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El pujo de parir en Maracaibo: el peregrinaje de Daikely, Andreína y Klisbeily Millán

El materno infantil Castillo Plaza rechaza a las parturientas por temor a que estas se contaminen. Foto: Xiomara Solano

Parir en Maracaibo es en sí mismo un trabajo de parto

Dilatas: porque  comienzas a expandir el horizonte porque lo que viene es un peregrinaje sanitario por los centros asistenciales de la ciudad; pujas: porque si te dan posibilidades de quedarte en cualquier hospital materno Infantil, se da inicio a la subasta por la consecución del kit de obstetricia (rogando a dios que no sea cesárea); pares, porque pares y -si da el chance- 72 horas más tarde, te recuperas con el recién nacido elevándote el alma, y dando gracias al Altísimo por haber salido bien del episodio, viva y con el muchacho a cuestas.

Siguiendo este estricto orden y sin derecho al pataleo, Daikely Lozano Millán, joven parturienta de 21 años, sintió que se le venía el mundo encima tras un intenso dolor en el bajo vientre y tomando la mano de su madre, soltó el llanto nervioso por la incertidumbre. “¡¿Y ahora, para donde agarramos!?”, fue el primer pensamiento de su mamá, Andreina Millán Díaz porque sabía, sin ser pitonisa, lo que les deparaba el futuro cercano.

Las familias en la dulce espera, que inicia con sabor amargo. Foto .Xiomara Solano

La OMS da la pauta

La Organización Mundial de la Salud, a través de sus especialistas A. Meten Gülmezoglu, João Paulo Souza y Mariana Widmer del Departamento de Salud Reproductiva e Investigación; Matthews Mathai, del Departamento de la Madre, recién Nacido, Niño y Adolescente y Olufemi Oladapo del Departamento de Salud Reproductiva e Investigación de la OMS ofrecieron una guía al mundo por creer que “el trabajo de parto prolongado es una importante causa de mortalidad materna y perinatal”, considerando además que “ en la práctica clínica, el fracaso del progreso del trabajo de parto se ha tornado como una de las indicaciones principales para la cesárea primaria, particularmente en madres primerizas”, mostrando gran preocupación “porque en muchos casos la cesárea se realiza demasiado precozmente, sin explorar intervenciones menos cruentas que podrían permitir un parto vaginal”.

Y eso precisamente fue lo que se encontró Daikely el pasado sábado, mediando las dos de la tarde en la emergencia del Hospital Chiquinquirá: “¡hay que hacerle una cesárea!”, sentenció sin espacios para la apelación, la médico Yesenia Medina, quien estaba de guardia para la ocasión. Este fallo hipocrático, tan enrevesado como la serpiente de la barra de Esculapio, implicaba “parir” divisas estadounidenses para la compra de la interminable lista que en el propio centro asistencial, le dieron como cartilla indispensable para su atención.

La lista de Esculapio

En este punto, lo dicho por la Organización Mundial de la Salud, carece de importancia; pues pareciera que existe una odiosa tendencia por salir rápido de la paciente, como si de un paquete que no tiene acomodo ni ubicación, se tratara.

“Una intervención clínica innecesaria en el proceso de parto natural va en detrimento de la autonomía y dignidad de la mujer como beneficiaria de cuidados y puede tener un impacto negativo en su experiencia de parto”; dice categóricamente la guía de la OMS, pero eso parece tener sin cuidado a las nuevas generaciones de médicos, pues todo en los centros asistenciales se resuelve a “dolarazo” limpio.

Daikely y su madre, ya llevaban dos horas deambulando por la ciudad. La primera parada fue en el Materno Infantil Castillo Plaza, “allí nos dijeron que, por riesgo de contaminación, no podían atendernos y pasamos corriendo para el Chiquinquirá”. Y en el Chiquinquirá…

¿Qué ocurrió cuando llegaron al hospital?

-Bueno dijeron que no había insumos médicos y que había que “cesarearla”. Nos comentó la señora Andreina, pasado el susto y con la nieta en los brazos. “Allí nos dieron la lista de las cosas que teníamos que comprar como condición para atenderla”.

Interminable para cualquier bolsillo de un simple mortal, el inventario médico-quirúrgico, escrito con el desdén del fastidio, iniciaba con un “Gasa 4×4 (10), Compresas 18×18 (1), Alcohol (1), Aguja raquídea  número 25 (1), Cromico número 2-0 (1); y así se iba leyendo, dos batas quirúrgicas, sonda de Foley, clamp umbilical, kit del paciente…” una cuenta que según estudios previos realizados por esta redacción alcanzan los 800 dólares; es decir, cuatro mil setecientos setenta y dos bolívares al cambio legal, actualizado y soberano.

Lista suministrada a la señora Andreina Díaz, madre de Daikely Lozano Millán, como condición para que fuera atendida en el Hospital Chiquinquirá. Foto: cortesía

Discusiones, amenazas de llevar el caso al Ministerio Público, policías solidarios y un personal sanitario lleno de nerviosismo por tanto teléfono celular grabando los hechos que documentamos, la joven madre fue ingresada y atendida. Habían llegado a las 11 de la mañana del día sábado 13 de agosto del año corriente.

Con su hija Daikely gritando emergencia adentro porque las contracciones estaban haciendo el trabajo, la señora Andreína sale a buscar lo requerido en la lista, regresando una hora más tarde con el mandado incompleto.

En efecto, a los 9 y 50 minutos de la noche, once horas después de haber salido su madre y su abuela del barrio Angélica de Lusinchi en la parroquia Luis Hurtado Higuera de la capital zuliana, nació Klisbeily Chiquinquirá Millán Díaz.

-Pero… ¿le hicieron la cesárea finalmente a Daikely?

– No -dijo con la ceja izquierda levantada en marcada alusión a la improvisación calculada de los centros asistenciales-, mi hija, al final, parió.

Foto de la niña Klisbeily Chiquinquirá Millán Díaz. Foto: cortesía

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Juan Carlos Guillén

Noticia al Día