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Donald Myerston: «Soy militante de la cultura»

Donald Myerston tiene más de 50 años de ejercicio profesional importante en el ámbito cinematográfico nacional como director, guionista, editor y productor.

Junto a su esposa Viveca Baiz ha hecho una dupla importante en pro del cine venezolano.
Para él es más importante hacer cine de autor que cintas comerciales y es fiel promotor de que haya una verdadera y buena  formación de cineastas.

Esta tarde, en el marco de los 126 años del cine nacional, será homenajeado en la Casona Cultural Aquiles Nazoa, junto a Pablo de la Barra.

Del documental a la animación

Myerston fundó el departamento de cine de la Universidad de Los Andes (ULA), que recuerda como una experiencia extraordinaria y de muchísima riqueza.

Allí hacía, junto con los estudiantes, documentales para las necesidades formativas como también para su obra personal.

En 1996, su esposa Viveca Baiz fundó junto con él Zootropo Producciones, una asociación civil sin fines de lucro a la que le han dedicado su vida para hacer documentales,  trabajos para los niños y niñas, así como también para la cultura nacional. Por eso, para Myerston es importante el género documental, aunque su interés se centra también en la animación. Y lo demostró cuando produjo la cinta premiada de su esposa: Kaporito, el guardián de la montaña.

—¿Cómo ve al cine venezolano en estos últimos años?

—Lo veo tratando de encontrar su camino tanto temáticamente como en la construcción de una profesión cinematográfica. Está buscando el lado de las películas comerciales, buscando, por ejemplo, las películas de terror que no se hacían en Venezuela y que ahora, además, son de éxito internacional, según entiendo.

Veo, por otra parte, las mismas búsquedas autorales que han marcado nuestro cine toda la vida, siendo más intensas y más interesantes y, por su puesto, la incorporación de muchísima gente nueva; lo que le da una frescura y un vigor especial.

—¿Qué le falta?

—Le falta un mecanismo de organización que permita avanzar hacia objetivos colectivos, donde podamos sembrar el cine de manera importante.

Le falta abordar las escuelas y crear una conciencia de espectador crítico cinematográfico desde la infancia.

Le falta también dinero y escuelas de cine formal, dirigidas tanto a la formación de técnicos como a realizadores.

—¿Y qué le sobra?

—Ganas. Eso es lo que tenemos todos los cineastas y los que trabajamos en este medio. Hay ahorita una muy buena posibilidad porque el Cnac (Centro Nacional Autónomo de Cinematografía) volvió a su curso de ser el organismo propulsor de la creación cinematográfica y apoyador de las políticas cinematográficas.

Entonces tenemos las ganas sumadas de los cineastas con las autoridades que nos acompañan en este proceso, bien sea el Cnac, La Villa del Cine con su particular manera de ver la producción y Conatel que empieza a incorporarse al apoyo al cine venezolano.

—¿Cómo recibió la noticia del homenaje que le harán hoy, día del cine nacional?

—Con alegría, emoción. No soy muy propenso a la exposición pública. Me gusta la discreción; por eso me siento más cómodo en la producción. El productor es como un ser invisible, que está creando las condiciones para que una película se pueda hacer. Segundo, porque me asusta un poco. Cuando te empiezan a hacer homenajes es porque tu vida física como creativa se está acercando al final y no es algo con lo cual uno se puede enfrentar con facilidad. Pero mis compañeros me escogieron y a Pablo de la Barra. Nos sentimos contentos porque es un reconocimiento al trabajo que uno ha hecho.

Yo tengo más de 50 años de ejercicio profesional, más de 50 años militando en la cultura. Muy poco trabajé en aventuras comerciales relacionadas con el cine. He trabajado siempre con cine de autor.