicación satisfactoria del atropello”.

En 1980, la espada salió del país y fue a dar a Cuba, nunca se supo por qué ni quién fue su custodio en la isla.

Por esa época, Bateman se encontraba en conversaciones con algunos diplomáticos panameños para crear la Orden de los Guardianes de la Espada, que reuniría a todo el continente en favor de los ideales del Libertador.

La idea no tomó fuerza sino hasta 1986, cuando Rafael Vergara, Everth Bustamante y Antonio Navarro contactaron a varias personas en México para arreglar actos simbólicos en simultáneo en los que se simulara que se custodiaba la espada.

Los doce elegidos tenían una historia de lucha contra el imperialismo y defendían la soberanía de sus naciones. Así los veía el movimiento, claro. A cada uno de ellos se le obsequió una réplica de la espada que los acreditaba como miembros honoríficos de la Orden. Una fue a parar a manos del general Torrijos, en Panamá, y tan sólo dos de ellas no llegaron a destino, iban para Uruguay. La idea era que las tuvieran el poeta Mario Benedetti y el escritor Eduardo Galeano.

La Orden se dio a conocer en público en julio de 1987, en el marco del natalicio de Simón Bolívar, otro más, y dos años después, el M-19 tomó la decisión de dejar las armas. Para entonces, el mayor reto era conseguir el retorno de la espada original; al parecer, ni los mismos líderes del movimiento sabían como hacerlo. En su momento, Navarro, quien asumió el liderazgo del movimiento político de izquierda tras el asesinato de Carlos Pizarro -pues el M-19 ya se había desmovilizado- señaló que sabían cómo llegar a ella, pero no quién la tenía.

Hay versiones que dicen que se perdió un tiempo tras la llegada de los marines norteamericanos a Panamá, luego de la derrota del general Manuel Antonio Noriega.

En noviembre de ese año 89, los miembros del M-19 enviaron un aviso a varios periódicos del país en el que señalaban que se encontraban en la búsqueda de la espada y esos avisos le dieron la vuelta al mundo. 

Para el inicio de la década del 90, el Gobierno se sentó con los dirigentes del M-19 para la realización de la Asamblea Constituyente. Uno de los condicionantes que se establecieron fue que sin la espada no habría acuerdos. Así, en enero de 1991, alguien fue a Cuba para traer la espada. Arjaid Artunduaga fue el encargado.

A finales de mes, la espada regresó a manos del Estado. Fue entregada por Antonio Navarro, envuelta en la bandera de Colombia. El presidente César Gaviria ordenó que fuera guardada en una cajilla de seguridad en el Banco de la República, desde donde fue a parar a una urna en la Casa de Nariño. Allí, ayer, cuando por primera vez, un líder de izquierda llega a la presidencia de la República y la historia está más vigente que nunca.

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