En el marco de su antología, una de las apreciaciones más destacadas del Padre Libertador Simón Bolívar, lo fue, sin lugar a dudas, aquella que pronunció en Guayaquil el 15 de agosto del 1829, cuando dijo que “Los Estados Unidos parecen estar llamados por la Providencia a plagarnos de miseria en nombre de la libertad”.
Por esos fenómenos de los factores de las coincidencias, cuando el Padre Libertador emitió esa especia de criterio filosófico, habían transcurrido exactamente 24 años del Juramento que hizo en el Monte Sacro, en presencia de su gran maestro Simón Rodríguez, señalando: “Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por mi honor, juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”.
Ahora, cuando ha conducido la liberación, no solamente de su patria, sino de todo el continente suramericano, emite aquella apreciación que el tiempo han convertido en realidad.
A los seis años de emitir esas palabras, y a los siete del fallecimiento de quien las pronunció, los Estados Unidos se apoderaron de Texas (Tejas fue su nombre original) y 12 años más tarde, el tres de febrero del 1848, los Estados Unidos ampliaron su territorio, quitándole a México más de 3.000 kilómetros de su territorio, luego de una guerra que no pasó de dos años. Pero no todo quedó allí y entre 1860 y 1865, tuvo USA su guerra federal que acabó con el “sur esclavista”. Habrían de pasar 33 años (1898) y ahora la guerra es contra la decadente España, que pierde Cuba y Puerto Rico en el Caribe; Filipinas, Guam y Hawai, en el Pacífico.
De esta forma los Estados Unidos de Norteamérica entran en el siglo XX, convertido en una nación poderosa que amplía su poder después de las dos guerras mundiales y pasa a convertirse en el imperio yanqui, que ha realizado en América Latina más de 100 invasiones.
Sin ánimo de agredir a los Estados Unidos de Norteamérica, tenemos forzosamente que citar las últimas acciones contra países del área y podemos señalar a República Dominicana, Haití y Panamá.
Todo esto lo debemos a las acciones de espionaje y de golpes de estado dados por militares influenciados por su dominación en los gobiernos lacayos, destacando el caso de nuestra Venezuela, donde Rómulo Betancourt, conjuntamente con Marcos E. Pérez Jiménez, derrocaron el 18 de octubre del 1945 al presidente Isaías Medina Angarita.
